«Entre sirenas» y «ayuda insuficiente», dos burgaleses desde el centro de la tragedia en Valencia

Aythami Pérez Miguel

Burgos

Domingo, 3 de noviembre 2024, 09:45

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Celia Lorenzo y Alberto Delgado Gabriel son dos burgaleses que viven en la ciudad de Valencia. En su caso han sido afortunados, sus casas están bien, no han perdido nada ni a nadie, pero no les ha ocurrido lo mismo a sus amigos. La Dana que ha golpeado a parte de la Comunidad Valenciana se siente a su alrededor, la sienten ellos. Así que, son dos más de esos miles de personas que se están organizando para llegar hasta los pueblos y pedanías cercanas a Valencia para ayudar.

A los dos se les corta la voz cuando explican lo que están viviendo, ellos y los más afectados. Pero saben que su testimonio es importante, los que están ahí, desde dentro, tienen que contar lo que está ocurriendo, transmitir la realidad para que no deje de llegar la ayuda. «No está llegando la suficiente ayuda especializada para lo que hace falta. Los afectados sienten que la gente del pueblo se está volcando, pero que por parte de las autoridades no está llegando la ayuda que se necesita», asegura Celia.

«Valencia ciudad se ha salvado y es como que no hubiera pasado nada», explica Celia, pero hay determinadas imágenes que evidencian la tragedia que hay a solo unos kilómetros o metros, unas calles más allá, como en La Torre. «Los supermercados están vacíos, por ejemplo, al principio la gente se puso a comprar agua porque pensaban que la cortaría, pero luego también la han comprado para donar y para sus familiares. Hay que tener en cuenta que hay decenas de kilómetros con pueblos y gente sin supermercados ni tiendas porque están todos destruidos», añade.

Celia y sus allegados están ayudando en La Torre, una pedanía de la ciudad de Valencia. Precisamente este otro burgalés, Alberto Delgado Gabriel, de Aranda, vive cerca de La Torre, en San Isidro, «es que es difícil de entender, no es lo mismo que se ve en la televisión que verlo aquí. Pasó en tres minutos, se te va la vida en tres minutos. Donde yo vivo no ha afectado, pero estoy a 20 minutos andando de Picanya y a menos de La Torre, es que vivo en San Isidro, al lado», relata incrédulo.

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Celia tiene una amiga que vive en La Torre con su bebé, su hijo de ocho años y su pareja. «Vio que empezaba a entrar el agua y cogió unas pocas cosas pensando que se podrían subir a la parte de arriba con sus hijos. Cogieron alguna cosa, las esenciales, pero no pensaban que el agua fuera a llegar hasta casi la cabeza y que podrían haber salvado muchas más, pero ni ella ni nadie tenía ni idea de hasta donde iba a llegar el barro», cuenta Celia.

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Esta burgalesa tiene amigos en Paiporta, «amigos con familiares en todos los pueblos, amigos con negocios que lo han perdido todo, no puedo ni enumerar las desgracias», comenta. Así que, con un entorno rodeado de tragedia, con los testimonios desoladores de sus conocidos y amigos solo han podido lanzarse todos los días a ayudar.

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Fuente: Elaboración propia. GRÁFICO P. C.

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«La gente por redes y mediante mensajes te da consejos de cómo llegar, de lo que hace falta y nos hemos lanzado a la calle como la mayoría de la gente. Te ven limpiando, cuando estábamos en la casa de mi amiga, y la gente se ofrece a ayudar a preguntar si se necesita algo», relata.

Ella recuerda cómo el martes 29 de octubre «todo el mundo hizo una vida normal y ahí ya estábamos en alerta roja. Creo que ha habido falta de precaución porque la alerta ya estaba. Evidentemente, si a los ciudadanos no se les dice que se queden en casa, no nos quedamos en casa, vamos al trabajo. La gota fría aquí pasa todos los años y no se le dio toda la importancia que se debía», recuerda.

