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Las diez noticias imprescindibles de Burgos este lunes 20 de enero
Agustín Zamarrón en Miranda, donde reside tras sus cuatro años como diputado del PSOE por Burgos. EFE/David Pérez-Cejuela
«No han vuelto los fascistas, pero sí la actitud y los modos de llegar al poder»
Agustín Zamarrón, diputado del PSOE por Burgos

«No han vuelto los fascistas, pero sí la actitud y los modos de llegar al poder»

Llegó al Congreso con un discurso reflexivo, dialogante. Descartaba el odio en el parlamento, pero la historia no ha querido darle la razón. Agustín Zamarrón, diputado del PSOE por Burgos, deja el parlamento a sus 77 años y hace balance. Se pregunta qué es el sanchismo, asegura que Vox es odio puro. Se queda con la ley de eutanasia y la reforma laboral

Domingo, 9 de julio 2023, 09:19

«Llámame sin problema, estaré leyendo en casa». Esa frase, pronunciada por Agustín Zamarrón, diputado del PSOE en el Congreso por la provincia de Burgos, rezuma tranquilidad. La tranquilidad de un hombre de 77 años que, con 73 y jubilado como médico, decidió seguir prestando ... un servicio público, esta vez como político, y que disfruta ya de los momentos finales de su trayectoria política. Se acerca su segunda jubilación. Podrá disfrutar de leer aún más desde la tranquilidad de su casa de Miranda de Ebro y hacerlo junto a su «compañera: una ayuda, un apoyo y una crítica, que eso es muy importante».

Presidió allá por 2019 la Mesa de Edad del Congreso. Se convirtió entonces en viral su discurso: elaborado, con fina ironía, inteligente y prudente. Entonces BURGOSconecta habló con él. Sentenciaba que eran «tiempos para el convencimiento, que se olvide todo el mundo de vencer». Pero la realidad ha derivado en un momento de confrontación política, de agitación del odio.

Hablamos con él, después de estos cuatro años de experiencia, para que nos aporte su visión de lo vivido como político y de lo que le espera observar como ciudadano político, comprometido y progresista. Hablando «en cascada», como él mismo dice, pillamos a Zamarrón leyendo en casa o entre entrevista y entrevista, así mismo lo reconoce él. Pero es consciente de su 'personaje', se sabe reír de sí mismo y lo hace desde la inteligencia pausada y la ironía.

«Es lógico ser objeto de algunas entrevistas últimamente, son mis epitafios. A lo mejor es que me quieren beatificar. No con la premura que se beatifica cuando lo hace uno propio, como en el caso de Juan Pablo II, que ajustó su santificación porque si no lo hacía él quién lo iba a hacer conociendo esa figura. Pero, bueno, es el momento».

Igual es que no estamos acostumbrados a un político reflexivo con un discurso calmado.

Bueno, eso de calmado… Pero reflexionar, sí, lo intento. Evidentemente, el discurso para llegar al otro tiene que atender a lo emocional y, en ocasiones, lo que se provoca es la ira. Pero eso provoca una respuesta reactiva y no una respuesta meditada sobre lo planteado.

Uno debe pensar muy bien lo que dice y estar muy atento a lo que dicen los otros. En los principios del yin-yang se dice que «si tienes que hablar, prepara muy bien lo que tengas que decir. Cuando lo tengas bien pensado, espera a que llegue tu turno. Entonces, exponlo con serenidad y, después, calla». Esta segunda parte es importantísima. Y eso lo he aprendido allí.

Se habla mucho de los defectos del parlamentarismo, pero tenemos un reglamento que hace hincapié en el orden, en el respeto al que tiene la palabra. Eso se ha perdido, pero el reglamento lo marca.

«Lo que me molestaba y preocupaba enormemente era el odio en el parlamento. Cuando decía eso parecía exagerado, pero el tiempo me ha dado la razón»

Y, en cambio, muchos diputados nuevos reconocen que les sorprende el ruido del Congreso.

Esto se debe a que, hay que reconocerlo, a veces es muy aburrido. La gente se distrae y habla. Cuando uno se aburre, o se distrae o se abstrae. Cuando uno tiene poca capacidad de abstracción, se distrae. Muchas veces las injurias cansan, aunque sean las injurias teatrales, aunque sean las elaboradas en noches de insomnio como son las de un rufián.

