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Las cartas tienen un halo de misterio, de tiempo encapsulado, como los mensajes en una botella que se lanza al mar. En el verano de 1997 muchísimas personas de todas las edades sintieron el impulso irrefrenable de escribir a la familia de un joven concejal del PP que había sido secuestrado en Ermua. La cruel cuenta atrás marcada por ETA llenó las calles de Euskadi y de toda España de manos blancas, de miradas llenas de lágrimas y gritos que exigían su liberación. La banda cumplió su amenaza, la indignación recorrió España como la pólvora y Miguel Ángel Blanco se convirtió en el hombre que hizo despertar a muchos de un letargo demasiado prolongado.
Aquel fue el punto de inflexión de la reacción ciudadana contra ETA. «Estas cartas son la prueba de que, con Miguel Ángel, todo cambia». María Jiménez, profesora de la Universidad de Navarra, lo asegura con la convicción que deja estar rodeada por 22 cajas de ciudadanos anónimos de toda España, otras dos cajas llegadas desde el extranjero, un par más de telegramas institucionales, desde diputaciones a parroquias y colegios y otras 9 más con firmas de apoyo.
Una muestra de este ingente material es la siguiente misiva enviada desde Sagunto a la familia Blanco.
«Yo he llorado mucho viendoos por la televisión, viendo a las gentes de nuestro pueblo, viendo a mis hermanos de Madrid en la Puerta del Sol y a mis hermanos gallegos de Coruña en la Plaza de Mª Pita [...] Solo decir ya, que TODOS nos sentimos muy orgullosos de vosostros por vuestra valentía y coraje y pediros que intentéis con todas vuestras fuerzas volver a vivir y sonreir algún día porque eso será lo único que nos podrá hacer sonreir y vivir a los demás. Muchos besos y mucho amor (otra vez) de parte de: Sarah [...] PD: Ojalá pudiera hacer más que escribiros solo. Creo que todos nos sentimos impotentes, pero todo lo que se pueda hacer contará con mi granito de arena. Y Miguel Ángel desde el Cielo más ayudará, como ya lo hizo con su vida, para conseguir la PAZ. Todo mi amor para él, por supuesto, también.»
Es el material inédito que presentan hoy en la Universidad de Navarra, cuyo archivo las estudiará y conservará a partir de ahora porque han sido donadas por la familia de Miguel Ángel.
Muchos centenares de cartas llegaron a la familia en los días siguientes. Leyeron muchas. Cuando el dolor se tornó insportable, guardaron las demás en el garaje de la familia. Han pasado allí 25 años, casi 26. Hay remites de todas partes, dibujos de niños y sobres con señas incompletas en los que la buena voluntad hizo el resto. «Para Mari Mar Blanco. Ermua». «Para la familia de Miguel Ángel Blanco. Ermua. 48260». «Señor cartero, para entregar a la familia Blanco Garrido. Ermua». Llegaron.
«Querida familia y amigas/os de Miguel Ángel: Se que habéis recibido miles de cartas y notas de personas de todo el mundo, sobre todo, de España, pero me encantaría que leyeseis esta carta aunque pase mucho tiempo. Me llamo Samantha, soy de Sestao. Os escribo para que sepais que todo el pueblo de Sestao ha sentido como vosotros. Hicimos una manifestación y no faltó nadie excepto los que estaban de vacaciones. Desde el 10 de Julio he llorado más veces que en toda mi vida [...] Mi padre es ertzaina y mientras trabaje no se me quitarán las preocupaciones pero ya no tengo miedo.» Samantha extiente su firma a «TODA LA GENTE DE SESTAO»
EL CORREO ha tenido acceso a más de una una veintena de esas cartas, la mayoría de ellas manuscritas aunque hay unas cuantas a máquina. «Sólo quiero que toda la familia Blanco Garrido sepa que no está sola que, a pesar de no conocer personalmente a Miguel Ángel, es como si fuese un amigo de toda la vida y lo he sentido como si secuestraran a uno de mis hermanos». Esa manera de identificarse con los padres, la hermana y la novia es un elemento común en unas misivas en que muchos confiesan experiencias dolorosas de sus propias vidas.
