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Hablamos de altruismo y solidaridad. De brindar un momento de nuestra vida a un niño que necesita un hogar de acogida mientras se resuelven los problemas en su familia y puede volver a vivir con ellos con total normalidad. Es una labor completamente desinteresada, ... pero imprescindible. Y Cruz Roja cubre esa necesidad de la mano de familias valientes que deciden abrir las puertas de su casa a un niño o a un adolescente en apuros, dejando a un lado los miedos, las inseguridades y los prejuicios sociales.
«Es más la satisfacción que genera que el sufrimiento, porque existe pero es llevadero». Así se refiere David Pereira a uno de los miedos a los que se enfrentan las futuras familias de acogida, el miedo a la despedida cuando un niño vuelve con su familia. Es algo que suele echar para atrás. Y «claro que se sufre, pero la experiencia lo compensa totalmente», insiste David, quien antepone las satisfacciones del día a día, lo que aporta el niño a la familia y la ayuda que se le presta a la tristeza lógica de la despedida.
David Pereira, junto con su mujer Almudena Navalón y su hija de ocho años Cloe, son una de las familias de acogida con las que trabaja Cruz Roja en el programa de acogimiento familiar de la Junta de Castilla y León. En Cruz Roja llevan más de treinta años gestionando este programa, con equipos de psicólogos y trabajadores sociales en cada provincia, encargándose de la formación de las familias, así como de la asistencia y el seguimiento de los procesos de acogida temporal.
El programa de acogimiento familiar de la Junta de Castilla y León, pionero en España, tiene más de treinta años de vida. En los años 80 se firmó el primer convenio con Cruz Roja, para que fuese la organización social la que se encargase de su gestión. Ahora, en cada provincia, Cruz Roja dispone de un trabajador social y un psicólogo, que se encargan de atender, formar, asesorar y acompañar a las familias.
El programa atiende a niños, de 0 a 18 años, que por diferentes motivos tienen que salir de sus casas. Su caso llega a la Sección de Protección a la Infancia y, de ahí, determinan cuál es la mejor opción. Si se opta por el acogimiento familiar, se busca una familia que encaje con sus necesidades, en cualquier provincia de la región. «A veces se necesita poner un poco de espacio entre los niños y su familia», explica Marta Tovar.
El acogimiento siempre es temporal, cuanto más corto mejor, porque la Junta trabaja al mismo tiempo con las familias para normalizar su situación y que los niños puedan volver con ellas. Por ese motivo también existe un régimen de visitas que las familias de acogida deben cumplir estrictamente, para que los pequeños no pierdan el contacto, y todo bajo la supervisión de los técnicos regionales.
Para ser familia de acogida no existen requisitos especiales. «Hay que querer y estar disponibles», asegura Tovar. Se debe acudir a Cruz Roja y, ahí, asistir a un curso de formación, en el que se aborda el acogimiento, los recursos de los que se dispone, se conocen testimonios de familias, se prepara la llegada de los niños, la despedida… «Las familias cuentan sus experiencias, malas, buenas y regulares. Nosotros no pretendemos vender el programa como una cosa de color de rosa, somos realistas».
Si tras la formación, la familia decide que quiere seguir adelante se hace una valoración y se remite la información a la Junta, para que la analice y la incluya en el registro. Cruz Roja siempre está ahí para las familias, para atenderlas, ayudarlas y hacer un seguimiento del acogimiento. Marta Tovar insiste en que el programa está vivo, se puede entrar y salir, pedir descansos, pues la realidad de las familias puede cambiar. Hay familias que hacen la formación, explica Tovar, pero no se implican de manera inmediata. La que no lo tiene claro es mejor que no siga adelante hasta que no esté preparada.
«La idea del acogimiento es ayudar a un niño en un determinado momento; cuanto más corto mejor. No podemos pretender que esté con nosotros para siempre porque tiene otra familia», explica Marta Tovar, responsable de Familias de Acogida en Cruz Roja Burgos. Tovar pide romper con todos los estereotipos y prejuicios que suelen rodear al programa de acogimiento familiar, precisamente a animar a las familias burgalesas a colaborar, pues no hay nada peor que saber que un niño está esperando una familia de acogida.
Esta trabajadora social insiste en que los niños de acogida «no tienen por qué ser problemáticos», simplemente vienen de un hogar con problemas y de una familia que necesita una ayuda puntual. «Las familias biológicas los quieren con locura, otra cosa es que sepan atenderlos», explica Tovar, así que el acogimiento no es cuestión de darles un cariño que no tienen en casa, sino de mostrarles cómo es vivir en una familia normal. Y ayudarles a sentirse igual que los demás, integrados con padres y hermanos.
«Si no les enseñamos a vivir es una familia normal es difícil que puedan poner en práctica ese modelo cuando sean adultos», recuerda Tovar, así que la tarea de las familias de acogida es ofrecerles un hogar lo más normalizado posible. Se trata de «incorporar a una persona más a la rutina familiar», afirma David, asumir un compromiso que requiere de algunos sacrificios, pero nada más. «Hay gente muy válida, y si se atreviese a dar el paso y quitarse esos miedos…».
