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P. ALVEAR / R. AGUDÍN
Martes, 20 de diciembre 2022, 09:37
Por videoconferencia, desde el centro penitenciario de Mansilla de las Mulas (León), el moldavo Igor Postolache, de 30 años, siguió la comparencia celebrada en el Juzgado de Instrucción número 2 en la que se le dio traslado de su imputación como investigado en el asesinato de Érika Yunga, de 14 años ... . La estudiante del IES de La Ería se encontró con su verdugo en el portal de su vivienda, en Vallobín, quien le apuñaló de forma reiterada «asegurándose de causarle dolor» y posteriormente, agredió sexualmente. Sucedió el pasado 5 de abril.
Fue un crimen planificado, según sostuvo ayer la Fiscalía del Principado de Asturias. También, lo mantuvo la acusación particular, que representa a la familia de la pequeña y ejerce Luis Tuero: «Fue un asesinato con premeditación, alevosía, ensañamiento y delito de agresión sexual. La abordó en el portal, la apuñaló, la desnudó, la violó», por lo que pedirá la prisión permantente revisable en el escrito de acusación. Porque, detalló el letrado, «este caso cumple dos de los supuestos de la prisión permanente revisable: una víctima menor de 16 años y asesinato seguido de violación». Con uno de los dos valdría. «Asesinó a la niña de forma gratuita y horrorosa». Su familia sigue son su duelo.
Porque el procesado, explicó la Fiscalía, «había decidido acabar con la vida de la niña tiempo antes de ejecutar su acción y había estudiado sus movimientos». No en vano, se había trasladado al número 69 de la calle Vázquez de Mella semanas antes del crimen. Había estudiado «los horarios de entrada y salida de la menor de su domicilio», y sabía que regresaba del instituto a partir de las 14.40 horas. Su asesino tenía decidido ejecutar «su propósito criminal», preparando el escenario para ello aquel fatídico 5 de abril: «Había bajado todas las persianas de su vivienda», en el primer piso, «para que ningún vecino pudiera ver a través de las ventanas lo que iba a suceder minutos después», «guardado en el cajón de su mesita de noche una cinta de embalar color marrón y nueve bridas de color negro por si fuera necesario amordazarla». Y cogió «un cuchillo de once centímetros de longitud y dos de ancho». Con él, «escondió entre sus ropas», salió a la calle a esperar a la pequeña.
Como informó este diario entonces, Érika llegó a su portal acompañada por cuatro amigas, allí mismo se despidieron y la pequeña llamó al telefonillo. En su casa, la esperaba su familia para almorzar. Su padre le abrió la puerta del portal. La menor entró y «con ella el investigado, sin que se percatara de su presencia». Se dirigió al ascensor. Fue en ese momento cuando supuestamente Postolache «se abalanzó contra ella, por la espalda, de forma absolutamente sorpresiva», de tal forma, -continúa la Fiscalía-, que la pequeña no pudo prever el ataque ni, por tanto, defenderse. «Le asestó una primera cuchillada, mientras la empujaba hacia las escaleras tapándole la boca para que no gritara». La condujo escaleras arriba «sin dejar de atacarla a puñaladas para que no pudiera resistirse». Al llegar al primer piso, la arrastró por el suelo unos siete metros hasta su vivienda. En el interior, la llevó hasta el cuarto de baño, «donde la dejó gravemente herida». El autor se fue entonces a su cuarto y se desnudó. Regresó, a continuación, al lado de la pequeña: «Volvió a apuñarla y la agredió sexualmente».
Mientras sucedía el brutal crimen, el padre de Érika, ante la tardanza de su hija en subir al piso, pidió a uno de sus hijos que bajara al portal a buscarla. Se encontró, como recogió entonces este diario, un reguero de sangre que conducía a la vivienda de Postolache y la cazadora de Érika en el suelo.
A las 15.09 horas, una vecina de la planta llamó a la Policía Nacional, a través del 091, ante «los gritos desesperados» del hermano de la víctima, que «golpeaba con fuerza la puerta de la vivienda» del moldavo.
Una patrulla de agentes accedió al lugar de los hechos forzando la persiana de la ventana de la puerta. A las 15.20, sacaron a la menor del baño e intentaron realizarle operaciones de reanimación hasta la llegada de los sanitarios, que solo pudieron certificar su muerte.
Tal y como informó la Fiscalía, el asesino «propinó a la menor un número de puñaladas que excedieron las necesarias para producir su muerte, y solo lo hizo para asegurarse que causaba a la víctima un dolor y un sufrimiento absolutamente innecesarios». Para ello, «se sirvió de la gran fuerza física que presentaba frente a la víctima, al ser él un hombre de 30 años y complexión atlética y la víctima, una niña de 14 años y apenas 50 kilos de peso» .
El informe forense recoge que el procesado «presenta una inteligencia normal, comprende lo que ha sucedido y entiende perfectamente lo que está bien y lo que está mal», por lo que presenta «una imputabilidad plena, con rasgos narcisistas».
Desde el 8 de abril, Igor Postolache se encuentra en prisión provisional sin fianza por el brutal asesinato de Érika Yunga. Ahora, terminadas las diligencias de investigación, se abrirá un plazo para que las partes presenten sus escritos y calificaciones.
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