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J. J. GUILLÉN
«No somos tan buenos como creíamos; ahora toca arremangarse»
José Luis Gómez | Actor y académico de la Lengua

«No somos tan buenos como creíamos; ahora toca arremangarse»

Se metió valiente en la piel de Celestina y se lleva de perlas con la vida, pero hoy mira a la clase política española y, con las palabras de Manuel Azaña, se dice a menudo: 'Permítame, su señoría, que me sonroje en su lugar'. Con 'Mío Cid' saldrá de gira por todo el país

Domingo, 28 de marzo 2021, 01:11

Su voz es inconfundible. Esa voz que recita lo mismo a Juan Ramón Jiménez -«Raíces y alas. Pero que las alas arraiguen y las raíces vuelen»-, que se convierte en llanto afilado. Actor, director de escena, fundador y alma del Teatro de La Abadía, académico ... de la Lengua y un ser raro en un mundo extraño. Dice José Luis Gómez (Huelva, 1940): «Perdí la inocencia, pero las ilusiones no las perdí porque tampoco me hice tantas». Se conoce bien, nos conoce bien. Ha dado majestuosamente vida a Manuel Azaña ( 'Azaña, pasión española'), ha buceado en los misterios del olvido encarnando a Luis Cernuda, hizo historia transformándose en un simio profundamente humano -en 'Informe para una academia', de Franz Kafka-, prestó su alma a Celestina y nos ha hecho subirnos con la piel erizada en 'El barco ebrio' de Arthur Rimbaud.

Su voz no tiene edad cuando proclama al tiempo que huye: «La tempestad bendijo mi despertar marino». Toda una vida actuando, siendo otros, buscándose, emocionando, ganando y perdiendo batallas contra sí mismo y contra el mundo, en cuyos teatros ha buscado la perfección. Toda una vida en los mejores escenarios, asumiendo retos, con los mejores autores -Calderón, Brecht, Beckett, Dürrenmatt...-, dirigido por algunos de los más grandes, tanto en cine como en teatro: de Carlos Saura a Milos Forman pasando por Almodóvar y sus 'Abrazos rotos', película en la que se mostró en encendida carne viva; y de Stavros Doufexis a Krystian Lupa, pasando por Roberto Ciulli, que lo dirigió en 'El principito'.

Gómez, que en agosto será homenajeado en el 51 Festival de Teatro de San Javier, y por cuyo trabajo en 'Pascual Duarte', de Ricardo Franco, recibió en 1976 la Palma de Oro al Mejor Actor en el Festival de Cannes, es crítico, autocrítico, avispado, complejo; puede tocar el cielo y al instante descender al infierno. «Yo no he elegido esta profesión solo para vivir de ella, sino también para vivir para ella y con ella», afirma. Ahora se ha embarcado en 'Mío Cid', el espectáculo con el que realizará una gira por todo el país.

- ¿Nostálgico?

- No, no, en absoluto. Ahora mismo estoy viviendo un momento de total gratitud por todo lo que he vivido y por las personas extraordinarias con las que me he ido encontrando, muchas de las cuales me han ayudado; incluso agradezco haberme encontrado con aquellas otras con las que he tenido diferencias, porque me han enseñado a respetar la diferencia, o a aguantar la crítica e incluso la desavenencia. Es un momento estupendo el que vivo, y casi me avergüenza decirlo ahora, con esta pandemia que tanta infelicidad ha traído a tanta gente. Pero a mí me ha servido para viajar hacia dentro y para encontrarme a mí mismo. Cierto es que tengo la suerte de disfrutar de muy buena salud y que, bueno, todo me sonríe.

- ¿En qué momento estamos como sociedad?

- Como sociedad, vivimos un momento de revelación: no somos tan buenos como creíamos. La Tierra tiene grandes particularidades, bellezas y ventajas, pero al mismo tiempo nuestros defectos son muchos y nos tenemos que arremangar para corregirlos. Ahora toca que nos arremanguemos todos. No, no es cierto eso de que somos tan buenos; tampoco lo son ni nuestro sistema de salud, ni nuestras instituciones.

