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Higinia Garay
Renacer a los 19 años

Renacer a los 19 años

Error fatal. Las dos jóvenes que fueron intercambiadas en el año 2002 en el Hospital San Millán de Logroño esperan los resultados del ADN para poder conocer su verdadera identidad y rehacer sus vidas. «Deben ser conscientes de que no han vivido la vida de otra persona, sino la suya», apuntan los psicólogos

luis javier ruiz

Domingo, 12 de septiembre 2021, 00:39

María y Ana no se llaman así. Son los nombres ficticios bajo los que se esconden las identidades de dos jóvenes que nacieron a mediados del año 2002 en el desaparecido Hospital San Millán de Logroño y cuya historia ha acaparado durante esta semana los titulares de medio mundo. Nadie sabe en qué momento sucedió, pero desde que salieron del paritorio camino de la sala de incubadoras y hasta que fueron entregadas a sus familias alguien acurrucó a María en la cuna de Ana y viceversa. Fue un «error humano», lamentó la consejera de Salud de La Rioja, Sara Alba, asumiendo que nunca se sabrá quién lo cometió. María se enteró de que no era quien pensaba ser en 2017; Ana, a principios del 2019.

En apenas un instante, los pilares sobre los que se asentaban sus vidas se derrumbaron y afrontaron un proceso de reconstrucción vital al que sólo le falta colocar una pieza, la que debe llegar desde el Instituto Nacional de Toxicología: la prueba de ADN realizada en noviembre del 2020 a María y a su supuesto padre biológico. Todos los actores del caso intuyen el resultado. Cuando llegue ese informe y si se confirman esas predicciones (el escenario contrario podría ser caótico), ambas volverán a nacer y, a falta de una máquina del tiempo que permitiera enmendar aquel error, podrán, al menos, conocer su verdadera identidad. Un renacer en plena adolescencia.

María no sabe quiénes son sus padres desde el 2017. Las discapacidades e incapacitaciones total o parcial de sus progenitores formales (no biológicos) hicieron que se criara con su supuesta abuela materna quien, cuando ella tenía 15 años, reclamó una pensión de alimentos al presunto padre. Aquella petición acabó en una prueba de ADN que negó dicha paternidad y borró su nombre de la partida de nacimiento de María. Otro test similar (privado y sin, por ahora, consecuencias registrales) también confirmó que su supuesta madre tampoco fue quien le alumbró.

Desde entonces, su vida está repleta de interrogantes. En ese momento, explica Elena Anguiano, psicóloga sanitaria y experta en psicoterapia con niños y adolescentes, se rompieron las tres ideas disfuncionales a las que, pese a saber que lo son, todos nos aferramos por aquello de la supervivencia. «Pensamos que el mundo es justo, predecible y seguro porque necesitamos agarrarnos a algo. Cuando algo así sucede, todo eso se rompe y dos más dos dejan de ser cuatro». Hay que empezar a reescribirlo todo.

La primera en nacer fue Ana. Cinco horas después lo hizo María. La primera fue a la incubadora 1; la segunda, a la 2. Cuando pasaron a la zona de cunas, recalaron en la número 5 y en la 6. Casi de la mano. Nadie se dio cuenta de que Ana fue puesta en los brazos de la madre de María y viceversa. Durante 19 años las dos jóvenes han intercambiado sus vidas algo de lo que, de no haber sido por aquella demanda de alimentos, nunca se habrían enterado.

Ni una sola duda en dos décadas: «Si hubiera existido cualquier sospecha, no habríamos llegado a esto, se habría reaccionado en su momento, obviamente», explicaba esta semana el presunto padre biológico de María, al que un día, meses después de quedarse viudo, le citaron en el despacho del Fiscal Superior de La Rioja para ponerle al corriente del caso. Fue, decía gráficamente, como colarse en el reparto de una película meliflua.

Interiorizarla

Afrontar esa noticia, como lo es trasladársela a unas adolescentes de 15 o 17 años, es complicado. Mucho más interiorizarla. Se puede encajar como si de un duelo se tratara y desarrollar una sensación de pérdida de toda la estabilidad de que se disfrutaba, pero también puede alumbrar una especie de reconciliación, de liberación, al ver cómo las piezas vitales que nunca habían encajado encontraban, por fin, su lugar en el rompecabezas, argumenta Elena Anguiano, que sostiene que ambas jóvenes tienen ante sí un mismo reto, «encontrar un punto de anclaje», e idéntico punto de partida: «Deben ser conscientes de que no han vivido la vida de otra persona, sino su propia vida. Por mucho que se planteen cómo podría haber sido su vida, nadie se la va a poder devolver».

Esa es una de las claves de su renacer en plena adolescencia: el borrón y cuenta nueva es imposible y lo vivido, vivido está, no hay marcha atrás. Anguiano cree que en un caso como el de las bebés intercambiadas hace 19 años existen similitudes con el descubrimiento por parte de un niño de que es adoptado, lo que se traduce en que más que un proceso de reconstrucción vital deben afrontar uno de integración.

