Teresa Gonzalo, magistrrada del Juzgado de Violencia contra la Mujer de Burgos. BC
25N Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer

«El agresor que golpeaba con la plancha a su mujer es el mismo que hoy la hostiga con las nuevas tecnologías»

Teresa Gonzalo, magistrada del Juzgado de Violencia sobre la Mujer de Burgos ·

Han cambiado las formas delictivas, las nuevas tecnologías vienen acompañadas de nuevas violencias, pero el sustrato no cambia, el agresor sigue queriendo dominar y controlar a su víctima | Los menores son los más vulnerables ante una realidad familiar de maltrato, sufren allí dónde esperan ser protegidos y de la mano de quién debería protegerlos

Miércoles, 25 de noviembre 2020, 08:18

El Juzgado de Violencia sobre la Mujer de Burgos cumple una década de intensa actividad. Diez años de asistencia a víctimas en los que la magistrada titular, Teresa Gonzalo, ha visto una evolución en los parámetros de la violencia de género. Cada vez llegan más ... víctimas jóvenes, incluso menores de edad, y sus casos son fruto de un uso nocivo de las nuevas tecnologías. Vivimos en una sociedad tan obsesionada con la conexión permanente que el control y la dominación que se ejercen a través de servicios de mensajería o redes sociales nos pasa desapercibido.

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Cuesta detectarlo como una nueva forma de violencia de género, así que ni se frena ni se denuncia, como tampoco se hacen las vejaciones, las amenazas y los hostigamientos a los que se ven sometidas a diario muchas jóvenes. La forma difiere, pero la esencia es la misma: un hombre que se cree con el derecho a dominar a su pareja, a humillarla y a controlarla, en una violencia psicológica que en muchos casos da paso a una violencia física (y en el extremo, al asesinato).

-¿Cómo está siendo este 2020 en el Juzgado de Violencia sobre la Mujer? ¿La pandemia ha disminuido la actividad o, por el contrario, se ha registrado un aumento de los casos?

-Durante los meses de confinamiento estricto hubo una reducción de los delitos, pero no solo de violencia de género sino de todos los delitos. También hubo una reducción importante del número de denuncias, que no quiere decir que no se cometiesen los delitos porque los de violencia de género muchos se cometen en vía pública pero otros en domicilios. Tras el confinamiento, la carga de trabajo ha vuelto a la normalidad.

-Por su experiencia, la pandemia ¿ha podido ocultar casos de violencia de género? O, incluso, ¿agravar situaciones, relaciones de pareja, actitudes de maltratadores que se desvelen como tal tras el periodo de confinamiento?

-Sí, lo estamos comprobando. El encierro agrava la agresividad del maltratador y victimiza más a la víctima. Hay muchos procedimientos en los que se puede observar, en la declaración de la víctima, que ha habido una mayor agresividad, que esta se ha acentuado. Y una mayor vulnerabilidad porque se convertía su domicilio en un lugar mucho más inseguro, del que no podía salir. La situación se ha hecho más complicada. Probablemente, en violencia de género, las consecuencias del confinamiento a efectos de la comisión del delito, para las víctimas, mujeres e hijos, las estamos viendo en las denuncias posteriores, a veces meses después.

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«El encierro agrava la agresividad del maltratador y victimiza más a la víctima»

-Situación complicada para las mujeres, pero también para los menores que conviven con ese maltratador

-La victimización de los hijos durante la situación de confinamiento es mayor, más agravada y complicada porque presencian de forma continuada una situación de maltrato hacia la madre y hacia ellos mismos. Así lo pudimos ver durante el confinamiento. El Juzgado de Violencia sobre la Mujer se mantuvo como un servicio esencial, no cerró en ningún momento, y durante el periodo de confinamiento estricto, donde hubo una suspensión de plazos procesales, la atención a las víctimas, órdenes de protección, medidas cautelares a los menores y detención de agresores se ha atendido sin ningún tipo de límite. Ahora bien, de lo que no se ha denunciado, lo que ha quedado oculto en el domicilio (por mi experiencia, creo que será mucho porque hay un porcentaje muy alto de violencia oculta), las consecuencias las estamos observando los meses después y las seguiremos observando en los meses venideros.

