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A Mari Paz Alonso todavía se le escapa una sonrisa cuando se acuerda de George Clooney y de los cuatro días que pasó en su compañía mostrándole los encantos de Barcelona, no digamos ya de los 800 dólares que les dejó de propina al final del tour a ella y a su chófer. «Parecía que iba a su bola, pero se enteraba de todo», relata aún hipnotizada, mientras recorre Las Ramblas vacías de gente, irreconocibles; las sillas amontonadas en los veladores por obra y gracia del Covid y sus sucesivos rebrotes. «Parece que haya pasado una guerra», suspira. Mari Paz está hundida. Y como ella los 15.000 guías oficiales de turismo que hay en España, profesionales capaces de transmitir la pasión por su ciudad y hacerlo en dos, tres, cuatro idiomas. Para ellos, que llevan sin trabajar desde que se declaró el estado de alarma y subsisten con ayudas que el Estado sólo garantiza hasta el 30 de septiembre, «la situación es desesperada».
Según datos del INE, en junio llegaron a España 200.000 turistas extranjeros, un 98% menos de los que nos visitaron el pasado año por las mismas fechas. Obviamente, también se derrumbó el gasto que hicieron, apenas 114 euros de media, hasta sumar 133 millones frente a los 9.696 del año pasado, consecuencia de una bajada de los márgenes para atraer a los pocos visitantes que hay en circulación y de una menor oferta de actividades turísticas.
Almudena Cencerrado es presidenta de la Confederación de Guías Oficiales de Turismo de España (CEFAPIT) y su diagnóstico sobre la crisis que atenaza al sector se resume con una palabra: «Desolación. Empezamos a sufrir ya desde que estalló el brote en Wuhan, en diciembre, porque trabajamos cada vez más con turismo oriental. Chinos, japoneses, coreanos... No olvidemos que nuestro trabajo es estacional y que hay regiones de España, donde debido al calor, la temporada alta no coincide con el verano. Pues bien, este año todas nuestras expectativas se han truncado desde el minuto cero».
Los guías no logran ingresos desde el estado de alarma. «Las pérdidas son del 100%. Tal cual. Yo, que soy guía en Toledo, tuve mi último cliente el 11 de mayo y acabo de anular 40 grupos de ingleses de aquí a fin de año. No hay un día que no te desayunes con cancelaciones de visitas que tenías marcadas en la agenda, operadores que suspenden todo lo programado y que directamente te emplazan a la próxima primavera». Las Islas, Levante, el centro... sólo Cádiz y Asturias escapan a esta espiral. «Y eso con el turista nacional, el extranjero está perdido para todos».
La emergencia ha obligado a intervenir a la Secretaría de Turismo, que ha desplegado un paquete de ayudas para compensar las pérdidas millonarias y que se traduce en un subsidio mensual de alrededor de 660 euros, el 70% de la base de cotización de estos profesionales. Esa ayuda tiene fecha de caducidad, finales de septiembre, como la tuvo también la demora en las cuotas a la Seguridad Social, que han vuelto a abonarse desde el pasado julio. «Si a eso le sumamos el pago de autónomos, el resultado es que la mitad de las ayudas se escapa entre los dedos», recapitula Cencerrado, para quien «la Administración no ha sabido estar a la altura de las circunstancias».
Las comunidades autónomas han salido también en ayuda de estos profesionales, pero la fórmula es distinta en cada una de ellas, desde los cheques de resistencia en Cantabria -150 euros semanales- a los 2.500 euros por cese de actividad o reducción de la facturación que aporta la Comunidad Valenciana. El remedio es a menudo peor que la enfermedad. En Castilla-La Mancha, donde trabaja Almudena, «el Gobierno autonómico te da 1.500 euros, pero a condición de que te comprometas doce meses. Hay chavales que trabajan con nosotros que se han dado de baja porque, sencillamente, no les salen las cuentas». Lo mismo en Murcia, en Extremadura...
Hasta desatarse la pandemia, Cataluña -la primera comunidad en implantar la tasa turística- era la que más visitas recibía: 19 millones de turistas ávidos de gasto. Pero la situación ha dado un giro de 180 grados. Mari Paz Alonso no culpa sólo al coronavirus, también a la situación política. «No vienen extranjeros, pero tampoco nacionales y eso es porque la sociedad está dividida. Tenemos muchos problemas para superar la opinión que el resto de España se ha formado de los catalanes. Se está notando, mucho, y el que diga lo contrario miente». Barcelona, asegura, «está hecha un erial».
«Siempre hemos pensado que el turismo era esa gallina de los huevos de oro que sabía cuidarse sola -ilustra Cencerrado-. Que no había que regular, por ejemplo, los pisos turísticos ni las tiendas de souvenirs, y ahora estamos pagando las consecuencias al asistir a un cierre en cascada de restaurantes, bares y tiendas, y de la que es consecuencia directa esa turismofobia que ya ha enraizado en ciudades como Venecia o Barcelona».
