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Durante los meses de octubre y noviembre, el monasterio de San Pedro de Arlanza está siendo objeto de investigaciones arqueológicas no invasivas para detectar qué esconde su suelo, para saber qué hay bajo las estructuras que ahora vemos. En definitiva, para conocer su pasado, aclarar su origen, descubrir la historia de un Bien de Interés Cultural de la provincia de Burgos, ubicado en el término de Hortigüela, bello en su estado actual e interesante en su historia.
Juan José Gordón, jefe de servicio de Arqueología del Instituto de Patrimonio Cultural de España (IPCE), ha sido el encargado de explicar los trabajos que se han desarrollado y se están desarrollando en esta zona de la provincia y sobre este bien. Se trata de trabajos de documentación arqueológica en los que se aplican las últimas tecnologías.
Arqueólogos del IPCE y técnicos en topografía buscan con estas tecnologías identificar, documentar e interpretar, con técnicas no invasivas, las posibles estructuras subyacentes pertenecientes a fases anteriores del edifico. «Lo interesante del trabajo es que concurren las últimas técnicas de teledetección y prospección no invasiva. Nos ofrecen una información fundamental de cara a organizar futuras intervenciones arqueológicas sin producir ningún tipo de perjuicio», señala Gordón.
Y es que, según asegura este, hay sospechas fundadas de que debió existir un monasterio al menos desde el siglo XI. Lo que hoy conocemos del monasterio lo forman, principalmente, tres elementos: el claustro mayor, el menor y la iglesia. «Uno de los principales objetivos es intentar averiguar cómo fue la evolución de la fábrica de este monasterio y qué elementos de producción están asociados».
Los trabajos empezaron en octubre, es un proyecto que precisa más meses, pero la ejecución del trabajo de campo tiene lugar entre octubre y noviembre. Después habrá que interpretar los resultados.
Se está aplicando la fotogrametría aérea mediante dron con tecnologías de espectro visible, térmico y multiespectral. También la prospección geofísica mediante georradar 3D, para identificar los espacios de servicio y producción, así como para conocer la delimitación del monasterio.
La prospección mediante georradar permite averiguar, de forma indirecta, la estructura del subsuelo a partir de la transmisión de impulsos electromagnéticos y de la posterior recepción de las reflexiones generadas por discontinuidades presentes en el subsuelo.
El análisis con tecnología de teledetección aérea mediante dron se está aplicando a la inspección y conocimiento de los espacios abiertos. Por último, se pretende obtener ortofotos de la planta completa del monasterio.
Los datos serán procesados durante las próximas semanas con la finalidad de generar imágenes del subsuelo y de la superficie cuyo análisis e interpretación se llevará a cabo en diciembre. Una vez finalicen estas tareas, el Servicio de Arqueología planificará la intervención arqueológica a realizar sobre esos elementos que puedan resultar de mayor interés.
Pedro de la Fuente, subdelegado del Gobierno en Burgos, ha recordado sobre el terreno que este bien es de titularidad estatal y que en 2017 se iniciaron obras de mejora de la estabilidad y la estanqueidad del monasterio. Unas intervenciones para las que se han destinado 1,9 millones de euros.
En el lugar, las primeras interpretaciones de los resultados han arrojado algunas anomalías. Hay puntos que consideran de especial interés. «Uno sería la zona norte, donde ya se hizo una cata en los años 80 y apareció una hospedería medieval vinculada al monasterio y donde pensamos que puede estar la traza de un antiguo muro perimetral con unas torres que están documentadas. El objetivo es intentar corroborarlo», explica Gordón.
Por su parte, en la zona sur, en la terraza que da al río, se sabe por fuentes documentales que se dedicó al cultivo y que había un edifico. La iglesia será fundamental para conocer los orígenes del monasterio, pero también el claustro mayor adosado a la iglesia. «Sabemos que es un monasterio reformado en el siglo XVI, pero debajo del mismo debe existir una estructura románica que pretendemos conocer mediante el georradar», explica Gordón.
Finalmente, existe el claustro menor, este no sigue la alineación del claustro mayor y la iglesia, «pensamos que esta anomalía se debe a que reaprovecharon las cimentaciones de antiguos edificios. Con el georradar y el dron intentamos averiguar y conocer qué estructuras había antes y qué forma describían», añade.
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