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El reciente esclarecimiento del robo de las campanas de la iglesia de Hozabejas-Rucandio ha vuelto a traer a la actualidad un problema presente en la provincia -y en España en general, como es el de lo robos de arte y patrimonio religioso e histórico ubicado en el entorno rural.
Son varios los casos de cierta relevancia registrados en la provincia, una de las más castigadas por este tipo de delitos en los últimos años. Sin embargo, tal y como subrayan desde la Unidad Operativa de la Policía Judicial (UOPJ) y la Unidad de Patrimonio de la Guardia Civil, el volumen de robos se ha reducido sensiblemente en los últimos años.
La situación, básicamente, nada tiene que ver con la de hace algunas décadas, en las que el expolio patrimonial era, hasta cierto punto habitual. Ahora, insisten, la fotografía es bien distinta: hay más vigilancia, más medios, más control y mayor colaboración entre cuerpos, administraciones y sociedad civil.
Así lo demuestran los datos. Y es que más allá de algún robo puntual de pequeña entidad, como la recaudación de los cepillos, lo cierto es que los robos de relevancia se cuentan con los dedos de las dos manos. Y lo que es más importante, la inmensa mayoría han tenido respuesta por parte de las fuerzas de seguridad. De hecho, desde la Guardia Civil insisten en que «el índice de esclarecimiento de este tipo de delitos es muy alto».
Y eso a pesar de las dificultades, que las hay y muchas, empezando por la despoblación y la dispersión poblacional. «Generalmente, la investigación es más difícil que en una ciudad, donde hay más ojos», reconocen los responsables de la UOPJ. Sin embargo, esos no son los únicos condicionantes a la hora de realizar las correspondientes investigaciones. A ellos se les suman las numerosas vías de comunicación existentes en la provincia, el clima, el estado de conservación de algunos bienes patrimoniales y, sobre todo, la ingente riqueza patrimonial que atesora la provincia, con más de mil templos católicos e infinidad de yacimientos.
Uno de los robos de arte más sonados de los últimos años fue el correspondiente a dos relieves visigodos sustraídos en 2004 de la ermita de Quintanilla de las Viñas. Dos sillares de un valor incalculable cuya pista se había perdido tiempo atrás. Al menos en España. Y es que, la fortuna y el tino se alinearon para que Arthur Brand, apodado el 'Indiana Jones del mundo del arte' por sus dotes de investigador, localizara hace justo un año las dos piezas en el jardín de un aristócrata inglés.
Brand llevaba tras los sillares varios años y finalmente los localizó decorando un jardín sin que su dueño que los adquirió a un marchante de arte francés, supiera a ciencia cierta qué valor tenían.
En este caso, la historia tuvo un final feliz. las piezas fueron devueltas a España y regresaron a Burgos tras un periplo de 15 años.
En este sentido, el delegado diocesano de Patrimonio, Juan Álvarez Quevedo insiste en que la «gran preocupación» del Arzobispado pasa por «conservar y proteger» todo el patrimonio religioso, que a la postre es uno de los principales objetivos de los cacos. Para ello, el propio Arzobispado colabora estrechamente con la Guardia Civil. Y lo hace con una herramienta fundamental: el inventario. En 1979, explica Álvarez Quevedo, se realizó el primer inventario de los bienes de la diócesis. A finales de los 90' se actualizó, y entre 2005 y 2007 se mejoró. Ahora, la práctica totalidad de los bienes está debidamente catalogado y documentado, con sus respectivas fotografías.
Según reconocen desde la UOPJ, ese catálogo es «fundamental» para las investigaciones, ya que permite realizar un seguimiento de las piezas que se venden en mercadillos, de manera online o a través de marchantes. «Nos facilita mucho el trabajo, ya que los que mejor conocen el patrimonio religioso son ellos», explican.
También resulta «fundamental» en este sentido la «colaboración ciudadana». Y es que, a pesar de que la despoblación y la dispersión suponen un hándicap, la moneda también aporta otra cara. Por ejemplo, la presencia de un vehículo ajeno a los vecinos del pueblo puede resultar sospechosa desde el primer minuto. Además, el sentido de pertenencia a la comunidad está en muchos casos muy arraigado y son los propios vecinos quienes más y mejor valoran los recursos patrimoniales. Por eso, desde la Guardia Civil se insiste en que se avise de cualquier conducta sospechosa, ya que eso puede ser determinante.