-Hablaba de violencia de oculta porque las denuncias, los casos que llegan a los juzgados e, incluso, los que traspasan esas fronteras y llegan al asesinato son solo la punta del iceberg de la violencia de género en España

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-Muchas veces nosotros, el juzgado, actuamos no por la denuncia de la propia víctima sino por intervención policial, por avisos de vecinos o viandantes, por un parte de lesiones de centros de salud u hospitales... Un porcentaje muy elevado de nuestra actuación no viene de una denuncia de la víctima, aunque luego esta quiera denunciar. Y por tanto hay un porcentaje muy importante de violencia que permanece oculta

-¿Qué podemos hacer como sociedad y, en concreto, desde el sistema judicial para aumentar las denuncias, para que las mujeres se atrevan a denunciar?

-El sistema judicial da una respuesta especializada, rápida y eficaz. No debemos de olvidar que hay un juzgado especializado en este tipo de delitos, para dar una respuesta integral. La violencia de género es un fenómeno mucho más complejo y la respuesta judicial es solo una parte. Tiene que haber una prevención, una educación previa y luego una parte posterior, que no acaba en el procedimiento judicial: el apoyo económico y social para la mujer y los hijos. A nosotros nos compete ver si se ha cometido un delito y desarrollar un procedimiento penal con todas las garantías, plantear unas medidas de protección para la mujer y los hijos, resolver los procedimientos de familia derivados de estos actos de violencia. Pero un fenómeno delictivo tan arraigado en la sociedad no se resuelve únicamente con una respuesta punitiva, se va a resolver con un conjunto de medidas más amplias, y precisamente para eso está la ley integral.

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«La comisión de delitos a través de WhatsApp, de redes sociales, para hostigar a la víctima, vejarla... Es un uso dañino de las nuevas tecnologías muy frecuente»

-En estos diez años que lleva en marcha el Juzgado de Violencia sobre la Mujer en Burgos, ¿se ha notado una evolución en positivo en la sociedad? ¿ Qué tipo de cambios se han detectado, en perfiles y formas de violencia?

-Hemos notado un cambio en el perfil de la víctima y en la forma de comisión de los delitos. Hay un porcentaje muy elevado de víctimas jóvenes, adolescentes y menores de edad (que en los primeros años del juzgado era residual), asociado a un uso indebido de las nuevas tecnologías. Complica la investigación y este uso indebido está acentuando los delitos, que son diferentes a los que veíamos hace diez años. El propio legislador ha introducido tipos nuevos para intentar dar una respuesta punitiva. La comisión de delitos a través de WhatsApp, de redes sociales, para hostigar a la víctima, vejarla... Es un uso dañino de las nuevas tecnologías muy frecuente.

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-¿No sabemos identificar un patrón de violencia de género en comportamientos como que nos controle el móvil, vigile cuántas veces nos hemos conectado al WhatsApp, si le hemos contestado rápido o no a un mensaje o cuándo ha sido la última vez que hemos tuiteado?

-Es cierto que hay muchas conductas de control y de dominio a través de las nuevas tecnologías, pero el primer paso para que la víctima pueda denunciar es que reconozca que hay una situación de control y de dominio. Y muchas veces, por la propia dinámica, no se reconoce. En los patrones de conducta de la gente muy joven se ve que hay una auténtica obsesión compulsiva por la conexión permanente. Y situaciones que van más allá de una comunicación ordinaria entre personas, y pasan las barrera de lo aceptable para entrar en el terreno del delito, porque hablamos de una coacción, de una amenaza, de un hostigamiento, incluso de forma reiterada y compulsiva. Estos comportamiento que exceden de lo normal para convertirse en punitivo, las víctimas no los reconocen porque se encuentran en un patrón de conducta que las está cegando. Hay una auténtica adicción, obsesión por una conexión y un control permanente a través de las nuevas tecnologías.

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-Igual que se detecta un cambio en el perfil de víctimas y en los delitos, ¿ha notado también que los maltratados sean más agresivos?

