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Primer verano de normalidad tras el covid, ¿verano de buenos datos en el turismo burgalés? Pues no parece. A pesar de que se esperaba esta temporada estival con especial entusiasmo tras dos años de restricciones, los datos no se asemejan a las ganas manifestadas por ... los turistas que avalaban una buena recuperación en la hostelería. Un 15% menos de ocupación respecto a 2019 justificado por unas olas de calor encadenadas y una guerra que, aunque a miles de kilómetros, afecta al bolsillo del viajero. «Las olas de calor han hecho mucho daño, han dejado un Camino de Santiago muerto a este paso porque era insoportable», comenta Luis Mata, vicepresidente de la Federación de Empresarios de Hostelería de Burgos y representante de la Asociación Burgalesa de Hospedaje.
Las altas temperaturas han obligado a refugiarse en la costa y abandonar así las ciudades de interior como Burgos. «El turismo de fin de semana se ha visto resentido porque se prefiere la playa», añade Mata. Una decisión determinante para las personas del centro del país que, como él mismo comenta, hace que «alguien de Madrid no quiera venir a Burgos con este calor, cuando en otras condiciones sí».
luis mata
Representante de la Asociación Burgalesa de Hospedaje
Además de un verano anormal en cuanto al calor en la ciudad burgalesa, el bolsillo de la gente se ha visto especialmente afectado para viajar. «La subida del combustible ha afectado mucho a los desplazamientos porque es un gasto a mayores que influye directamente a los viajes», explica. Hacer la compra ha aumentado entre un «40% y un 50% respecto a hace un año», y tal y como añade el vicepresidente de la Federación de Empresarios de Hostelería de Burgos, «lo más fácil es quitarte de ocio y de vacaciones».
El aumento de precios no solo afecta al consumidor, que ve cómo el hospedaje ha aumentado un 2% los precios debido a la inflación, sino también a los empresarios que lamentan que «desde 2019 ha subido entre nóminas y consumo un 18% los gastos». Con este panorama, la esperanza está puesta en agosto para compensar la oferta y la demanda. «Tenemos esperanza pero miramos este mes con incertidumbre», asegura Luis Mata. Una dudosa previsión del futuro que, esperan, se asemeje al del pasado año que alcanzó máximos incluso respecto al año prepandemia. «El agosto pasado fue increíble, este año empezamos en mayo con muchas reservas para este mes pero ahora se han estancado», lamenta.
Con la petición de que «este mes no sea tan malo como julio», la hostelería se enfrenta a estos treinta y un días con cierta perspectiva. Tratar de llegar a las cifras del año pasado parece una utopía porque el turismo nacional se ha visto resentido con el fin de las restricciones para viajar, y el turismo extranjero no ha sido especialmente notable. «El pasado año la mayoría de turismo era nacional, que eso es raro, y los datos fueron increíbles», añade. En esta ocasión, el miedo al contagio ya no es una barrera para el ocio turístico y muchos de los que el año pasado optaron por quedarse en el país, hoy cruzan el charco.
Sin embargo, la relación inversa no parece producirse con la misma intensidad. El representante de la Asociación Burgalesa de Hospedaje coloca en un 50% los turistas extranjeros que vienen respecto a los nacionales, es decir, un porcentaje bastante igualado. Este año, sin embargo, se resienten los turistas de Europa del Este y de Asia y los habituales franceses, belgas e ingleses están presentes pero no con especial protagonismo. «Asia está desaparecido y de Australia y Nueva Zelanda que también solían venir, tampoco se ven», lamenta. Una realidad que se refleja aún más en el Camino de Santiago, que en general ronda el 75% de extranjeros.
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La vuelta a la normalidad por tanto, no se ha dado como se esperaba en este sector. Ni en el turismo al uso ni en el Camino de Santiago se han alcanzado las cifras que deseadas y, a pesar de que la covid ya cada vez influye menos en el castigo al turismo, todavía se reconoce que el repunte de contagios de julio puede que también «haya afectado a la tranquilidad de los peregrinos». En un paso continuado en hoteles y albergues donde el tráfico es inmenso, Mata asume que cualquier repunte amenaza a este tipo de turismo. «En julio que ha habido una ola muy importante, creo que también ha podido afectar porque la probabilidad de contagiarse en un lugar donde convives con tantas personas desconocidas es mayor», concluye.
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