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Vacío. Aspecto desangelado del aeropuerto de Palma. EP/EFE
Baño de realidad en las Islas Baleares

Baño de realidad en las Islas Baleares

descalobro por la covid ·

El efecto de la pandemia en el turismo desbarata un modelo económico de 50 años y convierte a una de las comunidades más ricas en la más castigada del país, con una caída del PIB del 24,3%, más del doble de la media nacional

Domingo, 2 de mayo 2021, 00:33

Isabel Bañuelos lleva un año en ERTE y lo mismo le pasa a su amiga Ana María Gibello. Ambas trabajan en el hotel boutique Antigua Palma, en la capital mallorquina, una como gobernanta, la otra, de camarera de piso. La primera, con una niña de ... 4 años, ha tenido que rescatar su plan de pensiones, «los cuatro duros que tenía y que se han evaporado», y su día a día es una «continua renuncia», como el curso de informática al que se había apuntado. «35 euros, ya ves tú». Ana María lo tiene bastante peor, separada y con un hijo adolescente, el alquiler se 'come' 550 de los 800 euros que ingresa al mes, «siempre más tarde de cuando llegan las facturas». Luz, teléfono... «Pedí un préstamo personal antes de que empezara esto y llevo tres meses sin pagar los recibos. A ver lo que aguanta el banco».

Están, dicen allí, 'bien fotut'. La pandemia fue el detonante y ligado a ella, las restricciones a la actividad y a la movilidad. Un drama que ha sacudido el país desde Cantabria hasta Andalucía, pero que ha resultado pura y llanamente devastador en Baleares, donde el turismo es el alfa y el omega, el pilar sobre el que se sostiene la actividad productiva. Y no una cualquiera, sino la que requiere de más contacto físico, lo que no tenemos desde hace doce meses.

Las cifras hablan por sí solas. Según la Fundación Impulsa, con sede en el archipiélago, el gasto turístico ha caído un 87,6% y la afluencia de visitantes lo ha hecho un 87,4%. Su director, Toni Riera, lo traduce: «El impacto económico de la exportación de servicios turísticos no alcanzó en todo el último año lo que suponen veinte días de un verano cualquiera».

Demoledor. Y más en una comunidad donde el 42% de su algo más del millón de habitantes viven directamente del turismo. No hace falta escarbar mucho para ver las consecuencias de esta sangría. Han cerrado 3.810 empresas y se han perdido 44.270 puestos de trabajo -y no han sido más porque los ERTE han sujetado las riendas de esta carrera desbocada-, lo que se tradujo este pasado febrero en una tasa de paro del 17% (muy alta para Baleares, que un año antes se situaba en el 9,91%, sólo por detrás de Navarra y el País Vasco).

EP/EFE

Así las cosas, el archipiélago ha retrocedido en 12 meses a niveles de 2001, convirtiéndose en la economía más castigada de todas las comunidades autónomas, con una caída del PIB del 24,3% (más del doble que la media nacional y cuatro veces superior al de la zona euro) y echando por tierra el 85% del crecimiento que había acumulado entre los años 2000 y 2019.

Un baño de realidad tremendo para Baleares, que no había contemplado un escenario como éste ni en la más descabellada de sus pesadillas. «En la práctica es la parálisis completa de la cadena de valor turístico, esencial -abunda Riera- no sólo en términos de motor de crecimiento, sino como cadena generadora de desarrollo y prosperidad». Una realidad que en el caso de las Islas, explica el catedrático de Economía Aplicada de la Univesitat de les Illes Balears, Jaume Rosselló, tiene una agravante: el enorme peso del turismo internacional, cortado de raíz como consecuencia de esas restricciones.

Sucede también en Canarias, cuyo modelo económico es un calco del balear. La debacle allí también ha sido importante, pero no tanto (en septiembre su caída de riqueza era del 13,4% frente al 21,3% de Baleares). Riera lo atribuye a una cuestión de calendario: «El estado de alarma se promulgó cuando íbamos a arrancar, justo antes de Semana Santa, mientras que en Canarias les pilló cuando estaban maximizando los frutos de su temporada alta».

«Lo que juega en contra de los canarios es su dependencia crónica de los touroperadores y la falta de creación de destino -apunta Ivar Yuste, socio de la consultora PHG Hotels & Resorts- y es su apuesta por el cliente de más poder adquisitivo lo que a la larga jugará a favor de Baleares». Yuste, que echa en falta mayor reinversión en los establecimientos, arremete también contra lo que no duda en calificar de «nefasta política» de la Administración que dirige Francina Armengol (PSOE), «que cerrando bares y restaurantes hasta hace sólo unas semanas ha puesto la puntilla al sector».

Rebote del segundo semestre

Más allá del turismo, lo ocurrido tiene su repercusión en todos los ámbitos de la economía de las Islas. A la caída del pilar fundamental sobre el que se sostiene todo -y el consiguiente efecto arrastre en otros sectores- se suma los estragos de la pandemia propiamente dicha, que no hace distingos y modula su impacto según el nivel de exposición internacional de las empresas. Por ejemplo el comercio y el transporte, recuerda José María Vicens, presidente del Cercle d'economía de Mallorca. También la industria, muy afectada por las restricciones en la cadena de suministro. O la construcción, fuera de juego durante el confinamiento y que «si ahora está aguantando es gracias a pequeños inversores y gente que adquiere una segunda residencia, alemanes en su mayoría», asume Rosselló. Quien más quien menos, todos tienen motivos para pensar que cualquier tiempo pasado fue mejor. De nuevo según datos de la Fundación Impulsa, todos los sectores se han desplomado, el que más servicios, un 26,2%, mientras que la industria ha caído un 13,2% y la construcción un 12,8%.

