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El Servicio de Vigilancia Atmosférica de Copernicus (CAMS) revela que el agujero de la capa de ozono sobre la Antártida de este año ha sido el más pequeño de los últimos 35 años y se ha cerrado de una manera inusualmente prematura, según destacan ... los científicos de este organismo dependiente del Centro de Previsiones Meteorológicas a Plazo Medio de la Unión Europea.
Por lo general, el agujero de ozono se forma cada año sobre la Antártida durante la primavera austral -otoño en el hemisferio norte-. Este año su tamaño ha sido inferior al promedio y ha desaparecido casi por completo, de acuerdo con los datos del CAMS. Por lo general, el agujero en la capa de ozono comienza a formarse en agosto y alcanza su tamaño máximo en octubre, antes de volver a cerrarse de nuevo entre finales de noviembre y diciembre. En todo caso nunca es poco habitual que su cierre se produzca a principios de noviembre.
Esto es consecuencia al calentamiento estratosférico que ha tenido lugar sobre la Antártida, lo que «ha conllevado la formación de un vórtice polar -centro de bajas presiones- menos estable y más cálido de lo habitual, que se ha traducido en un menor empobrecimiento de la capa de ozono», explicó Antje Inness, científica sénior del CAMS.
El hecho de que el agujero de la capa de ozono haya sido excepcionalmente pequeño y que se haya cerrado antes de lo previsto «no indica que la capa de ozono se esté recuperando más rápido de lo esperado. Sencillamente, muestra la gran variabilidad que presentan los agujeros de ozono de un año a otro. La recuperación de la capa de ozono aún llevará varias décadas y los esfuerzos a escala internacional por monitorizar el ozono y las sustancias que agotan la capa de ozono desempeñan un papel fundamental a la hora de garantizar que nos mantenemos en el buen camino», puntualizó Vincent-Henri Peuch, responsable del CAMS.
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La capa de ozono protege toda la vida terrestre de los efectos perniciosos de la radiación solar ultravioleta (UV). A finales del siglo XX, las emisiones generadas por el hombre de sustancias como los clorofluorocarburos (CFC) y los hidrofluorocarbonos (HFC) -presentes aerosoles, refrigerantes, pesticidas y disolventes- dañaron la capa de ozono, produciendo los denominados agujeros sobre las regiones polares. Para combatir este fenómeno, 196 países y la Unión Europea firmaron en 1987 el Protocolo de Montreal que estipula la prohibición de las principales sustancias químicas que agotan la capa de ozono.
De esta manera la capa de ozono se va recuperando poco a poco y se espera que las concentraciones de ozono regresen a sus niveles anteriores a la década de 1980 antes de 2060.
Las sustancias que contienen bromo o cloro se acumulan en el vórtice polar, donde permanecen químicamente inactivas en la oscuridad. Las temperaturas en el vórtice pueden caer por debajo de los -78 grados centígrados y puede producirse la formación de nubes estratosféricas polares, que desempeñan un papel importante en las reacciones químicas. A medida que el sol sale por el polo, los átomos de cloro y bromo presentes en el vórtice pasan a estar químicamente activos y destruyen rápidamente las moléculas de ozono, lo que provoca la formación del agujero.
En 2019, el vórtice polar fue inusualmente cálido y más débil de lo normal, lo que conllevó una mayor mezcla con aire rico en ozono procedente de fuera del vórtice. Estos dos efectos limitaron la magnitud de la destrucción de ozono sobre la Antártida durante septiembre y octubre de 2019.
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