Como médico, entiendo que el trabajo de diputado ha sido diferente. ¿Cómo ha sido su experiencia en el Congreso, qué sensaciones le deja?

Estaba situado en frente de la oposición. Así no solo escuchaba la palabra, sino que veía el gesto. A mí lo que me molestaba de aquello no era la injuria o el mal modo. Lo que me molestaba y preocupaba enormemente era el odio. Cuando yo decía eso parecía exagerado, pero el tiempo me ha dado la razón.

En el momento actual, un discurso de odio ha despertado en todos nosotros, en la ciudadanía. Se ha cogido lo peor de nosotros mismos y lo han convertido en punto de bandera y lanza de ataque hacia cosas verdaderamente ignotas. Se ha construido un programa de acción para llegar al poder basado en el enemigo y en el exterminio. Como ejemplo, esto del antisanchismo que lanza el PP.

De su intervención como presidente de la Mesa de Edad del Congreso llamó la atención su discurso en línea con su aspecto, que recuerda al de Valle-Inclán. Jesús Hellín / Europa Press

Ahí quería llegar. ¿Qué cree que significa derrocar al sanchismo?

Pasa una cosa que me llama mucho la atención. Se habla de sanchismo, pero ¿usted sabe lo que es el sanchismo?

Parece que es un concepto que cada cual conforma desde la subjetividad, así que ¿qué es para usted?

El sanchismo es un fantasmón. Es una figura que se ha revestido con ese nombre, es propaganda. No he visto a nadie definirlo, pero ya estamos en contra. El sanchismo, además, interfiere hacia el espectador la definición y se la roba al que tiene que hacer la definición de sí mismo. ¿Qué es Sánchez? Solo lo puede expresar él a través de sus actos y opiniones. Pero cuando hablan de sanchismo ya están criticando y atacando. Ese es el plan. ¿Cuál es el ataque? El odio. ¿Importa qué es lo que se está atacando en esencia? No, porque ni siquiera lo definen.

Por otra parte, el sanchismo es algo como el convencimiento de una secta. Yo soy sanchista, soy de los blancos, de los negros. Es la teoría de Smith de que el odio es rentable. Es lo que hicieron los movimientos políticos populistas de años muy tristes y que ahora se reproducen. No exactamente igual. No han vuelto los fascistas o los nacionalsindicalistas, pero sí la actitud y los modos de llegar al poder.

En esencia es: de usted me interesa el odio. Unifiquémonos en el odio. Definir a una persona en su globalidad solo puedes hacerlo con personas muy simples, con escaso contenido. Pero con personas de una cierta complejidad, es muy difícil.

«No han vuelto los fascistas o los nacionalsindicalistas, pero sí la actitud y los modos de llegar al poder»

Solo hablamos del PP, pero Vox también se mueve en ese discurso de derrocar, de echar a Pedro Sánchez de la Moncloa, de referirse a él como okupa de la Moncloa.

Vox es puro odio, es destrucción de lo que estima que es diferente a ellos. Pero es un partido político, entra dentro de los elementos de licitud para ser admitido como tal. Aun así, debemos mirarlo como el hecho político y sociológico de los movimientos con cariz político que son los movimientos populistas. Aquellos que para obtener sus fines emplean como palanca otros medios, como los medios de comunicación, y esto es muy desleal. Pero también es necio. Solo generan lío, griterío, pero no están en la razón.

Los parlamentos deben ser una permanente de liberación, con la intención de lograr una comunidad de ideas para llegar a una acción. Vox es, absolutamente, la negación de esto. Los parlamentos deben ser ejemplares en la negociación. Debe reinar una actitud crítica para lograr el mejor discurso y aquello que se aproxime más a lo que pueda verificarse como realidad. Esto es utópico. Porque: ¿qué diferencia a la derecha y a la izquierda? A mí no me gusta llamarlo así, sino progresistas y conservadores. En la naturaleza de cada uno está ser progresista o conservador. O cuanto menos, en los momentos más primigenios de la personalidad.

