sergio garcía
Domingo, 20 de septiembre 2020, 00:39
Sopla viento de levante, el mismo que aprovechan los narcos que cruzan el Estrecho porque les pega de atrás, no necesitan dar gas y con la niebla pasan desapercibidos. Son las 06.30 horas de un martes y la explanada elegida como punto de ... reunión, situada entre Algeciras y La Línea, empieza a llenarse de gente. No es un botellón -y pobre del que se imagine lo contrario-, sino el segundo capítulo de una operación de acoso y derribo al mundo de la droga, que ha hecho del Campo de Gibraltar la principal vía de entrada del hachís en Europa. Antes de que despunte el sol habrá allí unos 200 agentes de la Guardia Civil, entre miembros del Equipo de Delincuencia Organizada y Antidroga, del OCON, de las comandancias de los alrededores... También están los GAR, antaño consagrados a la lucha antiterrorista y ahora en la primera línea de los registros al narco, los más expuestos al fuego enemigo. Pero éstos son sólo la mitad de los desplegados. Desde la víspera, hay equipos repartidos por casi todos los objetivos, cerrando el cerco para evitar fugas y que se destruyan pruebas.
Publicidad
Nada puede quedar a la improvisación. Hablamos de 40 registros efectuados en tres tandas, hasta quince de ellos simultáneos. Desde La Línea, Chiclana o Tarifa, en Cádiz, hasta Colmenar y Puerto Banús (Málaga), Isla Cristina y Moguer (Huelva). También en Torralba de Calatrava (Ciudad Real), 480 kilómetros tierra adentro, donde el clan de los Castañas -objetivo de esta operación- pretende alejar de la presión policial una nave donde guardan las 'gomas', como se conoce en argot a las embarcaciones de 14 metros de eslora, equipadas con tres y cuatro motores fueraborda de 350 caballos, y con capacidad para transportar 3.500 kilos de hachís.
La operación 'Dismantel' (desmantelar, en inglés), detrás de la que está el Juzgado número 5 de Algeciras, había empezado de hecho el día anterior. Cuando lo habitual es proceder primero a los registros y luego salir en busca de los cabecillas, la Guardia Civil decidió en esta ocasión cambiar el paso: cobrarse las piezas más suculentas y sembrar el desconcierto entre los subordinados. El lunes caía Antonio Tejón, líder del clan de los Castañas -su hermano Francisco ya cumple condena- y tres de sus lugartenientes. Así las cosas, el martes los agentes del instituto armado se centraron en efectuar registros y practicar detenciones entre las bases de la organización criminal.
La Atunara, Toneles, San Bernardo, Los Barrios... El guión es siempre el mismo. Los agentes se deslizan subrepticiamente por las escaleras de un bloque de pisos o a pie de calle ante la desconcertada mirada de los transeúntes. En sus cascos, equipados con cámaras, motes como 'Arbolito',P'iraña'. Tras un alto en el descansillo, dos guardias revientan las puertas con arietes o palancas neumáticas, mientras sus compañeros entran en tropel, practican los arrestos y 'limpian' el lugar con la ayuda de perros de rastreo en busca de armas y drogas. Sólo el martes lograron echar el guante a una treintena de sospechosos (al término de la semana esa cifra rondaba ya al centenar), siempre en presencia de un jefe de registro y un secretario judicial para levantar acta de lo ocurrido. Nadie resultó herido y se incautaron alrededor de diez toneladas de hachís.
«He pasado cinco días ingresado, pero esto no me lo podía perder. Es mi operación», aseguraba un guardia civil de 1,98 metros de estatura -«como Michael Jordan»- momentos antes de que se diera la señal de salida. Apenas diez días atrás, él y su compañero habían sido embestidos por un 'Porsche Cayenne' de los narcos y enviados al hospital, él con dos vértebras fisuradas. «Esto no es para todo el mundo», apostillaba el comandante, atrincherado como sus hombres en el anonimato. Mientras, sus hombres cubrían las matrículas de los coches, la mayoría requisados al narco. La operación es contra los Castañas, pero ahí fuera la noche tiene ojos en todas partes y ampara a otros clanes. El Messi -rival de Antonio Tejón-, la banda del llanito Gareth Mauro, los Futbolistas (Algeciras), los Yeyos de Huelva... Hasta en Sevilla, donde siguiendo el curso del río Guadalquivir imponen su ley Los Lanas.
