Con McFadden no es suficiente

Sacaron sus armas los dos equipos desde el inicio. Dos de los conjuntos más anotadores del campeonato lo escenificaron en los primeros compases con recursos en ataque, sobre todo, desde la línea del triple, donde Labeyrie y McFadden ya se echaban a sus equipos a las espaldas. Nadie quería hablar de las bajas en ambos conjuntos. No había excusas. Así que los que estaban en pista se encargaron de no mencionar nombres como los de Prepelic o Renfroe. Precisamente las carencias en efectivos en el puesto de base entre los burgaleses, las suplió McFadden, que además de ser un anotador, demostró que también sabe dirigir.

El primer cuarto, mientras el intercambio de canastas se daba por parte de ambos conjuntos, también se vieron buenos minutos de Sakho, que, ante las dolencias de Rivero y Horton (ambos jugaron también), demostró que atesora calidad en el poste bajo. A pesar de la intensidad de los burgaleses, las estrellas del Valencia empezaban a hacer daño. San Emeterio, que ya peina varias canas, sigue empeñado en quitar importancia a la edad y continúa a un gran nivel.

El segundo cuarto empezó con un +5 para los valencianos. Brecha que se hizo más grande con los minutos de Williams. El número 2 del Draf en 2011 sigue atesorando calidad y castigaba con puntos y asistencias. Eso propició que los de Jaume Ponsarnau se fueran hasta los ocho puntos de ventaja. Pero despertó la conexión Cook-McFadden, que edulcoró el marcador para ir acercándose paulatinamente.

Parecía superior el Valencia, pero los de Joan Peñarroya no perdían la cara del encuentro y se acercaban con arreones intermitentes para ir al descanso 35-40.

Y esa superioridad de los taronjas de la primera parte se esfumó. Desapareció porque Rivero se olvidó de su bursitis y volvió a demostrar que es uno de los mejores ala pívot de la competición. Apoyados en el cubano y con un parcial de 8-0, los burgaleses se pusieron por delante en el marcador.

Eso propició que los valencianos no se durmieran y volvieran al encuentro con la dirección de Van Rossom. El acierto en ambos conjuntos agrandaba el marcador, pero no la diferencia. Máxima igualdad al final del tercer cuarto con un 60-62 gracias a un triple sobre la bocina de Vives del que seguro que se acordó Peñarroya al final del encuentro.

El periodo final se inició con otro triple de Vives. Ahora sí que hacía daño el Valencia. Y otra vez desde la línea de 6,75, lo que propició que Peñarroya frenara el encuentro con un tiempo muerto. Un descanso que sirvió para que McFadden se uniera a la fiesta del triple (otra vez), aunque aún había que remar una diferencia de 8 puntos con seis minutos por delante.

Ventaja que se fue hasta los trece puntos en el último cuarto, la máxima del partido. Ni la defensa, ni el ataque acompañaban a los burgaleses, que empezaban a ver cómo el partido se les escapaba. Aunque lo intentaron hasta el bocinazo final.