En mi familia veo que, con la misma educación, mismos medios, todo igual, unos somos progresistas y otros conservadores. Para mí una cosa sí es mejor que la otra. No digo que absolutamente una cosa sea mejor y la otra peor, sino que nuestra naturaleza nos impulsa a ello. Todos tenemos algo de progresistas y algo de conservadores.

«Cuando hablan de sanchismo ya están criticando y atacando. Ese es el plan. ¿Cuál es el ataque? El odio. ¿Importa qué es lo que se está atacando en esencia? No, porque ni siquiera lo definen»

Un ejemplo es la transición ideológica de Federico Jiménez Losantos.

(Ríe) Bueno, ha logrado el infierno en la tierra. (Tras las risas se pone más serio, esta broma también le puede servir para reflexionar, y lo hace).

En él se observa eso de que el ingenio y la ira dan una cierta gracieja a la injuria, como Rufián. Es buscar la ridiculización del otro. Hay una obra de Víctor Hugo, 'El hombre que ríe'. Trata de un individuo que tiene unas tensiones en la cara para que cuando descansa su gesto se parezca al de un payaso que ríe. Lo usan en un circo ambulante. Este hombre logra llegar al parlamento y, entonces, con un esfuerzo enorme está convenciendo al auditorio. Pero se relaja y su discurso se hunde porque en ese momento se produce el gesto de la carcajada. Es ridículo, es poco cristiano, pero es rentable.

«Vox es puro odio, es destrucción de lo que estimam que es diferente a ellos… Solo generan lío, griterío, pero no están en la razón»

En cuanto a rentabilidad ¿también es rentable la tergiversación de la realidad?

Por ejemplo, se menciona e ETA intentando invalidar. Dicen que invalidarán leyes que hayan sido apoyadas por aquellos grupos que entienden contaminados o que pueden representar los votos de los 'filoetarras'.

En cuanto a Cataluña, la situación es más serena, porque se ha hecho lo que se debe hacer en democracia: hay diferencias, tratémoslas. Se hace hincapié interesado en los indultos o no indultos, pero se habla menos de las mesas de diálogo con la autonomía catalana. Esas mesas de diálogo es lo que puede ofrecer el Gobierno, solo eso, lo que puede discutirse solo dentro del marco de la Constitución, no otra cosa. Si se hace una transgresión está planteado quién tiene que poner los puntos sobre las íes. Esto no les gusta a los secesionistas, pero no tienen más remedio que aceptar esa mano que se les tiende.

«¿Las leyes son buenas porque se entiende que son las mejores en el momento preciso o son buenas por quién las apoya? Si es esta segunda opción, vámonos, no vale para nada el sistema representativo y el parlamentarismo»

En cuanto a invalidar leyes porque las hayan apoyado unos y otros… En la Transición se hizo borrón y cuenta nueva, y fue un borrón bien gordo, porque no se analizó para nada los crímenes terribles que se habían cometido por la dictadura, por franquistas.

¿Y dónde fueron a parar los franquistas en aquellos tiempos de la Transición? Pues a partidos y llevaron al término de la Constitución a aquellos que no lo eran de origen. Entonces eso nos pareció bien, porque era la manera de sobrevivir. Ahora porque un partido político como Bildu, que evidentemente arrastra los votos de gente que está en la ideología de Herri Batasuna, nos parece mal. ¿Pero cuál es la intención de ese partido? ¿Traer al campo constitucional a aquellos que estaban desviados de la peor manera o apoyar que haya un movimiento peligroso para el resto? Habrá de todo, pero tengo que predisponerme con la prudencia de que hay que atender a la parte mejor, que es que esta es una manera de llegar a los términos democráticos.

¿Las leyes son buenas porque se entiende que son las mejores en el momento preciso y para la acción que se desea o son buenas por quién las apoya? Si es esta segunda opción, vámonos, no vale para nada el sistema representativo y el parlamentarismo.

Agustín Zamarrón posando en Miranda de Ebro. David Pérez-Cejuela / EFE

Han sido cuatro años de momentos históricos: primer Gobierno de coalición de la democracia, exhumación de Franco, gestión de una pandemia, la reforma laboral. ¿Con qué se queda usted? Porque la memoria personal, a veces, difiere de la global.