Publicidad
Despliegues como el de esta semana no son flor de un día. Tienen su origen en un cambio de estrategia radical que lideró la Secretaría de Estado de Seguridad hace dos años, cuando un grupo de sicarios liberó a un lugarteniente de los Castañas que estaba custodiado en un centro de salud de Algeciras. La impunidad con que la banda actuó encendió todas las alarmas y fue el detonante del Plan Carteia, que agrupa a efectivos de la Policía Nacional y la Guardia Civil, y que en el caso de estos últimos no se limita a vigilar el Campo de Gibraltar sino toda la franja litoral que va desde Huelva hasta Almería. 910 kilómetros donde el narcotráfico campa a sus anchas. O lo hacía. Porque en estos dos últimos años, se ha recuperado el principio de autoridad, varios son los clanes que han sido desmantelados y los decomisos han batido todos los récords. Las cifras hablan por sí solas: nada menos que 470 toneladas de droga e incautaciones de bienes por valor de 150 millones. En cuanto al número de detenidos, se superan los 4.000.
Sus responsables coinciden en señalar que detrás de este vuelco de resultados está el Centro de Concentración contra el Narcotráfico (CCON), un equipo de 20 personas volcado en análisis e inteligencia para reforzar la labor de los grupos que actúan sobre el terreno. «Estamos desarticulando organizaciones criminales completas -explicaba esta semana desde Sevilla un comandante de la Jefatura de Zona de Andalucía-. Esto es una carrera de fondo y para ganarla no bastan medidas policiales. Pero mientras las otras llegan -políticas de empleo, enseñanza-, los malos deben tener claro que allá donde vayan, van a seguir sintiendo nuestro aliento en el cogote».
Publicidad
En La Atunara, antiguo barrio de pescadores de La Línea convertido ahora en epicentro del narcotráfico, las casas se levantan junto a la misma playa de Levante donde de madrugada desembarcan la droga, que en caso de apuro mueven por los tejados. Fardos envueltos en cinta de embalar que las 'coyas' -grupos de 20 o 30 personas- transportan a la carrera hasta vehículos 4x4, que trasladarán el cargamento hasta la 'guardería en caliente' para su posterior distribución. La iglesia del Carmen, una crepería, la barbería 'Cosa Nostra'... A escasos metros de allí, se levanta la casa de Cueto, uno de los lugartenientes de los Castañas que ha logrado, de momento, burlar el cerco. Una atalaya con vistas al Peñón equipada con jacuzzi y profusión de adornos dorados. «Todo un poco hortera», convienen los agentes a cargo del operativo. Allí se desplegaron los GAR, ante la mirada hostil de un vecindario donde impera la ley del silencio. «¿Qué vamos a hacer si no hay trabajo?», dice una mujer con once hijos -el menor de dos meses, el mayor de 15 años-, atornillada a una ciudad, La Línea, que soporta un índice de desempleo del 37%, el mayor del país.
Frente a este panorama, el negocio de la droga ofrece pingües beneficios, llegando incluso a corromper a algunos de los agentes que deberían combatirlo. Es fácil echar cuentas. Si como sostiene el Tribunal Supremo el precio medio del gramo de hachís es de 6 euros , una tonelada de droga significa 6 millones de euros. Un capo que organice dos alijos al mes puede obtener al año 3,5 millones limpios (a Antonio Tejón, ya en prisión sin fianza, fuentes de la Guardia Civil le calculan un patrimonio de 60 millones). Pero ésta es sólo la punta del iceberg. La 'goma' que trae el cargamento de Marruecos está tripulada por cuatro personas: el piloto, el 'gepero', el garantía -quien da fe de lo que sale de Marruecos y lo que se entrega al comprador, y el que decide en caso de persecución qué se arroja al mar y cuándo- y el 'chacorta' o marinero -quien se deshace de los fardos-, que pueden sacar en cada viaje, entre 40.000 y 15.000 euros, según su papel.
Publicidad
El negocio da para eso y más. Las 'coyas' que vacían las lanchas, los 'aguaores' o puntos que vigilan los alrededores para alertar sobre la presencia policial, los pilotos de coches, los que facilitan narcoembarcaderos, los proveedores de vehículos, el mecánico naval... «Es muy difícil que un chaval sin trabajo ni posibilidad de tenerlo se resista a la tentación de cobrar 1.000 euros sólo por vigilar una noche», coinciden fuentes del instituto armado.
Los registros se suceden por toda la costa e incluyen narcovaraderos como el de Puente Mayorga, oculto tras una fachada de pega que recuerda a un trampantojo. O el de la playa Palmones, donde detrás de una puerta corredera aguardan emboscados en la sombra un tractor y un remolque, acostumbrados a pasearse a la luz de la luna.
Publicidad
Una pareja mayor asoma la cabeza por la ventana del chalé vecino. «Imagínate, comprar una casa a pie de playa y encontrarte de la noche a la mañana rodeado por lo más granado del crimen organizado», explica un teniente. «Quillo, aquí ya hemos acabado. Puerta».
Disfruta de acceso ilimitado y ventajas exclusivas
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
La bodega del siglo XIV que elabora vino de 20 años y el primer vermut de Valladolid
El Norte de Castilla
Publicidad
Te puede interesar
La bodega del siglo XIV que elabora vino de 20 años y el primer vermut de Valladolid
El Norte de Castilla
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.