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El buque del Instituto Español de Oceanografía, Ángeles Alvariño, rastrea las aguas de Tenerife. EFE

Olivia y Anna, una prioridad para las fuerzas de seguridad durante 45 días

Se ha peinado tierra, mar y aire en busca de las pequeñas desaparecidas en Tenerife

a. a.

Jueves, 10 de junio 2021, 22:59

La angustia comenzó el 27 de abril. Desde ese momento la búsqueda de Olivia y Anna se realizó por tierra, mar y aire. Con todas las hipótesis sobre la mesa y con todos los medios necesarios para encontrarlas, allá donde su padre, Tomás Gimeno, las ... hubiese llevado. Varios de los testigos interrogados coinciden en que Gimeno se comportó de forma inusual aquel 27 de abril, en el que tenía a su cuidado a las pequeñas. Pero la investigación policial fue revelando movimientos aún más extraños, como cambios de bienes a su nombre en beneficio de terceras personas o donaciones de dinero.

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Las alarmas saltaron cuando no devolvió a las niñas a la hora fijada con la madre, de la que se había divorciado un año atrás. Los progenitores se cruzaron llamadas y mensajes esa tarde-noche del 27 de abril. En las primeras comunicaciones, Gimeno esgrimió excusas por el retraso respecto a la hora pactada. Estaban cenando, se disculpó. Más tarde, tras sucesivos llamadas y mensajes, advirtió a su expareja de que nunca volvería a ver a sus hijas.

La madre presentó ante la Guardia Civil la denuncia de desaparición y el dispositivo de búsqueda se desplegó en todos los ámbitos. Por mar, por tierra en la isla de Tenerife y por el extranjero. La esperanza siempre se sustentó en que el padre, en un arrebato de rabia por una separación traumática, hubiese secuestrado a las niñas.

Los peores presagios comenzaron a ganar fuerza apenas 24 horas después de la desaparición. La embarcación de Gimeno, un apasionado del mar y del submarinismo, fue hallada a la deriva y sin ancla frente a las costas de Tenerife. Las investigaciones giraron entonces hacía la lancha. La revisión de las cámaras de seguridad del puerto mostraron como el padre de las niñas zarpó en la embarcación por dos veces. En la primera cargó varios bultos y partió a la mar. Un par de horas después, regreso al puerto, compró tabaco y cargó un móvil que siguió conectado hasta que se perdió su señal de forma súbita tras poco tiempo de volver a partir. Ahora, se sospecha que la desaparición del contacto con el teléfono se debió a la súbita inmersión del aparato en el mar.

Se revisó la lancha con perros especializados. Una de las fincas de Gimeno se registró hasta los cimientos en repetidas ocasiones. Todo sin éxito. La posibilidad de que Gimeno hubiese arrojado al Atlántico a sus hijas cobró fuerza día tras día.

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Búsqueda en el fondo del mar

El buque oceanográfico Ángeles Alvariño llegó a aguas de Tenerife hace dos semanas. La tripulación y la Guardia Civil acordaron la zona a rastrear con un sonar y un robot especializado en aguas profundas.

La labor dio resultados, aunque no los que se hubiesen deseado. Este 8 de junio se informó de que se habían recogido a 1.000 metros de profundidad dos objetos: una funda nórdica y una bombona de buceador. Los análisis posteriores demostraron que ambos objetos pertenecían a Tomás Gimeno. El Ángeles Alvariño fijó a continuación el foco en un área determinada. Dos días después, detectó una bolsa atada a un ancla, supuestamente, el ancla desaparecido de la embarcación de Gimeno. En el interior de la maleta estaba el cuerpo de Olivia, su hija de tan solo seis años.

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