-Lo que hay es una evolución en la forma de cometer los delitos. Las nuevas tecnologías permiten al maltratador cometer el delito de forma distinta. Lo que hace cincuenta años se cometía con el palo de una escoba, pegando una paliza (que también existe hoy en día), ahora el agresor tiene otra forma de hacerlo, pero con el mismo fin. El agresor que golpeaba con plancha en la cabeza a su mujer (esto es un caso real) tiene el mismo fin que el agresor que hoy hostiga sin piedad a la víctima a través de las nuevas tecnologías. El fin es el mismo: control y dominación de la víctima.

«El agresor que golpeaba con plancha en la cabeza a su mujer tiene el mismo fin que el agresor que hoy hostiga sin piedad a la víctima a través de las nuevas tecnologías. El fin es el mismo: control y dominación de la víctima»

-¿Existe opción de reinserción real del maltratador? ¿De reeducación?

-Es lo que dice la ley y en ello estamos. No se puede despreciar. Las suspensiones a la ejecución de la pena privativa de libertad en casos de violencia de género (cuando el agresor condenado no entra en prisión porque se le va a suspender la pena, bajo premisas que recoge la ley) es porque existe la obligación de someterse a un programa sobre la igualdad y contra la violencia de género. Se está pensando en que el agresor tenga una reeducación y no sea un caso perdido, porque puede rehacer su vida con otra persona. Lo que se trata es que no tengamos una nueva víctima.

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-¿Corremos el riesgo de dar marcha atrás ante la aparición de posturas ideológicas que intentan banalizar la violencia de género, que hablan de violencia intrafamiliar, de violencia transversal, y ponen el foco en las denuncias falsas?

-La realidad es la que es. No podemos tapar el sol con un dedo. En el juzgado seguimos viendo, atendiendo y resolviendo asuntos, los procedimientos con todas las garantías y pruebas ahí están. Qué más deseable sería que no existiese ese tipo de delitos o fuesen residuales, pero los datos están ahí. Y uno puede hacer dos cosas: negar la realidad, intentando cerrar lo ojos, o asumirla e intentar dar una respuesta eficaz, adecuada y conforme a la ley. En España tenemos compromisos internacionales y tratados internacionales que son vinculantes, como el Convenio de Estambul. Y nosotros tenemos que cumplir la ley.

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-Imagino que, con la experiencia que dan los años, es fácil discernir cuándo estamos ante una verdadera víctima de la violencia de género y cuando ante ese número reducido de casos (0,013% de denuncias falsas en 2019) en los que una mujer intenta hacerse pasar por una víctima de violencia de género?

-No se puede actuar con prejuicios, ni estigmatizar ni poner etiquetas. Hay que valorar pruebas, escuchar las alegaciones de las partes. Y actuar de manera objetiva. Nosotros no vamos a valorar sensaciones, comentarios públicos, sino pruebas que están en el proceso. En mi caso, me preocupan mucho los hijos víctimas de violencia de género y reconozco que muchas veces me quitan el sueño porque son claramente los más vulnerables. Estos procedimientos tienen un componente humano porque las declaraciones (más de 500 al año) tienen un denominador común: el sufrimiento. Y eso se percibe y uno intenta tomar las medidas legales que corresponden entendiendo también el sufrimiento humano.

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«Sufrir la violencia en el lugar donde mayor protección se espera, y de quién se supone que debe recibir mayor protección, hace que la situación de vulnerabilidad sea más atroz»

-Se atiende ya a los menores como víctimas de violencia de género, porque durante muchos tiempo hemos puesto el foco solo en las mujeres

-Los hijos menores viven y crecen en un ambiente de violencia de género, en el lugar en el que se supone que el menor tiene que estar más protegido: el hogar familiar. Cualquier violencia contra un menor es detestable e injustificable, y quizás la más desgarradora. Sufrir la violencia en el lugar donde mayor protección se espera, y de quién se supone que debe recibir mayor protección, hace que la situación de vulnerabilidad sea más atroz. Es evidente que hay que poner el foco en los hijos menores de las víctimas de la violencia de género porque viven, crecen y respiran en un ambiente de violencia, y eso tiene enormes consecuencias en sus patrones de conducta. Estos menores tienen un enorme sufrimiento. Y si visualizamos esta situación del hogar familiar, creo que cualquier persona lo puede entender.

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