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Guillermo Fernández ostenta el grado capitán honorífico del Ejército del Aire. Acaba de cumplir 101 años, gran parte de ellos dedicados a su pasión por la aeronáutica, donde hizo carrera. «Mi vida ha sido la aviación», recuerda el capitán Fernández, cuyo amor y entusiasmo por ... su trabajo no han mermado un ápice. «Me hubiera gustado ser piloto», asegura no sin algo de pena al recordar que desde bien joven le apasionaban los aviones. Pero como ocurría entonces en la mayoría de los hogares españoles de la posguerra «la economía en casa estaba muy complicada», indica.
En 1940 las Fuerzas Armadas españolas estaban prácticamente deshechas tras la Guerra Civil. Necesitaban una profunda reestructuración y una de las primeras consecuencias fue la creación del Ejército del Aire. Aquellos eran momentos en que los jóvenes eran llamados a filas y el servicio militar duraba años.
Uno de aquellos muchachos fue el sevillano Guillermo Fernández. Este joven tal vez no sospechaba lo que le iba a deparar la vida._La llamada popularmente mili representaba para miles de jóvenes una oportunidad única para salir de sus casas, conocer ciudades, gentes, podían aprender a leer y escribir o simplemente eran formados en una profesión.
Una vez en el cuartel el soldado Fernández se las ingenió para acercarse de alguna manera a los aeroplanos y dar rienda suelta a una pasión que ya sentía desde niño. De esta manera se incorporó como mecánico motorista de avión en 1940, coincidiendo casi con la creación del Ejército del Aire.
El año siguiente ya era soldado de primera, cabo en 1942, cabo primero especialista en 1948 y sargento especialista mecánico motorista en 1953. En 1962 ascendía a brigada y en 1973 fue nombrado subteniente del Cuerpo de Suboficiales Especialistas, alcanzando el empleo de teniente en 1977. Pasó a la situación de retiró en 1979, obteniendo en 1982 el empleo de capitán honorífico, las tres estrellas que hoy luce con orgullo en su uniforme.
La carrera profesional de Guillermo Fernández y la historia la del Ejército del Aire han ido paralelas. Cuando entró tuvo la oportunidad de conocer aeronaves únicas. Trabajó en el mantenimiento de la mítica Bucker de entrenamiento, el Polikarpov I-16 'Rata' de fabricación soviética o los Messerschmitt de origen alemán en la base de Tablada (Sevilla). Después llegaron los estadounidenses T-33, los F-86 Sabre y los F-5. Como tripulante acumuló 1.110 horas de vuelo. Participó en episodios tan singulares de la historia como la campaña en el Sáhara Español –en El Aaiún y en Gando– y en la propia evacuación de estos territorios ante la llegada de la Marcha Verde en 1975.
Toda esta trayectoria se refleja en el expediente del capitán Guillermo Fernández con 24 felicitaciones oficiales, tres cruces a la Constancia en el Servicio, una Cruz al Mérito Aeronáutico y Medalla de Ifni-Sáhara con Cinta Naranja.
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