Pero a las 14 horas en su trabajo ya les dijeron que estaban cerrando sitios y puntos y que se iba a mandar a la gente a casa. «Yo trabajo en una escuela en la ciudad de Valencia y se comenzó a llamar a los padres y a mandar a los niños a casa. Así que nos fuimos y cuando vi las noticias en casa, los pueblos cercanos a Valencia ya estaban fatal», añade.

Señala que hay mucha gente ofreciendo ayuda, que la gente está volcada «porque es imposible no estarlo, es que cuando lo ves en la tele y lo tienes al lado te resulta imposible quedarte en casa. Es todo barro, barro que cuanto más tiempo pasa, más duro se queda y más difícil de limpiar», matiza Celia. Pero recuerda que «la ayuda que se necesita es incalculable, como el tiempo que va a tardar en recuperarse. Las calles anchas que han podido despejarse están mejor, pero los callejones están llenos de basura, de coches unos encima de otros. Ahí la gente no podemos hacer nada, tienen que entrar las máquinas. Hay pueblos sin luz ni agua. La gente tiene que andar una hora para ir a comprar y volver otra ahora cargada con la compra», enumera Celia desde el centro de la tragedia.

Alberto Delgado Gabriel, más conocido entre sus conocidos como Chinela, vive cerca de La Torre, por fortuna, él está a salvo y también sus pertenencias, por eso se ha acercado este sábado hasta la Ciudad de las Artes y las Ciencias para donar ropa, sobre todo de su hijo, «ahora que soy padre te preocupas más, piensas más en cómo estarán pasándolo esos padres que lo han perdido todo».

Recuerda la alerta del móvil, esa de la que tanto se ha hablado. «Suena como si tuvieras una ambulancia a dos centímetros del oído y es que sonó en toda la finca. En Aranda estamos acostumbrados a que se pase una semana lloviendo, pero aquí cae lo mismo en tres horas. Están acostumbrados a alguna inundación, pero esto es otra cosa. En tres minutos pasó de no haber agua a que llegara hasta la garganta.

Sus padres estaban con él en Valencia. El martes 29 de octubre tenían un billete para regresar en tren a las 18 horas, pero ese tren se canceló, les emplazaron al miércoles a las 6 de la mañana, ese tren tampoco salió, ni el siguiente al que les emplazaron, el de las 10 horas de la mañana. «Ahí ya nos dijeron que no saldría ningún tren hasta dentro de cuatro días, el jueves ya nos dijeron que hasta dentro de 15 días, y pasarán más», vaticina Alberto.

Cuando se levantaron, él y sus padres, a las 5 de la mañana del miércoles, cuando ya había asolado la DANA pueblos cercanos, no eran conscientes de la magnitud de lo ocurrido. «Cuando regresé a casa ya vi a la policía cortando en mi barrio la salida hacia Picanya, ahí me di cuenta. En ese momento ya sabía que Utiel y Alfafar están destruidos», recuerda.

«Cuando hablo con un amigo que tengo en Utiel me dice que solo tiene ganas de llorar. Cuando hablé con él estaba ayudando a su mujer que trabaja en la administración de fincas sin saber la magnitud de lo que había ocurrido», explica Alberto. «Llevamos días en los que lo único que se escucha son sirenas, sales a las calles y eres consciente de lo que ocurre. Me encontré con un conocido de Picanya que iba a comprar escobas al bazar aquí en Valencia y le pregunté que si iba a ayudar y me dijo: no, esto es para mí, lo he perdido todo. Creo que es la primera vez en años que mis padres me ven llorar porque me rompí al subir a casa», reconoce.

Reconoce que no podrá olvidar la conversación que escuchó en una terraza, un hombre le decía a otro que se había pasado horas sacando agua y barro de un garaje sin saber que tenía un cadáver al lado, que apareció después.

Finalmente, sus padres consiguieron llegar a Aranda, un amigo le aconsejó que probara por la vía de Zaragoza. Cogieron un autobús de Valencia a Teruel, de ahí fueron a Madrid y en Madrid un familiar los trasladó a Valencia.