¿Qué repercusiones tendrá esta situación a medio y largo plazo? Los expertos consultados coinciden en señalar que se espera un rebote de la situación para el segundo semestre de este año, «lógicamente lastrado porque venimos de valores muy negativos. Primero hay que digerir la pérdida brutal del PIB y asumir que el proceso de recuperación será lento como consecuencia del fuerte endeudamiento que han acumulado lo mismo administraciones que empresas para afrontar lo que se nos venía encima. Hay que reconocer que las empresas empezaron la crisis con muy buenos ratios de endeudamiento, de solvencia, de liquidez, aunque lógicamente un tsunami de estas características ha sacudido todos los cimientos».

Esa misma cautela es la que lleva a Riera a vaticinar que habrá que esperar hasta 2026 para volver a la situación vivida hace año y medio, cuando nada nublaba un horizonte hoy lleno de brumas. «Y eso si no se producen daños colaterales del tipo restricciones de crédito, aumentos de inflación, incremento de tipos de interés... algo para nada extraño, porque si algo ha caracterizado a la pandemia es que no ha afectado a todos los territorios por igual. Habrá regiones que tardarán más en salir que otras y Baleares es una de ellas».

El mejor aliado

A la vista de la situación vulnerable en que se encuentra Baleares, ¿cabe pensar que el modelo económico debe cambiar? «Uno puede caer en la tentación de pensar que el turismo ha sido un mal aliado reflexiona Riera-, pero eso no sería cierto en absoluto. Es más, en crisis anteriores el turismo tal y como se concibe aquí ha sido el compañero perfecto: siempre tuvimos recesiones más cortas y menos profundas que otras autonomías, precisamente porque nuestro ciclo económico está más próximo al europeo que al español. Aquí el turismo, dicho de otro modo, no ha hecho sólo de motor, sino también de volante de inercia, lo que te permite seguir avanzando aunque no pises el acelerador. ¿Qué ha ocurrido ahora? Que ese volante de inercia se ha roto, lo que no había pasado jamás, por lo que habrá que adaptar el motor, algo que en condiciones normales ni se nos habría ocurrido».

Protestas en las calles. EP/EFE

«No podemos cambiar el modelo económico de la noche a la mañana -sostiene Antoni Mercant, presidente de la Cambra de Comerç de Mallorca-, un modelo que ha apostado durante 50 años, y ahora vemos que quizá erróneamente, por aumentar los turistas y la población que los atiende, lo que ha provocado una presión humana que satura el territorio y es causa de desequilibrios sociales y medioambientales». Un escenario «más robusto y equilibrado», reclama Vicens. «Hay que ver lo que ha ocurrido no sólo en clave de oportunidad, sino de necesidad».

Así las cosas, el turismo seguirá siendo un eje estratégico, pero con transformaciones, tanto en la demanda como en la oferta. «El nuestro es un modelo que descansa en mano de obra no necesariamente cualificada y donde se hace un uso intensivo de recursos naturales -añade Mercant-. El turismo que viene exigirá más especialización, estar menos dependiente de recursos naturales y más de la digitalización». Riera es de su misma opinión. La pandemia ha acelerado tendencias en materia de sostenibilidad, cambios de hábitos de los consumidores pero también en tecnología, lo que abre unas posibilidades de gestión y de estrategia que antes no teníamos».

En su contexto

  • 24,3% Porcentaje del PIB que ha perdido Baleares desde que estalló la emergencia sanitaria, lo que la convierte en la economía más castigada (la media española se sitúa en el 10,8%). Así, el archipiélago ha perdido el 85% del crecimiento que había acumulado entre los años 2000 y 2019, periodo durante el cual experimentó una subida del 35%. Dicho de otro modo, el PIB equivalente a 18 años.

  • Desplome inédito de viajeros e ingresos Con una población residente de 1,2 millones de personas, las Islas Baleares eran visitadas por 16 millones de turistas al año que hacían un gasto total de 16.489 millones de euros. En 2020, con los aviones en tierra, la afluencia se redujo un 87,4% y la cifra de gasto se redujo a los 2.658 millones.

  • 35,2% de ocupación media tuvieron los hoteles del archipiélago balear durante 2020, muy por debajo del 75,9% que se registró el año anterior, según datos del Instituto Nacional del Estadística (INE). En cuanto a las plazas disponibles, el panorama es más desolador si cabe: de las 360.786 de julio de 2019 se pasó a las 132.385 de hace diez meses. Las pernoctaciones son también un fiel reflejo de esta situación: de 58,1 millones a poco más de 5,7 millones.

  • Comportamiento de británicos y alemanes Los mercados británico y alemán experimentan descensos más acentuados que el nacional, por el cierre de fronteras durante el estado de alarma y las recomendaciones de algunos países de no viajar a territorio español. Los precios hoteleros registran descensos interanuales en todos los meses del 2020, con especial incidencia en agosto y septiembre. La estancia media también presenta una disminución en todas las islas, más acentuada en los establecimientos hoteleros que en los rurales o en los apartamentos turísticos.

  • 11,1% es la estimación de crecimiento del PIB que el consejero balear Llorenç Pou espera este año. Expertos consultados por este periódico calculan que las Islas no recobrarán su estado de forma prepandemia hasta 2026.

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