- ¿Y la política?

- Estamos en un momento muy difícil de la política española, cuyo ejercicio se ha convertido en una manifestación continua de desavenencia, de descalificación, con las peores palabras y los peores supuestos; como diría don Manuel Azaña, 'permítame, su señoría, que me sonroje en su lugar'. Es un momento complicado, pero que es posible corregir con buena voluntad, con buena mano. Por otro lado, es algo bueno y revelador que nos hayamos dado cuenta de que nos necesitamos muchísimo, urgentemente, los unos a los otros. Y esto es importante en una sociedad que cultiva claramente el egoísmo, y lo estimula, junto a la acumulación de dinero y las ventajas para unos y no para todos.

- ¿Qué es fundamental para progresar?

- Un buen sistema educativo; y, en ese sentido, la 'ley Celaá', que puede tener defectos, lo que propone fundamentalmente es favorecer la igualdad en la educación. De la gran cantidad de críticas que ha recibido, creo que muchas de ellas no tienen el suficiente fundamento, e incluso dudo de que las personas que han ejercido una crítica hacia ella, manifestándose desde un coche, se hayan leído la ley entera. Una ley que aumenta un 139% los recursos para la educación pública; y la educación pública propugna la igualdad, y la igualdad es algo que necesitamos. Y digo lo que pienso sin acritud y como ciudadano de una España que me duele y complace al mismo tiempo, un país muy grato que también tiene muchas imperfecciones; como las tienen otros países, sí, pero a nosotros nos toca ver lo nuestro y saber qué hacemos con lo nuestro. Siento que nuestro país merece la pena mucho, y que debemos contribuir a hacerlo mejor con la fuerza de cada uno.

«Documento grandioso»

- ¿Qué le seduce del 'Cantar del Mío Cid?

- Es la primera gran obra de la literatura española escrita en una lengua romance, y es un documento grandioso. En él, Rodrigo Díaz de Vivar no repara su honor arremetiendo contra los que lo mancillaron, o apoderándose de sus bienes como era uso en la época, sino que se atiene a las reglas más estrictas del derecho entonces en vigor; es por antonomasia un héroe mesurado y de rasgos humanos extraordinarios, como manifiesta, por ejemplo, en el amor y en el respeto inmenso que tiene a su mujer y a sus hijas. También es de destacar la amistad cívica que profesa a sus amigos, vasallos y seguidores, y la lealtad institucional a su rey. El comportamiento del Cid nos puede servir de enseñanza. Además, forma parte de la memoria colectiva española y es un mito fundacional; eso sí, mal utilizado por unos y otros en favor de sus preferencias. En el momento en que se está haciendo España, en el siglo XI, se está haciendo también la lengua, y la lengua es el umbral para todo. La lengua es el portal al conocimiento y a la comunicación, y que ambos gocen de buena salud es muy conveniente.

- ¿Cómo consigue usted estar tan animado?

- Sin que deje a uno de habitarle una gran desazón, lo consigo porque creo que la resistencia es enormemente productiva. El ser humano, a lo largo de su evolución -por supuesto que muy incompleta-, se ha forjado siempre al hilo de la resistencia. Hay un libro que me encanta pregonar, 'El elogio de la infelicidad', de Emilio Lledó, que documenta muy bien cómo, desde los griegos, el hombre realmente se ha ido forjando a través de la resistencia que ofrece la vida a los deseos de cada uno, a las expectativas, al cumplimiento de las satisfacciones que cada yo solicita. Esa resistencia es, como le decía, enormemente productiva, aunque también es dolorosa. Sin embargo, cuando uno sufre de manera inconsciente, ese sufrimiento no es productivo; pero cuando hay sufrimiento y se asume, se vuelve productivo. También habría que especificar de qué sufrimientos hablamos, claro. Lo digo en general y de forma muy respetuosa para aquellos que sufren mucho más que yo.

«Conectado con el todo»

-¿Hoy qué defiende?

