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La escultura más grande del mundo, así se define Territorio ArtLanza. La escultura más grande del mundo creada por una sola persona, Félix Yáñez, ese escultor convertido casi en arquitecto. Este 2023 esta escultura o casi parque temático ubicado en la provincia de Burgos, en ... Quintanilla del Agua, en el valle del Arlanza, ha cumplido unos 15 años, aunque en la mente de su autor no esté clara la fecha. Un plan familiar, con amigos, en solitario, una visita obligada en la provincia.
Empezó allá por 2008, cuando creó una plaza para el exterior de su taller al ir cayendo el trabajo como escultor. Ahora las esculturas de terracota solo las vende por encargo. Ahora, esta recreación de un pueblo medieval castellano, casi a escala 1:1, se ha convertido en un espacio atractivo para mayores y niños. Porque desde hace unos años, Félix está desarrollando un espacio a color pensado para los niños.
Félix, ideólogo y ejecutor, todavía se sorprende del camino y derrotero que ha tomado su proyecto. «Preveía la afluencia porque, al principio, cuando comencé con la plaza antigua, venía gente y regresaban, pero no lo hacían solos, venían con amigos. Entonces pensé que, si hacía más elementos, llegaría más gente, se correría la voz, como así ha sido», explica.
Lleva unos 15 años con Territorio ArtLanza, no ha dejado de ampliarlo, la gente no deja de visitarlo, podría parecer que Félix se ha acostumbrado a las reacciones de la gente, pero no es así, le siguen sorprendiendo y, lo que es más importante para la motivación artística, le siguen sorprendiendo. «Ves a gente mayor llorar, la gente te abraza, se emociona. A mí me sigue sorprendiendo el significado que esto tiene para la gente. Es algo inexplicable, aparte de una satisfacción por el hecho de haber construido esto», reconoce.
Lo que construido es un pueblo medieval castellano, sus tiendas, sus negocios, casas, patios de corralas, plazas… Ha construido una cápsula del tiempo. A medida que pasan los años esto está adquiriendo más valor, porque esa vida que Félix intentó recrear o representar está casi desaparecida. «Cuando comencé esta vida estaba desapareciendo, pero ahora ya no existe. Es que, cuando empecé a construir, en mi pueblo todavía se hacía la matanza, había escuelas, ahora no. Esa vida que los más mayores hemos conocido ha desaparecido», explica.
Pero llegó un día en el que se cansó del blanco y negro, de los colores tierra y comenzó con la zona infantil, con el color. Nada está bocetado, nada está planificado, todo bulle en la mente de Félix Yáñez. Y tiene sentido. Todo está construido con materiales reciclados. Al principio cogía elementos de escombreras, cuando estas se eliminaron, la gente le ha dado escombros de derribos y materiales de los que se iban a deshacer.
«Los materiales de los que disponía me iban llevando a la siguiente escultura», reconoce. «Es una tontería planificar porque sé que, al final, lo voy a cambiar porque no encuentre los materiales que esperaba. No puedes programar porque dependes de lo que te encuentras o de lo que te dan. Ha sido un improvisar día a día lo que, además, ha hecho esto más atractivo para mí, no he tenido compromisos ni obligaciones con nadie», explica Félix.
La construcción de la zona infantil, o más orientada a los niños, porque los adultos la pueden disfrutar igualmente, comenzó hace unos cuatro años, cuando acabó con la recreación del pueblo antiguo. Llevaba diez años construyéndolo y no solo se quedó sin terreno, sino que le apetecía un cambio. «Después de 10 años construyendo casas, calles, plazas, tejados, ventajas en casi blanco y negro me apetecía color, también hacer algo para los niños, hacer algo para ellos porque vienen muchas familias con niños», explica.
Aquí sí que planifica un poco más lo que va a construir, pero no el cómo. Sigue sin haber bocetos, lo que encuentra le marca cómo lo tendrá que hacer. Unos árboles secos dados la vuelta son unas medusas perfectas, por ejemplo. Pero lo que sí tiene que programar es qué personajes de dibujos animados elabora. «He hecho a Mafalda, a Pedro Picapiedra, Obélix y resulta que son mis dibujos animados, no los de los niños. Creía que correrían a abrazar a Mafalda y no, son los padres los que lo hacen, así que me tengo que poner con Bob Esponja», señala. Aún así, estas recreaciones siguen preservando la memoria de generaciones.
Aunque los niños le obliguen a trabajar con más previsión, le compensa por las emociones que le transmiten. «No te puedes imaginar la reacción de los niños. Desde los tres o cuatro años que empiezan a ser conscientes de lo que están viendo, es fabuloso verlos. Cuando llegan a este mundo de color se vuelven locos, corren, chillan. Es un complemento a esa parte didáctica, donde les cuentan cómo vivían los abuelos, cómo era esa vida de penurias. Aunque nuestros mayores dicen que se vivía mejor antes, quizá es que simplemente eran jóvenes», reflexiona el escultor y artista.
Visitamos a Félix Yáñez un día laborable. Tenemos suerte que no es mayo o junio, porque esos días Territorio ArtLanza recibe muchas excursiones de fin de curso de todos los colegios de la provincia. Los fines de semana también se llena de visitas. Tenemos suerte porque, de esta forma, podemos charlar con él apreciando la tranquilidad del lugar que se contrapone a la inquietud de su mente. «Sigo disfrutando de lo que hago y aquí seguiré hasta que el cuerpo aguante», reconoce.
«Siempre he tenido la suerte de hacer lo que me ha gustado. Cuando era escultor y ceramista hacía lo que me gustaba. Ahora la sensación es exactamente la misma, la de que estás creando algo de unos escombros, de unas ruinas y que a la gente le gusta y lo aprecia. La sensación de crear la sigo teniendo», explica. Y sigue disfrutando porque nunca ha perdido la sensación de libertad, «nunca he tenido la obligación de hacer nada. Lo que me encontraba, lo ponía de la forma que creía más conveniente».
El límite a la escultura más grande del mundo lo pone el terreno. Lo que está haciendo ahora es amurallar la zona infantil. Se queda sin terreno porque lo que tiene al lado es el río. Ha dejado un espacio en el límite de su finca para que puedan pasar coches o ambulancias, porque precisa de un plan de evacuación y en el interior lo está amurallando. En la zona infantil encontramos el torreón de doña Urraca, de Covarrubias, a todo color, al igual que una Catedral de Burgos o el castillo de Alma, su nieta. En esta zona infantil también ha hecho un guiño a Silos, a su arco y su ciprés y al valle del Arlanza. «Tengo todavía metros de muralla por hacer, pero ya solo muralla. Pero me pondré a rellenar huecos, me volveré minimalista, asomará un pitufo por una ventana, por ejemplo. Y quiero retomar el tema de los coches clásicos», reconoce este artista, escultor, creador y mente inquieta y sensible.
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