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En la puerta del servicio de radioterapia del Hospital Universitario de Burgos (HUBU) hay un cartel que indica: 'Contra el cáncer, una sonrisa'. Todos los días abrimos puertas pero ninguna es tan difícil de atravesar como esta. Cada día de tratamiento los pacientes y familiares recuerdan por qué están allí, solo tienen en mente el siguiente paso de un proceso largo en el que, como reza ese cartel, una sonrisa es la mejor compañera. Y allí están ellos, los voluntarios burgaleses de la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC), una brisa de confianza, alegría y compañía en un lugar en el que nadie querría estar.
En esos que logran una risa en los momentos amargos es en quien nos tenemos que fijar. Charo Cayón, José Luis Pérez y Pedro Somolinos son solo tres nombres de unos 50 voluntarios hospitalarios de la AECC, esas personas que ceden su tiempo, su experiencia y su presencia por ayudar a los demás.
Pedro tuvo cáncer de pulmón y ahora de próstata pero ya está dado de alta. Cuando acabó su tratamiento tuvo claro que quería devolver todo el apoyo que a él le habían dado y ya lleva cuatro meses como voluntario, «esto engancha», reconoce. A Charo la operaron hace 15 años de cáncer de mamá, lleva cerca de 14 años perteneciendo a la AECC, de una forma u otra. «Esto va más allá de la colaboración, somos una gran familia y es muy satisfactorio», confiesa.
José Luis ha superado un cáncer de vesícula, tardó años en recuperarse pero poco a poco lo ha logrado. Al prejubilarse no lo dudó y decidió invertir su tiempo libre en la asociación, «ya que a mí me habían tratado tan bien». José Luis no solo es voluntario de hospital, también imparte talleres de taichí, gratuitos, para los pacientes de cáncer en la asociación.
Pedro Somolinos, voluntario de la AECC
En el Día Mundial contra el Cáncer hay que resaltar su labor. En el año 2013 Ainhoa Burgaleta, trabajadora social de la AECC en Burgos, puso en marcha el voluntariado hospitalario que se sumaba al voluntariado a domicilio y al testimonial. Además de los voluntarios, que tienen un compromiso de dedicar, al menos, dos horas semanales a la asociación, se cuenta con los colaboradores que participan en los eventos concretos. «Tenemos más de 200 personas colaboradoras y unos 50 voluntarios hospitalarios», apunta orgullosa Ainhoa, «los voluntarios son el tesoro de la asociación y los cuidamos muchísimo».
Estos 50 voluntarios hospitalarios acuden cada mañana al HUBU, en turnos de dos o tres personas, van al despacho que allí tiene la asociación, se ponen su bata, su identificación y una sonrisa y comienza 'la magia'. Recorren el hospital con un carrito con comida, bebida y revistas. La Fundación Alimerka, ante la petición de Ainhoa, dona de una manera «rápida, eficaz y muy amable cada mes los alimentos». Hacen un recorrido fijo todos los días por las áreas de quimioterapia, el hospital de día de hematología, urología y radioterapia. Allí pasan casi toda la mañana en función de las necesidades de los pacientes. Este carrito es solo una excusa para acercarse a las personas.
La labor de los voluntarios es de apoyo y acompañamiento a los pacientes oncológicos y sus familiares pero también de enlace entre estos y la asociación. Ellos están con los pacientes, captan sus necesidades y les ponen en contacto con los profesionales de la asociación porque no todo el mundo conoce los amplios servicios que ofrece la AECC. Los voluntarios son la sonrisa, los ojos, orejas y boca de la asociación.
Saber acompañar también es difícil, por eso los voluntarios pasan una entrevista psicológica y reciben formación. «Hay gente a la que le apetece contarte algo y a quien no, hay que saber dónde está tu lugar», recalca José Luis. «Lo que veo es que la gente quiere saber pero tiene miedo a preguntar», añade Pedro. Ahí entra en juego la formación, acompañar pero no de una forma invasiva.
Gran parte de estos voluntarios han sido pacientes de cáncer. Un requisito indispensable es que haya pasado un año desde su fecha de alta. Se quieren evitar secuelas psicológicas y derrumbes al revivir la enfermedad. «Como nosotros hemos pasado por ello, intentamos rebajar la tensión y el miedo con nuestro testimonio, que nos vean optimistas es muy importante», apunta José Luis. Para Charo «sacar una sonrisa a un paciente es una satisfacción».
José Luis Pérez, voluntario de la AECC
La falta de información aumenta el miedo, en el cáncer ocurre lo mismo. Actualmente la palabra cáncer no es sinónimo de muerte, se puede conocer este detalle pero cuando te dan el diagnóstico la racionalidad se queda a un lado, no así estos voluntarios. Aún así es fundamental saber, como apunta la trabajadora social de la AECC, que ahora hay una detección más precoz y se invierte más en prevención.
La información también aumenta la concienciación. La AECC en Burgos está muy satisfecha de la colaboración pero siempre es bien recibida toda la ayuda. Ainhoa confirma que en este último año ha aumentado el número de voluntarios pero también la demanda, los servicios de la asociación se van conociendo y se solicitan más. Acompañamiento en todo momento, piso para los pacientes, testimonios para esas dudas de la vida cotidiana que van más allá de un diagnóstico médico, talleres, apoyo psicológico... el único requisito es ser paciente oncológico, ellos se encargan de hacerlo más amable y llevadero.
Ahora se invierte más en prevención y detección del cáncer, la palabra tiene que dejar de ser un tabú pero detrás de los pequeños y cruciales avances está la Asociación Española contra el Cáncer (AECC). Gracias a ellos se consiguió el cribado de cáncer de colon, esa prueba de sangre en heces que solo estaba implantada en el País Vasco y Cataluña. Gracias a que la asociación recogió miles de firmas se aprobó que esa prueba, nada invasiva y que cuesta dos euros, se haga en todos los centros de salud de España. Así, un cáncer de colón se puede detectar cuando solo es un nódulo y superarlo en casi el 90% de los casos.
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