- Defiendo que cada acción que se haga evite muy conscientemente lo que pueda repercutir negativamente en otros. Trato de que la más leve acción cotidiana o profesional sea productiva también para otros. Nos olvidamos de que esta cosa tan rara que son los seres humanos, que se reproducen y desaparecen del planeta y lo abonan desde hace miles de años, forman parte de él. Cada acción nuestra repercute de alguna manera en el todo, aunque no seamos conscientes de ello ni podamos abarcarlo. Yo, de un modo muy modesto, trato de estar conectado con el todo, y que esa conexión se traduzca en acción.

- ¿Lo peor qué es?

- Lo peor que tenemos los seres humanos es el desmedido e inconsciente egoísmo que nos habita. Y egoísmo viene de ego, que es una parte absolutamente necesaria para constituirse, pero que luego se convierte en el gran problema de la evolución de la persona.

- ¿Qué se deben mutuamente usted y su oficio?

- Volcado en él, a veces he logrado que sea arte. Es un oficio antiguo, muy antiguo, una artesanía antigua y esencial que, a veces, puede ser arte. Un oficio que me ha dado un vislumbre sobre la vida y sobre el vivir que no hubiera conseguido a través del ejercicio de otra profesión. Le estoy infinitamente agradecido.

- ¿Y el paso veloz del tiempo?

- Ya no queda mucho tiempo, esa es la verdad, pero creo que ha sido fantástico; sí, ha sido fantástico estar en la existencia. Si hago balance de mi vida, el balance es jubiloso.

- ¿De qué procura no olvidarse?

- De mis deudas de amor, de afecto, de todo lo que me ha sido dado, de todo lo que me ha sido regalado, de todo lo que quizás no he merecido y, sin embargo, he recibido; y ha sido muchísimo y muy bueno.

- Dígame en qué confía.

- En los afectos que consuelan, y también en algo que yo llamaría 'la fuerza de la vida'. Esa fuerza que nos anima a todos, que recorre todo, que anima el planeta, que está animando nuestros cuerpos mientras hablamos ahora mismo, que está animando al árbol que tengo enfrente; esa fuerza de la vida es enormemente consoladora y en ella confío.

- ¿Qué se ha propuesto no dejar de hacer cada día?

- ¡Ejercicio! Tengo en casa un sitio acotado, al que no sé si podría llamar gimnasio, donde voy regularmente y hago mis ejercicios. Procuro que no pase un día sin hacerlos.

- ¿A qué teme José Luis Gómez?

- Tengo mucho miedo a dejarme cegar. En los últimos años he tenido la fortuna de poder hacer un esfuerzo por verme tal y como soy, sin demasiadas ilusiones, con la mayor honradez posible. Y tengo miedo a que este pulso, este interés y este afán me abandonen y me dejen ir.

«Estar atento»

- ¿Qué se propone?

- Hacer cada cosa lo más a fondo posible y con la mayor atención posible. La atención es un don divino; cuando uno está atento a cuanto le rodea y, al mismo tiempo, es consciente de uno mismo, eso es un don. Lo que nos hace verdaderamente humanos es que podemos estar atentos.

- ¿Encantado de haberse conocido?

- [Ríe] No me detesto, aunque tampoco es que me quiera muchísimo. Me respeto porque sé que me he esforzado decentemente, pero desde luego no estoy enamorado de mí, ni muchísimo menos. Me miro con una distancia saludable y no dejo de ver las tonterías que hago; las que hacen los demás también las veo, claro. Pero eso no es motivo para rechazarme, comprendo que soy una máquina bastante imperfecta.

- ¿En qué se nota cambiado?

- Con las debilidades, he sido muy intolerante y poco comprensivo en el pasado. Ahora las comprendo cada vez más. Bueno... con la pereza. Soy un perezoso nato, que está luchando constantemente contra su pereza. La pereza, cuando la veo fuera, la objeto muchísimo. La pereza es algo contra lo que hay que combatir.

- ¿De qué no nos damos cuenta?

-De que estamos habitados por pensamientos involuntarios la mayor parte del tiempo, y eso es muy preocupante. Cada tanto tiempo es conveniente preguntarse: '¿Estoy pensando o estoy siendo pensado?', '¿estoy o no estoy presente?'.

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