Tommi Alvarellos es filólogo y capitanea tours por todo Galicia, desde la Ruta Jacobea a las Rías Bajas o la Ribera Sacra. Hace años era normal hacer dos y hasta tres visitas guiadas al día con grupos de 40 y 50 personas, un auténtico carrusel que exigía una preparación exhaustiva. «Ahora somos más guías y salimos con menos gente, lo que mejora la experiencia». Lo hace en alemán, español y gallego, aunque domina cuatro idiomas más. Mejor dicho, lo hacía. Porque con la emergencia sanitaria también estos han desaparecido por completo. «El turista alemán, al que más me dedico, ni viene ni se le espera. Y a los demás tampoco, no digamos ahora que han vuelto a decretar cuarentenas».
La incertidumbre ya ha empezado a hacer mella en Tommi. «Somos como feriantes: aprovechamos la temporada para trabajar como hormigas, estirarlo lo más posible y luego vivir de ello en invierno. Este me temo que va a ser catastrófico. Yo tengo compañeros casados y con hijos que no tienen ni qué meter en la nevera».
La pandemia no hace distingos. En Sevilla, Pepe Pallarés nunca pensó que vería los Reales Alcázares sin colas, lo que bien visto es un aliciente en una ciudad donde no hay un minuto que perder. «La semana pasada conseguí mi primera pareja VIP en cinco meses. Recogida y entrega en el hotel Alfonso XIII: un día entero, a capricho, shopping incluido». Sus clientes son en su mayoría norteamericanos, cruceristas que llegan a Cádiz y a los que gusta perderse por el barrio de Santa Cruz». De los británicos mejor no hablar, «totalmente 'missing'».
En temporada alta, Pepe venía a facturar entre 3.000 y 4.000 euros un mayo cualquiera. «Dos mil euros al trimestre sólo en IVA, echa cuentas». En invierno tampoco le iba mal, «llevaba los viajes del Inserso». Ahora, «y hasta que salga una vacuna», la Covid le ha hecho un costurón en el bolsillo, que él ha tratado de remendar tomando clases de bolsa y 'trading' «para sacarme un sueldillo. Hay que reinventarse». Añora su ciudad, «siempre impecable, no como ahora, con las malas hierbas invadiendo la Plaza de España y la vegetación devorando los balcones». Por no hablar de los pisos del centro, convertidos en apartamentos turísticos y por mor de la pandemia en causa de su desolación.
En este escenario, el intrusismo ha venido a complicar una situación ya de por sí insostenible. Lo corrobora Ana Intxausti, guía de San Sebastián, una comunidad, la vasca, que aún no tiene regulada esta actividad y donde no está reconocida su oficialidad, «lo que franquea el paso a todos esos 'free tours' que ni dominan idiomas, ni se responsabilizan de que se guarden distancias de seguridad o se usen mascarillas. Tendrías que oír las quejas que llegan a la Oficina de Turismo por las barbaridades que cuentan». El poco negocio que se mueve, denuncia, lo maneja gente que no paga sus impuestos porque todo lo que ganan son propinas. ¿Y cómo le van las cosas a ella? «Dos visitas de franceses desde el confinamiento, figúrate. Y no es que no vengan, pero a menudo se alojan en San Juan de Luz, vienen de compras, se comen un pincho... No es el tipo de cliente que demanda nuestros servicios».
Sus palabras las suscribe la cordobesa Marta Gómez, muy capaz de tirarse hora y media hablando de la mezquita y dos «mínimo» de la ruinas de Medina Azahara. «Nunca hemos estado valorados. El guía turístico es un intérprete del patrimonio, alguien que transmite la pasión por su ciudad, no un loro que se limita a enumerar fechas. Es el que despierta tus emociones cuando estás delante de un cuadro, quien te sitúa en el contexto o en la técnica empleada». Y, naturalmente, un embajador. «No importa cuánto dinero se gaste el Gobierno en promoción, porque el valor del boca a boca es tremendo. Nada supera el que alguien, de vuelta a casa, le diga a su vecina: 'Oye, no te puedes perder Córdoba'». Eso, barriendo para casa.
1. La Alhambra Conjunto de palacios, jardines y fortaleza edificado para alojar a la corte nazarí.
2. Sagrada Familia Diseñada por Gaudí e iniciada en 1882, es la cumbre del modernismo. Una vez acabada será la más alta del mundo.
3. Mezquita de Córdoba Es el monumento más importante del arte omeya hispanomulsulmán. Su aspecto actual se remonta al siglo X.
4. Catedral de Santiago De gran valor simbólico por ser el destino de los peregrinos que han visitado por millones la tumba del apóstol.
5. Catedral de Burgos El edificio sigue los patrones del gótico francés. Es el único en España declarado Patrimonio de la Humanidad sin estar unido al centro histórico.
6. Alcázar de Segovia. Un castillo con apariencia de cuento de hadas que ha dado la vuelta al mundo.
7. Catedral de Mallorca Las obras se prolongaron cuatro siglos y su silueta se alza sobre la bahía.
8. Basílica del Pilar Recubierta de ladrillo, cuenta la tradición que es el primer templo mariano de la Cristiandad.
9. Teatro Romano de Mérida Fue inaugurado 15 años antes de Cristo y continúa sirviendo de escenario para representaciones teatrales.
10. Giralda de Sevilla Es la torre campanario de la catedral, la tercera más grande del mundo después del Vaticano y San Pablo.
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