Durante diez meses, los mayores han vivido una soledad que en algunos casos venía ya de atrás s.g.

Los abuelos solos recurren al notario

La pandemia y el confinamiento han disparado el número de consultas de personas mayores dispuestas a desheredar a sus descendientes, hartos del desinterés que despiertan en ellos y de un abandono que en ocasiones roza el maltrato

Domingo, 13 de diciembre 2020, 00:24

Rafael Saavedra (Vigo, 70 años) acaba de desheredar a sus dos hijas. Lo ha hecho en el marco de la pandemia, harto de que todos sus intentos por restaurar la relación rota hace 21 años al divorciarse de su madre, se demostrasen infructuosos. Incluso ... hay una nieta por ahí a la que no conoce. Tomó la decisión «porque les doy igual, sabiendo como saben lo que estoy pasando». Tiene un 43% de discapacidad, sufre una enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) y diabetes, lo que le convierte en grupo de riesgo para el Covid. Pero Rafael no está solo. Tiene otros dos hijos varones que se quedaron a su lado, uno de los cuales vive con él y le cuida. «Me dice que no salga sin mascarilla, le preocupo», desliza mientras hace tiempo para ir al psicólogo, que le trata la depresión. También dos nietos en Lugo, con los que ahora, en tiempos de confinamiento perimetral, habla por videollamada y que son «la luz de mi vida».

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El caso de Rafael es uno entre cientos, un fenómeno que se ha disparado durante la emergencia sanitaria, abonado por los meses de soledad y que ha sido la puntilla para muchos abuelos con relaciones familiares deficitarias a las que el aislamiento ha dado, sencillamente, tiempo para pensar en cómo dejarlo todo atado para que los que queden cuando él ya no esté no impugnen sus últimas voluntades. La casuística es inabarcable, desde la madre que no ha sabido de sus hijos en 20 años hasta el hombre al que su vástago mete en un geriátrico y que al poco descubre que ha vendido su casa a espaldas suyas. Del dinero, igual que de las visitas prometidas, ni rastro.

La Asociación Cultural de Mayores de Fuenlabrada, ACUMAFU, se ha convertido en un faro a nivel nacional para todas esas personas que constatan con disgusto que no cuentan para sus seres -en teoría- próximos. El año pasado lanzaron una campaña para impulsar los desheredamientos, tras detectar que el marasmo judicial -17 comunidades autónomas, cada una con un modo distinto de hacer frente a este escenario- representaba un muro infranqueable para quienes, a estas alturas de la película, están más por la labor de que les faciliten las cosas que de que se las compliquen.

AFP

«El año pasado recibíamos 45 llamadas al mes de mayores interesándose por cómo desheredar a un hijo, ahora con la pandemia son ya 220», explica el presidente de ACUMAFU. Para Marcelo Cornellá, «vivimos en una sociedad egoísta de la que están desapareciendo valores como cuidar de nuestros mayores. Gente que sólo demanda caricias y que hablen con ellos, y para quienes ver reunida a la familia es su mayor satisfacción. Una recarga de pilas emocional de la que muchos carecen». El resentimiento bebe de muchas fuentes. «Discusiones que se han ido enquistando con el paso de los años, nueras que no quieren cuidar de la madre de su marido, nietas a las que no dejan ver... También padres que no se comportaron de jóvenes como se esperaba de ellos, convirtiéndose ellos en causa del futuro distanciamiento...», explica Cornellá.

Muchos de estas personas acaban en residencias, algunas tras someterse a una operación delicada o de padecer una enfermedad que requiere de atención constante; otras a las primeras de cambio, como quien se quita un trasto de encima. Y no todos lo encajan igual. «Esta decisión a veces es la excusa para emprender un proceso de inhabilitación, donde el mayor ni siquiera puede llamar a un notario para cambiar el testamento, porque sus hijos le han prohibido hasta llamar por teléfono».

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La legítima, hasta dos tercios

¿Es posible desheredar a un hijo? Sí, pero nada fácil. Desde el directorio de abogados Iuris Now recuerdan que los derechos sucesorios de los hijos están protegidos por el ordenamiento jurídico español, que determina que los hijos y sus descendientes son herederos forzosos de los padres. Esto significa que tienen derecho a la 'legítima', una parte del patrimonio de la que el testador no puede disponer libremente y que representa hasta dos tercios de la masa hereditaria. Sin embargo, como el 'heredero forzoso' lo es en base a la ley, debe cumplir una serie de normas específicas si no quiere verse privado de lo que le corresponde.

«Para saber cuáles son hay que sumergirse en el Código Civil, que data de 1881 y es muy restrictivo», explica Francisco Rubiales, abogado. No es una lista larga: que los padres hayan sido víctimas de maltrato por parte de sus hijos, que les hayan negado el alimento y la asistencia en general -desde techo y vestido hasta ayuda sanitaria o farmacológica-, que incurran en comportamientos de carácter inmoral -como dedicarse a la prostitución- o que los vástagos hayan estado en prisión, por el desdoro que eso supone para la familia.

