Assa Traoré, la memoria del racismo en Francia
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Hermana de un joven negro muerto tras ser arrestado por la Policía cerca de París, lidera el movimiento antirracista y se ha convertido en un icono de las movilizaciones popularespaula rosas
Domingo, 26 de julio 2020, 09:18
Los surfistas esperan a veces durante horas a que llegue la ola perfecta. Desde la orilla o en el agua, otean el horizonte cultivando la paciencia, atentos a los signos de la llegada de esa mole que les permitirá cabalgar su particular éxtasis de espuma ... y sal. Cuando la ola de indignación internacional generada por la muerte de George Floyd en Estados Unidos a manos de la policía llegó a Francia el pasado 2 de junio, Assa Traoré llevaba cuatro años preparándose para el momento.
Ese día, muchos parisinos solo tenían una cosa en mente: la esperada reapertura de las terrazas de los bares y restaurantes, cerradas desde hacía casi tres meses. Con las autoridades enfrascadas en la desescalada y muchos ciudadanos disfrutando de 'un verre en terrase', pocos prestaron atención a la muchedumbre que se iba concentrando a las puertas del Tribunal de Justicia de París. Liderando a esa masa de 20.000 personas estaba Assa Traoré, turbante orgulloso con motivos africanos, largas pestañas postizas y lengua afilada al megáfono.
Assa aún siente el vértigo de aquel día, que la ha convertido en un símbolo de la lucha contra el racismo en Francia. «No esperábamos que hubiera tanta gente, que el pueblo francés, de toda clase social, origen y edad, saliera como lo hizo para reclamar justicia. Pero no se llega así de la nada, llevamos mucho tiempo trabajando», explica a este diario.
Assa volvió a contar ese día a los congregados el motivo de la que se ha convertido en su lucha desde hace cuatro años. Su hermano Adama, de origen maliense como ella, fallecía el 19 de julio de 2016, pocas horas después de ser detenido por la policía el día en que cumplía 24 años. La familia está convencida de que la violencia utilizada en la detención está en el origen de la muerte. En la suya y en la de otros, antes y después de Adama, como Cédric Chouviat, Steve Maia Caniço, Zyed Benna o Bouna Traoré.
«Cuando pedimos justicia para Adama, pedimos justicia para todos los Adamas, para todo el mundo», defiende esta mujer de 35 años, madre de tres hijos, que ha dejado de lado su carrera como educadora para dedicar todo su tiempo a conseguir que la justicia francesa recalifique como homicidio voluntario los hechos que llevaron a la muerte de su hermano en la comisaría de Persan, a unos 60 kilómetros al norte de París.
Aquel 19 de julio, Adama y su hermano mayor Bangui paseaban por la localidad vecina de Beaumont-sur-Oise cuando se les aproximó una patrulla policial para realizarles un control de identidad. Según la familia, como Adama no llevaba encima su documentación personal, se asustó, huyó y se refugió en casa de un conocido. Allí consiguieron localizarlo tres gendarmes quienes, para poder arrestarlo, se echaron encima de él, aplastándolo con su peso. Pocas horas después, ya en comisaría, el joven fallecía.
Su duelo se ha convertido para Assa en una lucha. En lugar de replegarse en el papel de víctima, la muerte violenta de su hermano supuso un «despertar» para ella. Fundó el 'Comité Verdad y Justicia para Adama', que ha evolucionado hasta llegar a ser una auténtica brigada dedicada a la militancia antirracista. «Antes vivía en una burbuja. Su asesinato me convirtió en un soldado a mi pesar», repite Assa, que ha sabido metamorfosear el combate de una familia en algo que va más allá del caso individual, algo universal en el que muchos franceses se han visto identificados.
«Desde hace cuatro años nos hemos batido sin descanso, nos hemos pateado todos los barrios populares de Francia, hemos luchado contra todas las formas de discriminación, con las señoras de la limpieza, con los sin papeles... es un combate que nos afecta a todos, independientemente de donde vengas o de tu pertenencia religiosa», explica.
El racismo, alega, «es un problema sistémico en Francia, que tiene sus raíces en el pasado colonial. Es muy fácil decir que son solo algunos policías, que no todos son violentos, pero el problema va más allá. Hay que reformar todo el sistema». Según un informe del Defensor del pueblo francés, las personas de origen árabe o africano tienen 20 veces más posibilidades de ser objeto de un control policial que los blancos.
En paralelo a esa lucha callejera, otra batalla ha tenido lugar en los tribunales. El primer peritaje oficial descartó la responsabilidad de los agentes en la muerte de Adama, que atribuía a problemas previos de salud. Los agentes no han sido, por el momento, imputados. Sin embargo, otro informe médico presentado por la familia el pasado 2 de junio alega que la muerte se produjo por asfixia debido al placaje que le practicaron los gendarmes.
Las connotaciones de este peritaje cayeron como una bomba entre los 20.000 congregados ante el tribunal aquel día. El «no puedo respirar» de George Floyd en Mineápolis era el mismo de Adama en Beaumont-sur-Oise y su hermana, que supo ver a tiempo la ola que iba por fin dar un impulso a su lucha, no la desperdició.
Desde entonces, Assa Traoré ha perdido la cuenta de las entrevistas a medios internacionales que ha concedido -cuenta incluso con un equipo que gestiona las relaciones con la prensa-, la gente quiere hacerse selfis con ella en las manifestaciones, donde varios fornidos miembros del Comité Adama velan por su seguridad.
Su potente y cuidada imagen ha favorecido su transformación en icono -en las protestas se pueden ver hasta camisetas con su foto-, pero ha sido su tenacidad la que ha conseguido convertir la lucha contra la violencia policial y el racismo en Francia en un asunto de actualidad. «Es una responsabilidad -reconoce-, pero es un compromiso que hemos asumido, luchar por todos los Adamas Traoré».
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