«En los abusos, la Iglesia tiene una responsabilidad particular, que queremos asumir»

- ¿Qué diagnóstico hace del mismo?

- No es fácil hacerlo porque hay muchos elementos a considerar y situaciones regionales distintas. Pero al menos me atrevo a decir que es una Iglesia sana, serena, débil y con la necesidad de profundizar en nuestra identidad. Estamos en una coyuntura histórica que recorremos con incertidumbre y deseos de servir a la sociedad. No queremos ser beligerantes en lo político. Queremos cumplir con nuestra misión, con especial atención a los más pobres.

- La influencia social de la Iglesia cae con rapidez. En diez años, las bodas canónicas han pasado del 45% del total a menos del 20%. ¿Podrá revertirse esa situación?

- En lo que se refiere a los matrimonios hay un proceso sociocultural de desinstitucionalización. Hoy nos encontramos con parejas del mismo sexo que se llaman matrimonio, divorcio exprés, jóvenes que conviven sin intención de casarse... Esto lleva consigo una inestabilidad en su vida que afecta a los hijos, la familia y la sociedad en su conjunto. Estamos ante un foco de problemas de nuestra sociedad. Deberíamos estudiar la cuestión porque fuera de la familia hace mucho frío...

- Hay más datos. Más de la mitad de los nacidos son bautizados, algunos menos hacen la primera comunión y ahí desaparece su relación con la Iglesia. ¿Qué sucede?

- Varía por zonas pero el proceso de iniciación cristiana que va del bautismo a la confirmación se resiente si no tiene el soporte de la familia. Se ve lo que sucede tras la primera comunión. En el contexto actual es muy difícil profundizar en la fe y continuar lo iniciado.

- Volvemos a acercarnos a la religión en los funerales.

- Sabemos que moriremos y eso resuena en el fondo de nuestra conciencia. La muerte es una meta que va proyectando su sombra en forma de angustia, de miedo. Cada persona es única, no tiene vida de repuesto; tiene su dignidad y eso queda marcado por ese hecho que es la muerte. Por eso es normal que el sentido de la vida aparezca ahí, en la proximidad de la muerte. Lo contrario sería vivir de manera superficial.

- La Iglesia tiene una labor asistencial muy grande, se ha visto de manera especial en estos meses. ¿Cree que se aprecia en su justa medida?

- A veces sale en los medios, con imágenes de gente que hace cola para esperar ayuda de una institución de la Iglesia. No buscamos titulares ni apariencia, pero es cierto que no debería quedar oculto. En ocasiones esa actividad no es conocida. O se oculta intencionadamente. La Iglesia la lleva a cabo y a nadie se le niega la ayuda que pide, dentro de nuestros medios. Se necesita pan y acogida.

- ¿Y la educación? Aproximadamente el 15% de los escolares españoles acuden a centros religiosos. ¿Qué importancia da la Iglesia a esa actividad?

- Ha sido muy relevante desde el origen mismo de la Iglesia. La pedagogía no se podría escribir sin tener en cuenta la aportación de muchos fundadores de órdenes religiosas, que atendían a los pobres y a la educación humana y cristiana. La educación forma parte de la misión de la Iglesia, y por eso pedimos libertad para desarrollarla. La fe no se puede imponer, pero tampoco se puede impedir.

- Los fieles que acuden a los templos son cada vez mayores y los sacerdotes, también. ¿Qué es hoy más difícil de renovar?

- No se pueden separar ambas cosas. Algunas diócesis han tenido en otro tiempo extraordinaria abundancia de vocaciones. Pero la penuria vocacional viene de lejos y no ha cedido. Y la de los fieles se relaciona con ese proceso de dificultad en la iniciación cristiana del que le hablaba antes.

- ¿Imagina una España en la que la mayor parte de sacerdotes fueran extranjeros?

- No lo veo de inmediato. Pero no supondría mayor problema. Durante mucho tiempo fueron enviados de aquí sacerdotes y lo son hoy a otros países. En la Iglesia nadie es extranjero ni extraño.

- En muy pocos años el Papa deberá sustituir a casi la mitad de los obispos. ¿Qué perfil deberían tener los nuevos?

- El Papa va concretando ese perfil poco a poco. Después del Concilio se hizo y también Juan Pablo II. Hace falta un obispo misionero, abierto a un mundo nuevo y complejo. Que sepa compartir y dar juego, que escuche, que promueva la colaboración. Que esté cerca de los indigentes y los pobres. Que sea servicial y no esté apegado al poder.

- El coronavirus ha hecho que muchos fieles sigan durante meses la misa en TV. Quizá no sea fácil que vuelvan a las iglesias.

- Yo mismo he presidido la Eucaristía dominical durante el confinamiento, que se emitía en la TV regional de Castilla y León, y se dobló la audiencia. La seguían familias enteras constituidas casi en 'iglesias domésticas'. En este sentido, los medios de comunicación han prestado un excelente servicio.