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Con estos mimbres, el camino no parece fácil. Y así fue al menos hasta que el Tribunal Supremo reinterpretó esas causas en los últimos años, abriendo el abanico. «Por ejemplo, si en 1960 un joven de Almería se mudaba a Burgos con su mujer, entraba dentro de lo normal que no viera a sus padres en meses o incluso años. Eso ahora ha cambiado. Skype, videollamadas, el AVE, las autopistas... Si disponiendo de esas facilidades se desvincula de sus padres -ilustra Rubiales-, el alto tribunal considera eso un maltrato de obra, lo que les da derecho a desheredar».

Otro concepto nuevo introducido son los malos tratos psicológicos, siempre y cuando quien testa pueda acreditar que su progenie o parte de ella le ha vejado, humillado o amenazado». Fruto de este cambio de actitud, el Colegio de Abogados de Valencia ha destacado el aumento de autorizaciones judiciales por desatención o maltrato psicológico.

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También en el País Vasco, donde desde el Observatorio del Mayor destacan las facilidades para realizar los trámites sin necesidad de ir a juicio. Y esto en un momento en el que, según Iuris Now, las consultas por testamentos -entre las que se incluyen los desheredamientos- han experimentado un crecimiento generalizado en todas las ciudades, desde el 54% de Valladolid o el 58% de Málaga hasta el 74% de Palma de Mallorca.

«¡Que te cuiden tus amigas!»

Pero, ¿cómo se deshereda a un hijo? ¿Basta con no incluirle en el testamento? «En absoluto -advierte Rubiales-. Hay que expresar manifiestamente que lo desheredas y las razones legales en las que te apoyas, documentadas y acreditadas. Y hacerlo todo ante notario». Otra pregunta es cuántas de estas personas mayores llegan hasta el final. Cornellá calcula que apenas el 8%. «Hablamos de una generación que no cierra puertas a la esperanza y que hasta el último momento confía en que los hijos recapaciten; gente que a menudo entra en depresión cuando inicia un proceso judicial, por muy desamparada y sola que se sienta».

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Quienes siguen adelante y se llevan el gato al agua legan sus bienes a todo tipo de perfiles. Están los padres que desheredan a un hijo pero reconocen como herederos universales al resto, O a la asistenta que lleva 25 años cuidándoles. «Esta mañana -relata Rubiales- he tenido un cliente que ha desheredado a sus dos hijas, a las que no ve desde hace 32 años, y se lo ha dejado todo a la Asociación Contra el Cáncer, que lo ha tratado muy bien tras detectársele un tumor en el colon». Las mismas fuentes coinciden en poner el foco en las clases medias, «que son los que tienen algo que dejar, ya sea un piso pagado, un apartamento en la costa, una parcela de garaje, algún dinero ahorrado... La gente humilde está a otras cosas».

Denuncia previa

Entretanto, los casos se suceden por toda la geografía nacional. En Madrid, Victoria critica la ineficacia de las herramientas legales existentes para desheredar a sus dos hijos. Se desentendieron de ella hace años «y cuando me sometí recientemente a una operación quirúrgica que exigía tres meses de recuperación, me escupieron a la cara '¡Que te cuiden tus amigas! Y así fue». Ella sí demandó a su vástago hace 15 años por malos tratos, «pero retiré la denuncia antes del juicio». Ni a eso se puede agarrar ahora. O Isabel, de Burgos, embarcada ahora en una batalla sin cuartel para que la primera familia de su difunto marido no rapiñe con todo lo que ha quedado, «después de ignorarlo durante 21 años».

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También Conrado, solo en un pueblo de Zaragoza desde que sus 'niñas' tomaron partido por la madre hace 20 años y desaparecieron de su vida. Mientras reniega de los Fueros aragoneses que le obligan a dejar a sus descendientes un 50% de su patrimonio, quiera o no, exclama desolado: «quien no quiere un padre, no merece que le traten como a una hija».

«Me da igual lo que le pase a mi padre, crecer a su lado fue un infierno»

Julián vive en Valencia y no tiene ningún empacho en decir que no quiere saber nada de sus progenitores, que le desheredaron hace 3 años. «Crecer a su lado fue un infierno». Su testimonio duele. «No conocí a mi padre hasta los 8 años y comprendí rápido que era un sinvergüenza. El día que entró en mi vida, echó a mis abuelos a la calle, los que me habían cuidado, y yo quedé hecho un mar de lágrimas».

«Gritaba a todas horas y alardeaba de las mujeres a las que se beneficiaba, incluso las subía a casa. Siempre borracho, se gastaba el dinero de mi madre, que le ha defendido todos estos años, y el mío cuando empecé a trabajar». Un domingo, tendría Julián 15 años, llegó a casa después de no haber dado señales de vida en tres días. «Estaba bebido y estrelló el coche. Cuando le recriminé lo que nos estaba haciendo, cogió la escopeta de caza y me encañonó en la cabeza». A resultas de aquello, a Julián le echaron de casa, y si no llega a ser por su abuelo, que viajó desde Córdoba y amenazó a su hija con denunciarla, «allí me quedo».

Ya mayor de edad, volvió de la mili y tardaron dos meses en ponerle las maletas en la puerta. «'No te queremos', dijeron. Me da igual, yo ya tengo mi familia. Al fin y al cabo, él no puede evitar que, llegado el momento, sus nietas reciban lo que les corresponde».

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