David insiste en que, cuando llega un niño a casa, no hay tiempo para pensar en la despedida. «Hay que entender que el niño también está sufriendo por separarse de sus padres», eso es lo prioritario. Así que toca integrarlos en la familia, como un miembro más, con sus derechos y sus obligaciones, porque no debe de haber privilegios en el trato. «No podemos tenerlo entre algodones, no tiene por qué ser especial», afirma Tovar, ni las familias tienen que cambiar su vida porque se trata de ofrecerles una familia tal como es.
Y los niños de acogida dan problemas, traen preocupaciones, pero nada que no se viva con un hijo propio. El acogimiento familiar no es un cuento de hadas, es la vida tal como es, y siempre pesa más la satisfacción del día a día con los niños. David afirma que, a veces, se siente más egoísta que altruista porque «me aporta mucha más satisfacción personal». Es más, afirma que una vez superados los miedos, «el acogimiento familiar engancha porque aporta mucho a tu vida».
«En el fondo, el acogimiento es muy sencillo», insiste David, que ya ha pasado por varios procesos, es un veterano «valiente», asegura Tovar. David y Almudena empezaron a acoger tras casarse en 2001 y se embarcaron en el programa con un niño de diez años, con el que todavía mantienen contacto y que es como el hermano mayor de la familia. Luego llegó su hija biológica, Cloe, y pararon un par de años como manda el protocolo para atender a la pequeña.
Desde ahí han acogido a cinco niños más, algunos bebés y otros más mayores; algunos han vuelto con sus familias (y mantienen contacto con ellas, más o menos estrecho) y otros han acabado adoptados. «Lo ideal es que vuelvan con sus familias, es lo mejor», insiste David, y eso siempre reporta mayor satisfacción. Y es algo que tienen, o deberían tener, muy claro las familias de acogida. Son temporales, salvo casos concretos, en los que un acogimiento puede derivar en una adopción.
Marta Tovar reconoce que hay familias que se acercan al programa de Cruz Roja con un sentimiento de paternidad incumplido, y el acogimiento no sirve para llenar ese vacío. Se trata de ayuda a un niño en un momento de su vida; es una ayuda puntual y temporal. El acogimiento debería durar menos de dos años, así lo contempla la ley. Si dura más, pasa a ser un acogimiento permanente, pero en la mente de todos está el retorno con la familia, con unas garantías mínimas, porque dónde mejor están los niños, con los suyos.
Marta Tovar insiste en que no hay un perfil definido de familia de acogida. «Todas tienen su espacio para poder acoger» tanto por la edad de los niños (el acogimiento abarca de 0 a 18 años, bajo protección, y de 18 a 21 si para entonces no han podido retornar con su familia), como por las posibles implicaciones familiares. La acogida puede ser a tiempo completo, solo durante los fines de semana, de periodos de descanso… «Es un programa totalmente abierto, vivo», afirma la trabajadora social.
«Cualquier tiempo que se dedique a los niños es tiempo bien empleado», afirma David Pereira. Eso sí, la decisión de acoger debe tomarse en familia, teniendo en cuenta la opinión de los hijos biológicos (si los hay), pues pueden sentirse desplazados. Y también atender cómo lo va a llevar el resto de la familia, sobre todo los abuelos, si son mayores, porque los niños deben integrarse plenamente en la familia de acogida, sin sentirse excluidos. Y sin que la familia cambie sus hábitos o relaciones sociales.
En el caso de David Pereira y Almudena Navalón fue una decisión fruto de su vinculación al mundo del voluntariado social. Antes de casarse, David y Almudena y eran voluntarios y, una vez como pareja, decidieron buscar un programa conjunto. Ahora, la pequeña Cloe está totalmente implicada. Mientras la familia pasa por uno de los necesarios periodos de descanso, Cloe ya está preguntado cuándo llegará a casa un nuevo niño de acogida, un hermano más para una hija única que no lo es.
David asegura que el acogimiento familiar le ha aportado a Cloe madurez y responsabilidad. Así que no se arrepiente de su aventura. Es más, la considera imprescindible, y afirma que se le ponen los pelos de punta cuando sabe que hay niños esperando a que les asignen una familia de acogida, porque no hay suficientes para todas las demandas que se generan en Castilla y León. Y eso que la bolsa es regional, es decir, que se busca a la familia que mejor encaje entre todas las de Castilla y León.
En Burgos, hay 12 niños a la espera, de 7 a 17 años, mientras que la bolsa cuenta con 21 familias que están acogiendo, 4 disponibles y 10 en suspensión. Marta Tovar recuerda que ser familia de acogida no supone nada. Consiste en acudir a Cruz Roja, asistir a los cursos de formación, tenerlo claro y, si no se encuentra ningún inconveniente, entrar en la bolsa. Sin embargo, «es muy triste que un niño no pueda tener una familia de acogida» y tenga que estar esperando a conseguirla.
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