Una de las explicaciones que repite más el actor Antonio Banderas en Estados Unidos es la de los capirotes de los cofrades ibéricos en Semana Santa. En América, está asociado al Ku Klux Klan mientras que en España es un signo identificativo de ... las procesiones y, en algunos casos, de cofradías concretas. Sin embargo, hay una relación tenebrosa con los torturados y ejecutados puesto que el atuendo cónico procede de la Inquisición.
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El cucurucho o caperuz encuentra en el protocolo del Santo Oficio su origen. Aunque en 1351 las Cortes de Valladolid ya mencionaron a capirotes y tabardos como prenda de abrigo masculina, fue afinales del siglo XV cuando los hombres y mujeres que eran juzgados por la Inquisición se vieron obligados a vestir el capirote o coroza. Entonces, servía junto en conjunto con el sambenito para señalar a los acusados en público como penitencia con una tela que les cubría la cara, el pecho, parte de la espalda y la cabeza con el particular sombrero. El atuendo se completaba con pintadas figuras alusivas al delito cometido o a su castigo con diferentes colores que evolucionaron del rojo y azul iniciales. «La penitencia tenía que ser anónima, no debía saberse quien era la persona que la hacía, y el capirote iguala a todos, no se sabe si la persona que se oculta tras la caperuza es alta o baja...», explicaba el historiador valenciano Francisco Amat en ABC.
El pintor Franciso de Goya reflejó en algunas de sus obras ambas aplicaciones. En su 'Auto de Fe', que compuso entre 1812 y 1819, representa un juicio por parte del Santo Oficio dentro de una iglesia. En 'Procesión de flagelantes', el óleo dibujado en la misma época, ofrece un ritual de fervor católico en que los 'disciplinantes' se fustigan golpeándose las espaldas en señal de penitencia.
Una vez abolida la Inquisición, las hermandades sevillanas adoptaron en el siglo XVII el gorro cónico que siempre estuvo asociado a una finalidad penitencial. De hecho, la iconografía de los siglos XIV y XV mostraba en torno a los fallecidos «un cortejo de plañideros con ropas negras con la cabeza metida bajo una capucha como el capirote de los penitentes», recuerda el historiador Phillippe Ariès en 'Historia de la muerte en Occidente'.
La primera corporación que incluyó un capirote acabado en punta en su vestimenta reglamentaria fue la hermandad de San Juan de Letrán y Nuestra Señora de la Hiniesta, en el siglo XVII. La costumbre se extendió pronto a otras ciudades españolas y portuguesas para sus procesiones. La forma cónica -con diferentes tamaños y diámetros- paso a identificarse en las procesiones con el deseo del religioso de acercarse al cielo.
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Aunque está asumido como una tradición que en la mayor parte de las cofradías efectúa las procesiones con los gorros cónicos, el rey Carlos III obligó a que todos los cofrades desfilaran con el rostro descubierto a finales del siglo XVIII. Durante un siglo, la obligación real persistió y hasta el fin del XIX no se permitió a quienes desfilaban con capirotes o capuchas volver a taparse la cara.
Los capirotes han evolucionado a lo largo del tiempo y hoy suelen fabricarse con materiales y formas que ayudan a sostener el cucurucho sobre la cabeza y a mejorar la ventilación para rebajar el sufrimiento del cofrade. En Sevilla, las agrupaciones del Silencio y del Gran Poder cuentan con cucuruchos de hasta 1,15 metros de alto. Las tipos también son diversos: capuz de habichuela, capirote caído, tercerol...
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Además, los deberes asociados a la vestimenta son numerosos. Por ejemplo, está prohibido acceder a la catedral de Sevilla durante la procesión si no se porta el correspondiente capirote. Son toda una serie de protocolos que difícilmente podrían haberse pensado cuando la Inquisición adaptó la peculiar cubierta.
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