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El Coliseum transmitía hoy unas sensaciones muy diferentes a las habituales. Y es que, ante la crisis del coronavirus, el feudo azulón se cerró hoy a cal y canto para celebrar sin público un partido trascendental para el San Pablo, como era la vuelta ... de los octavos de final de la Basketball Champions League.
Tras unas horas de incertidumbre, en las que el Dinamo Sassari llegó a amenazar con regresar a Cerdeña sin disputar el encuentro si este se celebraba con público, el Consejo Superior de Deportes (CSD) fue categórico, decretando que todos los eventos deportivos profesionales y no profesionales se disputaran a puerta cerrada durante los próximos quince días. La decisión cayó como un jarro de agua fría sobre el San Pablo y su afición, que tenían la jornada marcada en rojo en el calendario, pero no había otra opción, y finalmente, el club confirmaba a media tarde que el encuentro se disputaría a puerta cerrada.
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Y así ha sido. De hecho, en el interior del feudo burgalés apenas se contaban varias decenas de personas, entre los dos equipos, el pequeño dispositivo de seguridad, los trabajadores del club, los de la competición, los árbitros y un puñado de periodistas. Por no estar, ni siquiera han estado presentes Dino y las cheerleaders.
Sin embargo, el calor del público también se ha dejado sentir en el interior del pabellón, sobre todo una vez finalizado el choque, cuando centenares de aficionados se han dado cita a las puertas del Coliseum para celebrar la clasificación con los jugadores.
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