Tengo dos momentos. Los progresos sociales son importantísimos. Hablamos de salario mínimo; la ley de educación, para que se conciba para corregir las diferencias de origen desde los cero años. Todo eso me parece importantísimo. Pero señalaría dos puntos.

Por un lado, desde el punto de vista general, la reforma laboral. Para mí el momento más angustioso también fue cuando la ley de empleo no salía e inmediatamente después salió aprobada por un error inspirado por el espíritu santo a un parlamentario. Un parlamentario, para mí, excusado ya de muchas cosas, que es el diputado Casero. La persona que tiene un puesto de trabajo puede depender ahora de su autonomía. La reforma laboral permite vivir mejor para bien de la sociedad y también de las empresas.

Como médico y sanitario, también me quedo con la ley de eutanasia. También es una ley que protege la autonomía más íntima del individuo, la de disponer sobre sí mismo, sobre su estado físico. Yo estuve en el consejo del Colegio de Médicos durante cuatro años y no conseguí nada, en absoluto. Sin embargo, 200 metros más allá del Colegio de Médicos tuve la oportunidad de votar la ley de eutanasia.

«Al señor Feijoó se le puede analizar observándolo durante mucho tiempo o, simplemente, obviando su persona, porque es 'El caballero inexistente' de Italo Calvino. Es una armadura debajo de la cual no hay nada»

Y ahora el PP dice que no tocará la reforma laboral, pese a decir lo contrario anteriormente. Aunque la ley de eutanasia…

Al señor Feijoó se le puede analizar observándolo durante mucho tiempo o, simplemente, obviando su persona, porque es 'El caballero inexistente' de Italo Calvino. Es una armadura debajo de la cual no hay nada. Igual que el señor de Vox, tan cinchado, seguramente todo lo que dice es nominalismo medieval con el aire que puede exhalar de sus pulmones tan comprimidos para exhibir la coraza de su propio pecho.

Pero Feijoó apoya la reforma laboral porque los empresarios le han dicho que eso no se toca.

En esos momentos más duros, más difíciles ¿la distensión y la ironía bien tratada le han ayudado?

La ironía es un distanciamiento de los demás y de uno mismo. La ironía debe empezar por tener una observación crítica que mueve la hilaridad en un doble sentido: en las incongruencias y también en lo poco que valemos cada uno. La ironía es fundamental, sí. Agudiza los ángulos y hace ver las cosas de una manera distinta. Si uno solo ve la superficie…

La ironía mueve a la inteligente satisfacción de la risa, no de la carcajada. La risa es una cierta melancolía de lo poco que somos, de lo poco que valemos y que, por tanto, necesitamos descansar en la totalidad.

«Me quedo con dos momentos. La reforma laboral, cuya votación fue uno de los momentos más angustiosos. Y la ley de eutanasia, que protege la autonomía más íntima del individuo»

Como aficionado a la lectura que es ¿qué libro podría reflejar su experiencia en el Congreso durante estos cuatro años como diputado?

Llevo como libro de maletín 'El arte de la prudencia', de Baltasar Gracián. Porque es un hallazgo de agudeza, arte e ingenio y que nos ilumina siempre que lo leemos. También, aunque de más dura lectura, 'El criticón', de Gracián. Lo leí media vez y luego otra vez. Digo media porque no pude con él y lo tuve que dejar. Es que el conceptismo de Gracián es duro.

«Los partidos progresistas tienen que desarrollar e incrementar las virtudes sociales. Hacer una política clara para apartar de las manos de los logreros y los especuladores la sanidad, la educación y los subsidios, porque es lo que asienta nuestra sociedad»

Hace cuatro años me dijo que era socialista porque no podía ser otra cosa. ¿Sigue pensando así? ¿En algún momento de estos cuatro años sus ideas han entrado en conflicto con las decisiones de su partido?

