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«La vida de Bruce era una mentira continua. De la mañana a la noche. Pero Caitlyn no tiene secretos, es libre». Quien con tanto entusiasmo se manifiesta es Caitlyn Marie Jenner, antes William Bruce, medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Montreal'76, ... automovilista consagrado en los vertiginosos peraltes de las 24 horas de Daytona, padrastro de las extravagantes Kardashian, publicista de éxito y 'celebrity' televisiva. Pero la procesión va por dentro. Bruce tuvo que esperar hasta los 65 años para gritar al mundo que estaba «harto de esconder su pene», de «robar el maquillaje a sus hijas» y de «ocultar las bragas y el sujetador» bajo el traje de tres piezas con que el hombre de negocios se presentaba al mundo. El mismo que, pese a sus éxitos deportivos y empresariales, se sentía acomplejado en los más hondo de su fuero interno. Una mujer prisionera en un cuerpo de hombre, declaró.
Ahora Caitlyn se postula para la gobernación de California, donde esta neoyorquina (Mount Kisco, 1949) ha residido la mayor parte de su vida. Y lo hace bajo el paraguas republicano con la firme determinación de convertirse en la primera mujer transgénero que accede al cargo en Estados Unidos. Tampoco es que sea el primero del clan Kardashian en alimentar esas ínfulas. El verano pasado era Kayne West, rapero bipolar, diseñador de Adidas y adicto al porno, quien flirteó con la idea de dar el salto a la Casa Blanca mientras Kim, su aún esposa, revolvía cielo y tierra para internarlo en un psiquiátrico y poner coto a tanto despropósito.
A lo largo de su trayectoria, Caitlyn ha dado sobrados motivos para que se la considere un verso libre. Y no sólo por la valentía que demostró cuando anunció su cambio de sexo desde las páginas del Vanity Fair, donde lucía como una diosa fotografiada por Annie Leivobitz (en la portada con un top de color crema; en las páginas interiores, con chupa negra de cuero y un corpiño apretado hasta la asfixia,). Ahora que da el salto a la política, Caitlyn advierte que se siente conservadora en lo fiscal y liberal en cuestiones sociales. Como quien le pone una vela a Dios y otra al diablo. Suenan aún los ecos del portazo que le dio a Donald Trump, cuya elección apoyó para sorpresa del colectivo 'trans' pero de quien no dudó en desmarcarse cuando advirtió «profundas discrepancias».
La estilizada Caitlyn, larga melena y rasgos afilados, se ha lanzado a la refriega política con la determinación de un bulldozer. Su cuenta de Instagram es toda una declaración de intenciones, rematada por un admonitorio 'I'm in! California is worth fighting for' (Estoy dentro. California merece que luchen por ella). En ella arremete contra 'establishment' encarnado por el actual gobernador, el demócrata Gavin Newsom, a quien acusa de «mantener a la población encerrada en casa» por la pandemia, «mientras él no pierde oportunidad de salir a cenar con sus amigos lobistas».
Es éste, el de la emergencia sanitaria, el terreno de juego sobre el que Caitlyn parece haber planteado su asalto al poder, apelando al coraje de sus conciudadanos para sacar de escena a los políticos de Sacramento que se han atornillado a la poltrona. Les responsabiliza de la devastación que estrangula a las pymes como consecuencia del estricto cierre de negocios, de que una generación entera de chavales haya perdido un año de educación y la oportunidad de socializar como es debido; también de que los impuestos sean demasiado altos. «No es demasiado tarde», afirma con la fiereza de alguien a quien se ha revelado una zarza ardiendo y se ve llamado a cumplir una misión.
Si algo deben tener claro los rivales de Caitlyn -entre los que se cuenta la actriz porno Mary Carey desde las filas independientes- en estas elecciones revocatorias, planteadas como un referéndum, es que a este activista transgénero no le gusta perder ni a las canicas. Ya lo demostró en Montreal, donde el en otro tiempo musculoso Bruce obtuvo cinco de las diez victorias de la modalidad de decathlon mientras su primera mujer, Christie Crownover, le jaleaba desde la grada. Lanzamiento de disco, 400 metros, salto de pértiga... lanzó la jabalina 2 metros más lejos que su rival directo, el soviético Yuri Avilov.
Su triunfo incontestable en plena Guerra Fría le encumbró en casa y abrió una trayectoria exitosa en televisión, que empezaría con 'Chips' y alcanzaría su cénit con el reality 'Keeping up with the Kardashians', en antena desde hace 20 temporadas y en el que actuaba con su esposa Kris, de la que se divorciaría en 2013, dos años antes de que saliera del armario. Un anuncio que llevó a su prole a marcar distancias, abriendo un abismo en su relación que aún hoy perdura.
Bruce se ha casado tres veces y ha tenido dos hijos de cada relación, incluidos Kendall y Kylie, de sus más de veinte años de matrimonio con Kris. Seis vástagos a los que hay que sumar Kim, Kourtney, Khloé y Rob, los hijos de Kris con el abogado que defendió a O. J. Simpson, y que Bruce adoptó como propios. «Tengo la esperanza de que Caitlyn sea mejor persona de lo que lo fue Bruce», le reprochó uno de ellos después de que su progenitor le mostrara los pechos en un arranque de sinceridad.
Sea como fuere, las jugosas revelaciones de Bruce -ya para todos Caitlyn- volvieron a auparle al olimpo del papel couche, abriendo un desfile de apariciones en televisión desde el show the Diane Sawyer hasta 'I am Cait', su éxito más celebrado. Hablaba sin tapujos de los tratamientos hormonales y las operaciones quirúrgicas a las que se había sometido para cambiar sus facciones y eliminar al oscuro pasajero que habitaba en su entrepierna.
Fue entonces cuando su deriva exitosa sufrió el mayor embate. A Caitlyn le ha gustado siempre la velocidad y cuando embistió por detrás a un coche que estaba detenido, matando a su ocupante, abrió un serial de litigios que acabaría de manera tan abrupta como comenzó, con un juez desestimando los cargos y arrojando una sombra de duda sobre mujer que aspira ahora a emular a Arnold Schwarzenegger al frente del 'estado dorado'. Cree que lo puede manejar. Al fin y al cabo, lo peor no es que hablen mal de uno. Lo peor es que no hablen.
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