«Nosotros también sabemos lo que es perder a un hijo muy joven y nos damos cuenta de los momentos tan tristes que estaréis pasando».
«Mi padre es ertzaina y mientras trabaje no se me quitarán las preocupaciones pero ya no siento miedo».
«Creo que, después de la muerte de mi padre y de mi hermanita, pocas veces me ha afectado tanto una muerte».
Hay muchas de contenido religioso con estampitas y personas que rezan por la familia. A algunos les gustaría que les contesten y la inmensa mayoría manda a la familia fuerzas y ánimo. «Todos nos sentimos muy orgullosos de vosotros por vuestra valentía y coraje». Otros se lamentan de «no poder hacer algo más que escribiros».
«Era 1997 y no había redes sociales. Había una enorme indignación colectiva y la única manera de encauzarla era enviar estas cartas», explica María Jiménez, que se volcará en su digitalización y divulgación gracias a una beca de la Fundación Víctimas del Terrorismo. Jiménez aspira a contar «cómo cambia la historia» con estas cartas y «cómo Blanco se convierte en un símbolo».
María Jiménez
Profesora de la Universidad de Navarra
La primera impresión de Jiménez tras bucear en el material es que «el terrorismo comienza a verse como algo que nos afecta a todos y no sólo a algunos». Es un salto del que hablan muchas misivas. «Dicen algunos que a los vascos no nos duele todo lo que ha pasado antes y no es verdad. Pero lo de Miguel ha sido la gota que colma el vaso». «Sabed que el domingo en Basauri no cabía nadie más y ayer lunes todo el pueblo salió a la calle». «En Sestao no faltó nadie en la manifestación, salvo los que estaban de vacaciones. He llorado más desde el 10 de julio que en toda mi vida». «Hemos rezado el ángelus en Renteria y hemos guardado una hora de silencio».
«Por mi trabajo me ha tocado vivir muy de cerca la muerte de Miguel Ángel, se que a él no os lo devolverá nadie pero pienso que su muerte nos ha conmocionado a todos de tal forma que de hoy en adelante ha comenzado el principio del final del miedo»
La propia Marimar Blanco y Cristina Cuesta, directora de la Fundación Miguel Ángel Blanco, aprovecharon su visita a Ermua por el 25 aniversario del secuestro y asesinato para ir al garaje familiar y encontraron estas cajas. Allí fue donde aparecieron también las dos baterías de Miguel Ángel y, posteriormente, su guitarra, posters y calendarios de sus admirados Héroes del Silencio y su maletín de trabajo, hecho de piel, que forma parte de la muestra que se expondrá la Universidad de Navarra.
Cristina Cuesta recuerda que «fue muy emocionante abrir las primeras cajas y sentir la solidaridad que despertó». La denuncia era rotunda y unánime. «Es la materialización del espíritu de Ermua», valora. El día en que media España se puso a escribir cartas por un hombre condenado a muerte en el que veían a su hijo, a su novio, o a su hermano. .
«Sé que están pasando unos momentos muy difíciles, tristes y furiosos. Momentos llenos de ira, momentos de desprecio, momentos de aplicar la 'Ley del Talión', esa que dice: ojo por ojo y diente por diente. También yo pienso en ello. Pero si aplicamos estas palabras a rajatabla, nos convertiríamos en algo semejante a lo que son 'ellos', y he ahí la gran diferencia, NO SOMOS NI QUEREMOS SER COMO ELLOS»
Entre las cartas, no faltan aquellas adornadas con el lazo azul, que pasó de ser un símbolo que reclamaba la libertad para Miguel Ángel a convertirse en un auténtico emblema por la paz y el final definitivo de la violencia.
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Rocío Mendoza, Rocío Mendoza | Madrid, Álex Sánchez y Virginia Carrasco
Sara I. Belled y Clara Alba
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