Así lo fue en uno de los casos más sonados de los últimos años, como fue el robo de varias tallas de madera, así como numerosas monedas sustraídas del Monasterio de San Pedro de Cardeña en enero de 2012. En aquella ocasión fue un monje quien puso la voz de alarma y los investigadores cerraron el caso en un visto y no visto, recuperando todas las piezas y deteniendo a los ladrones.
Otro de los casos más sonados de los últimos años fue la operación 'Sanctuarium', en la que a finales de 2015 se detuvo a tres personas y se recuperaron más de piezas procedentes en su mayoría de las iglesias de Caborredondo y Revillagodos. Meses después, y gracias a la información obtenida en esa operación, la UOPJ llevó a cabo una segunda investigación, que derivó en la operación 'Cantanium', una de las más importantes de los últimos años. En este caso, se desarticuló un grupo dedicado específicamente a los robos de arte sacro formado por cuatro personas y se recuperaron más de 250 objetos, incluidos retablos completos de iglesias como las de Caborredondo, Revillagodos, Villamorico y Quintanilla del Monte Rioja.
Otro de los robos de patrimonio más sonados de los registrados en la provincia en los últimos años tuvo lugar durante la Navidad de 2011, cuando una o varias personas se llevaron parte del mosaico de la villa romana de la Santa Cruz de Baños de Valdearados. Un robo que aún hoy no se ha conseguido esclarecer.
«Es nuestro particular unicornio», subrayan los responsables de la unidad de Patrimonio de la Guardia Civil de Burgos, que a día de hoy mantienen abierta la investigación. «Seguimos buscando», aseguran, aunque por el momento, la investigación no ha dado resultado.
Mientras tanto, la Junta, responsable del yacimiento, decidió elaborar y colocar una recreación del original.
Esa es precisamente una de las principales características de este tipo de delitos. Y es que, según explican desde la Guardia Civil, en la mayoría de los casos están realizados por grupos organizados, contratados en algunos casos por marchantes de arte ilegales, que «saben lo que buscan». «A menudo trabajan bajo pedido», explican, mientras que en otras lo hacen, no por la riqueza artística o patrimonial, sino por el propio valor del metal en bruto.
Ese es el caso de los ladrones de campanas. Hace escasos días se cerraba la investigación por el robo en Hozabejas-Rucandio, pero ya en diciembre de 2017 se detuvo a dos personas en Vizcaya acusadas del robo de las campanas de una decena de iglesias en Burgos y Palencia. En ese caso, las roban por «el valor del bronce». Básicamente, las sustraen y luego las funden, destacan desde la Guardia Civil.
Menos habitual hoy en día es el perfil del «buscador de fortuna», ese tipo de ladrón que comete el delito en solitario y en muchas ocasiones sin preparación. En 2012, por ejemplo, se detuvo a un menor de edad como autor del robo, durante la madrugada anterior, de 10 piezas de la iglesia de Orbaneja Riopico.
Eso sí, los robos en el patrimonio rural no se circunscriben únicamente a bienes religiosos, sino que también afectan a otros ámbitos que merecen la misma atención por parte de la Guardia Civil. Y en este ámbito también se han cerrado algunos casos sonados en los últimos años. Quizá, el más sonado, al margen del vinculado al robo del mosaico de Baco de Baños de Valdearados sea el de la operación 'Muserola', en la que en octubre de 2018 se recuperaron 92 piezas celtibéricas de gran valor robadas en yacimiento arqueológico y se detuvo a cuatro personas.
Con todo, estas operaciones no son sino el resultado del trabajo realizado en cuanto se tiene conocimiento de un robo. Un trabajo a menudo oculto, pero en el que colaboran muchos ámbitos. De hecho, dentro de la propia Guardia Civil, si es necesario, se activan otras unidades, como el Grupo ROCA o la Unidad Central Operativa (UCO) de Madrid. Y todo con un único objetivo: proteger el ingente patrimonio rural. Un patrimonio que, según sentencia Álvarez Quevedo, «lo disfruta todo el mundo y es responsabilidad de todo el mundo».
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