Cuando digo que soy socialista porque no podría ser otra cosa me refiero a que, de origen, soy socialista, pero en la evolución de la acción política cada vez soy más socialista. Socialista en el momento actual, para mí, es preocuparse de establecer un futuro en la tierra que aviste un futuro de mañana. Un futuro de justicia, de eso que llamamos valores y antes llamábamos virtudes. Centrándonos en las virtudes cardinales, no las teologales, que son una destrucción de las virtudes cardinales. Socialista, para mí, es preocuparnos de la fortaleza, de la templanza que no pueden ser sustituidas por la esperanza; preocuparnos de la justicia, que no puede ser sustituida por la caridad; preocuparnos por la fe, que debe estar asentada en la fe en la justicia.

Agustín Zamarrón ha sido médico y, con 73, decidió ejercer la política desde el Congreso. Avelino Gómez

Los partidos progresistas tienen que desarrollar e incrementar las virtudes sociales. Hacer una política clara para que no estén sometidas a la especulación aquellas necesidades de una sociedad justa, que son los derechos de los ciudadanos y que no pueden estar sometidos ni a la ganancia ni a la especulación. Apartar de las manos de los logreros y los especuladores la sanidad, la educación y los subsidios porque es lo que asienta nuestra sociedad.

El PP y Vox venden a la acción especulativa del capital la educación, privatizándola y pervirtiéndola con la ideología. También la sanidad, privatizándola y diferenciándola entre los que más tienen y menos tienen y, finalmente, incluso, las pensiones.

«Cuando digo que soy socialista porque no podría ser otra cosa me refiero a que, de origen, soy socialista, pero en la evolución de la acción política cada vez soy más socialista»

Médico, político… ¿Qué hace ahora una persona con esa vocación de servicio público que parece que tiene usted?

He tenido una suerte enorme en la vida y, por qué no decirlo, una gran inteligencia prudencial en escoger a mi compañera. Con ella he tenido siempre una ayuda, un apoyo y una crítica y esto es muy importante. Hemos tenido la fortuna de ser los dos médicos y no tener que trabajar más que en la sanidad pública. Eso me ha permitido vivir al modo del liberto. Liberado de las preocupaciones, como es intentar buscar por dónde conseguir el pan de cada día y dedicarme, simplemente, al cumplimiento de mi función. No entiendo ser médico si no existe un interés primario en los intereses del otro. En cada una de mis decisiones observo a cada uno en global para intentar actuar con justicia.

No podría haber sido médico si no fuera con una mentalidad progresista o socialista. Puesto que se dice, una y otra vez, que nuestro lema es la solidaridad. La solidaridad es la forma extrema de compromiso con uno mismo con la lealtad que entre todos debe darse.

«No podría haber sido médico si no fuera con una mentalidad progresista o socialista»

A los políticos se les acusa a veces de falta de autocrítica ¿cambiaría algo de su actuación durante estos años?

Yo siempre uso una muletilla. Creo mucho en la autocrítica. En tiempo se puso de moda eso de la autocrítica y yo decía: sí, es importante, pero he de decir que la más importante autocrítica es la crítica del otro. Hay que exponerse a la crítica del otro, sea quien sea. Exponer y escuchar.

El mejor recuerdo que tengo, y eso sí será para mí añoranza, es el trato que se me ha dado en el Congreso por parte de todos los asistentes y constitutivos del Congreso. Incluso los oponentes más opuestos. Se me ha tratado con enorme benevolencia, valorándome por encima de mis propios merecimientos y méritos y siempre con un respeto que era, fundamentalmente, afecto. Esa corrección en la crítica continua, porque lo que yo hacía era hablar y hablar con unos y con otros, eso ha sido para mí lo más importante. Hablar sin recovecos.

«Esa corrección en la crítica continua, porque lo que yo hacía era hablar y hablar con unos y con otros, eso ha sido para mí lo más importante. Hablar sin recovecos»

Y una cuestión que he verificado. Siempre he vivido en un mundo de personas y ciudadanos iguales. Para mí el problema del feminismo también es de una justicia extraordinaria. Mi padre y mi abuelo ya tenían una justicia ética y no he sabido trabajar bien si no era en grupos de hombres y mujeres, cuando en algún momento solo eran hombres, no me encontraba feliz. Tengo la satisfacción de haber trabajado en igualdad. Eso no lo olvidaré jamás.

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