«Deben integrar esa nueva realidad en su vida, asumir que todo esto ha ocurrido» y añadirlo a su mochila vital. No es, incide, hacer tabla rasa, algo imposible cuando de la ecuación no se puede eliminar el aspecto sentimental. «Los afectos por quienes pensaban que eran sus padres, por los supuestos abuelos que han cuidado de ellas durante su infancia siguen estando ahí por mucho que un papel diga que no son familia».

El problema es que para ese proceso de reconstrucción ni existe una guía de actuación ni tiene una duración determinada: «Cada persona, cada víctima, responde de una manera diferente. Hay quien tiene una capacidad de resiliencia increíble y enseguida está bien y quien necesita ayuda profesional. Se trata de reescribir tu vida, de querer a ese padre que no conoces, a ese abuelo, a esos hermanos que acabas de encontrar, a tu madre que se ha ido y que nunca conocerás, a vivir un duelo por ella que no has pasado... Lo tienen que integrar porque es algo que nunca se podrá olvidar».

Cuando a los 15 años las raíces de María se esfumaron, solicitó a la justicia ser declarada mayor de edad y trasladó a la Consejería de Salud de La Rioja una pregunta: ¿Quién soy? La administración riojana hizo de Sherlock Holmes, cotejó los datos de trece partos registrados en fechas próximas a su nacimiento, estudió datos médicos, comprobó grupos sanguíneos (el ADN también reveló que el grupo de María no era el que recogía su historial clínico), eliminó de la lista a los varones, a los que no pasaron por las incubadoras y concluyó que solo pudo ser intercambiada con Ana.

Perdonar

Asumir ese error y reaccionar ante él es la segunda derivada de su renacer. «Es importante también el papel que juega la capacidad para perdonar, que ni es fácil ni es obligatoria. Pueden entender que ha existido un error humano, pero no se puede obligar a nadie a perdonar. El principio fundamental en todo este proceso que tienen que afrontar es el respeto hacia sus decisiones y la empatía. Ellas deben marcar qué es lo que necesitan y la sociedad debe ser un colchón para ellas. Igual necesitan visitar un paritorio. En ese caso, ¿quiénes somos nosotros para negárselo?», dice Anguiano.

Más aún cuando su vida se derrumba como un castillo de naipes en plena adolescencia, un momento «en el que se está configurando qué van a ser en el futuro y tienen dudas». No es, en todo caso, ni el mejor ni el peor momento para afrontar algo así: «Cada momento es diferente. Habrá quien necesite contarlo y quien no lo precise. Todo es muy relativo y todo depende de la forma de ser de cada uno», añade la psicóloga.

Otra fase es el futuro. Habrá a quien le pase factura y habrá quien consiga incorporar el episodio del intercambio sufrido en su vida sin mayores consecuencias. Pero siempre habrá episodios especialmente complicados. «Quizá un día sean madres. ¿Cómo lo van a gestionar? Puede ser muy fácil o muy difícil, pero tienen derecho a que sea todo lo difícil que ellas quieran».

A expensas de que el ADN arroje luz sobre la pregunta fundamental del caso, sobre la mesa existe también una petición de indemnización a la Consejería de Salud de La Rioja de 3 millones de euros. El expediente está paralizado, como todo, a la espera de que el Instituto de Toxicología dé señales de vida, pero existe una propuesta de resolución que ofrece 215.000 euros. «Una compensación puede ayudar a mitigar el dolor. No tanto la económica como un reconocimiento de que se ha cometido un error, de que se han equivocado. No soluciona el problema, es solo un paso». Porque, ¿cuánto valen 19 años de vida?

Cambio en los apellidos, en las herencias...

Más allá de la mella psicológica que el intercambio pueda dejar en las dos jóvenes que ahora esperan conocer su verdadero origen, un error como este supone una prolija relación de efectos colaterales en el ámbito jurídico. El primero de ellos, es automático, recuerdan desde el Palacio de Justicia de La Rioja: «Cuando por sentencia se determina el cambio de filiación de una persona, automáticamente se da traslado al Registro Civil para que realice las modificaciones e inscripciones necesarias». Es lo que sucedió en el caso de María, en cuya partida de nacimiento solo figura quien ha sido su madre formal durante estos años (que no la biológica).

Si se confirma el error, María cambiará de apellidos y tendrá una nueva identidad meses después de hablar cumplido los 19 años. Será el momento de trasladar esa nueva filiación a toda la documentación oficial que está a su nombre (títulos educativos, identificativos, propiedades, etc.) y a todos los registros oficiales. No solo ahí, la nueva relación también tendrá consecuencias en lo que a efectos sucesorios se refiere en cuestiones de legítima.

Pendiente queda por resolver la filiación de la segunda joven (Ana). Hasta el momento todas las pruebas de ADN que se han realizado, tanto judicial como extrajudicialmente, han sido para cotejar la identidad de María. Las dos primeras acabaron descartando la relación biológica con quienes ella pensaba que eran sus padres; la tercera es la que determinará si es hija de quien todos los indicios señalan.

En el caso de Ana, apuntan fuentes del caso, no se ha hecho análisis alguno. Además, la mayoría de edad de ambas relaja las consecuencias que podría tener para ellas en cuanto al lugar de convivencia, sostienen fuentes judiciales.

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