Burgos ha demostrado su solidaridad, su espíritu de acogida, con los cientos de ucranianos que han llegado a nuestra provincia huyendo de la guerra de Rusia. Sin embargo, los ucranianos no son los únicos que buscan refugio. Colombianos, venezolanos y georgianos también han aumentado ... en número. Vienen huyendo del conflico, de la inseguridad ciudadana y de la violencia extrema de sus países.
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Cáritas Burgos ha notado que, sobre todo durante este verano, ha crecido el número de familias procedentes de estos territorios que han acudido a sus recursos en busca de ayuda. Es algo que han reportado las trabajadoras sociales de la entidad en la última comisión de acogia celebrada recientemente, en la que queda en evidencia el impacto de la política internacional en Burgos.
«Estamos muy expuestos a los problemas internaciones», recuerda Diego Pereda. Así, junto con la llegada de ucranianos se ha registrado ese aumento de georgianos, que salen huyendo de las consecuencias de la guerra en el país vecino. Además, si bien el flujo migratorio de colombianos y venezolanos es constante, ahora se ha «recrudecido» sobre todo en Colombia.
Y el perfil del migrante ha cambiado. «Ahora, como los movimientos migratorios tienen que ver con la inseguridad, el conflicto armado y la violencia, vienen las familias al completo, con los hijos», explica la coordinadora de Acción Social de Cártias, María Gutiérrez. No tienen nada que ver con lo vivido antes, cuando solo venía el padre y la madre y, una vez asentados, pedían la reagrupación familiar.
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«Son casos complejos», insiste Gutiérrez, pues necesitan una ayuda integral: vivienda, cobertura de necesidades básicas, colegio, sanidad, trabajo... Así que es necesaria la cooperación entre entidades sociales y las administraciones. La vivienda se busca entre los recursos propios de unas y otras, se conceden las primeras ayudas, se les incluye en programas de inserción laboral...
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Y esto es solo la punta del iceberg, el principio de un «tortuoso camino» hasta que se consigue que la familia esté plenamente integrada en Burgos, siendo el primero de los obstáculos la regularización de su estancia en el país. Para aquellas que sí son consideradas refugiadas, la tramitación es más rápida, pero para el resto son años de lucha. «Los primeros años son terribles».
Por ese motivo, Gutiérrez demanda una política migratoria «razonable», y mucho menos ideológica. «La inmigración se utiliza políticamente», lamenta, y eso afecta negativamente a todas esas familias que huyen de la violencia en sus países y vienen con intención de asentarse en Burgos, de empezar una nueva vida en la provincia. Personas, en muchos casos, cualificadas y con ganas de aportar.
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La coordinadora de Acción Social de Cáritas insiste en que, si bien la acogida debería basarse más en criterios humanistas (ayudar a cualquier ser humano, venga de donde venga), se puede también plantear en criterios puramente económicos. Estamos hablando de mano de obra, de trabajadores y de familias jóvenes, con hijos, que enriquercerían nuestra sociedad.
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