Lucía del Mazo tenía 22 años y residía en Madrid, pero perdió la vida en Aranda de Duero en una noche fatídica de febrero de 2018. Regresaba a la capital ribereña de una escapada para cenar en Riaza junto a su pareja y su hija ... de dos años. Cuando cogieron el coche en la avenida Castilla a la 1 de la madrugada, se toparon con un conductor ebrio que circulaba con un Porsche Cayenne a más de 100 en una vía con límite de 30 y que, además, iba sin luces.
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La embestida fue tan fuerte que desplazó el coche de la víctima 80 metros. La niña y la pareja de Lucía sobrevivieron al tremendo impacto pero ella, que conducía el vehículo, quedó herida de gravedad y fue trasladada al hospital Santos Reyes de Aranda y derivada posteriormente al HUBU, donde falleció a mediodía del día siguiente. Hoy su familia pide que se haga justicia tras recurrir ante el Tribunal Supremo la sentencia que exime de entrar en la cácel al hombre que conducía el Porsche.
«A mi hija la ha matado y queremos que pague con la cárcel». Así lo expresa la madre de la fallecida, Alicia Puertas, que cree que el juicio «fue una vergüenza». La sentencia recoge una pena de dos años pero no contempla que este hombre entre en prisión porque la juez «considera que está arrepentido». Lo explica Alicia que asegura: «No vamos a parar de luchar hasta que se haga justicia para Lucía».
Se sienten decepcionados, «teníamos nuestra esperanza puesta en la justicia pero ya no, solo nos queda confiar en el recurso al Supremo». Consideran que, al no castigar con la cárcel al culpable, «mandan un mensaje a la sociedad de que se puede hacer lo que se quiera con el coche porque no hay consecuencias» e insiste, «han matado a mi hija con solo 22 y no ha pasado nada».
Alicia señala que el causante del accidente «nunca se ha puesto en contacto» con la familia, «todo lo que sabemos, es a través de los abogados» y por eso cuestiona el arrepentimiento del que habla la sentencia.
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Después de estos cuatro años confiesa que no pueden cerrar el duelo porque la persona que «mató» a la joven «está en la calle haciendo vida normal». Por eso regresan a Aranda de Duero periódicamente, para empapelar las calles con la cara de Lucía para que su caso no se olvide, «es el único consuelo que nos queda», lamenta.
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