- ¿Pero?

- Pero la misa debe ser presencial en la medida de lo posible. En estos meses hay personas con miedo a salir de casa y les cuesta ir de nuevo a las iglesias; son evidentes las dificultades para retomar la vida de siempre con normalidad. Tendremos que ver qué podemos hacer para que la asamblea no quede reducida una vez pase la pandemia.

- ¿Teme el empuje del islamismo por efecto de la inmigración?

- Cuando llega un inmigrante lo hace con todo, incluida su fe. Y tiene derecho a desarrollar su vida de creyente. ¿Por qué no se van a construir mezquitas? Debemos tener el máximo respeto a la libertad religiosa, sin fanatismo. También para los inmigrantes rige nuestra Constitución. Y si piden clase de religión islámica en las escuelas, habrá que facilitarla. ¿Por qué no?

- Hay algunos temas (casos de pederastia, inmatriculaciones...) que han enturbiado la imagen de la Iglesia. ¿Cree que la institución ha sido todo lo transparente que debería ser?

- En febrero de 2019, el Papa convocó a los presidentes de las distintas conferencias episcopales para hablar sobre el problema de la pederastia. Yo asistí como presidente de la española. Allí compartimos la conciencia de una gran responsabilidad ante las víctimas y sus familias. Todos (la Iglesia, la familia, la sociedad) hemos llegado tarde a librar de un silencio opresor a menores, víctimas de abusos sexuales, de poder y de conciencia.

- Habla de una posición de años pasados.

- Ahora buscamos transparencia y que se tomen medidas para evitar tales abusos. El abuso de los niños va contra lo que aprendemos de Jesús en el Evangelio, por eso la Iglesia tiene una responsabilidad particular que queremos asumir y vamos asumiendo con decisión.

- ¿Y las inmatriculaciones?

- Si alguna no se hizo bien, que se revise. Y si no, que se cambie la ley. También hay quejas a propósito de asuntos de mecenazgo e IBI; son cosas que están en la ley y otras asociaciones sin ánimo de lucro, como partidos y sindicatos, y otras muchas, se acogen a ellas. Lo que no entendemos es que se haga bandera con ellas solo contra la Iglesia. Le aseguro que la Iglesia no busca privilegios.

- La Iglesia se ha visto en medio de algunos conflictos en los últimos años: sobre ETA y el independentismo catalán, por ejemplo. ¿Cuál debe ser su postura?

- Hay que distinguir entre nacionalismo, independentismo y terrorismo. Nos une como ley fundamental la misma Constitución, que surge de la Transición, que fue un proceso de reconciliación y fue votada por todos, también en Cataluña. No entendí el vuelco que tuvo lugar y me causa sorpresa lo que allí está sucediendo. Yo creo que debemos volver al espíritu de la Transición, que es de reconciliación y de paz.

- ¿En qué sentido?

- Si algo debe ser cambiado en la Constitución, que se reforme por los cauces previstos, pero se trata de no introducir tensión y rupturas en la sociedad. La Iglesia no es beligerante en este punto. Al revés, debe ser fermento de reconciliación y diálogo, dentro del marco general y al servicio del bien común. Lo otro es fuente de intranquilidad y empobrecimiento; cuando hay tantas cosas que construir y reconstruir no nos gastemos en pendencias ni andemos a la greña.

- ¿Cómo es la relación con el Gobierno?

- Correcta. Nos hemos mantenido cada uno en su responsabilidad y sus competencias. El Gobierno sabe que la Iglesia será contraria a algunas cosas, como por ejemplo una ley sobre la eutanasia. Pedimos cuidados paliativos, que no se ponga como argumento a favor de la eutanasia la crueldad del dolor. El paciente necesita fármacos, cercanía de los parientes y auxilio espiritual.

- ¿Qué le parece el concepto de 'muerte digna'?

- ¿Qué es una muerte digna? A veces se usan eufemismos para no decir lo que realmente es.

- ¿Cómo ve desde su puesto de cardenal la actuación del Papa Francisco y algunas resistencias que está encontrando, sobre todo en iglesias como la estadounidense?

- Estoy en comunión profunda con él. El Papa Francisco es reformador que ha continuado la línea iniciada Benedicto XVI en lo relacionado con los abusos. Otro campo de su actuación es a favor de la transparencia y contra la corrupción económica. Queremos manifestar a Jesucristo pobre entre los pobres. No queremos medrar, ni hacer 'carrera', queremos servir dentro de nuestras posibilidades. Pero se ve que la defensa de pobres, migrantes y refugiados crea dificultades y algunos se oponen de manera más o menos latente. Los papas ejercen un servicio insustituible en la Iglesia y a favor de la Humanidad. En estos momentos en que faltan líderes, el Papa sí lo es.