Juan Zayas cultiva más de cuatro hectáreas de plantas truferas en Brazacorta, un pequeño pueblo burgalés de la comarca de La Ribera que se encuentra en el límite con la provincia de Soria. Hace nueve años que comenzó en el mundo de la truficultura ... y asegura que «Burgos es tan buen terreno como Soria para la trufa». En la provincia de Soria este cultivo es más abundante y Zayas lo achaca a que «tal vez aprendieron antes que su tierra también podía dar trufas».
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La Ribera del Duero no es solo territorio de uva y así se está demostrando. Este año, Briongos de Cervera subastó cinco hectáreas de tierra comunal para este cultivo. Al igual que Caleruega, que ha sacado para arrendamiento dos fincas rústicas municipales que suman unas cuatro hectáreas de terreno para cultivar trufas.
Juan Zayas tiene sus plantas truferas en Brazacorta un pueblo de unos 50 vecinos censados en el que, normalmente, viven una veintena. Allí fue donde comenzó hace nueve años con su proyecto trufero. «En casa de mis suegros, que son de Soria, leyendo un periódico soriano me detuve en un artículo sobre la trufa de esa provincia. Me pareció curioso y empecé a darle vueltas al tema», reconoce. Al final se lanzó a plantar alguna planta trufera.
El primer año sembró unas 200 plantas. A partir de ahí solicitó alguna subvención y, al año siguiente, cultivó tres hectáreas y media. Actualmente tiene plantadas casi cuatro hectáreas que producen trufa. «Son todavía muy jóvenes y no dan mucha producción, unos cinco kilos por hectárea al año», explica Zayas. Las plantas truferas necesitan unos 12 años para alcanzar la madurez y comenzar a dar rentabilidad, «con 14 o 15 años ya serán más rentables», apunta este truficultor. Ahora, como le marca la ayuda recibida, tiene que sembrar otra hectáreas y media más antes de mayo.
Tras leer el artículo y decidir adentrarse en esta actividad, Zayas comenzó a llamar a expertos truficultores, iba adquiriendo conocimientos mediante la lectura de libros y la visualización de vídeos aunque, como reconoce, «al final lo importante es que la tierra valga». Juan no sabía si esta tierra era óptima, «sabía que no muy lejos había trufas de verano pero no es lo mismo, las mías son trufas de invierno». Y la tierra valía para el cultivo trufero.
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Reconoce este truficultor que «dan mucho trabajo al principio, sobre todo si quieres coger trufas de verdad hay que cuidarlas mucho». Zayas abre los ojos sobre la realidad que hay detrás de este producto que, en el mercado se vende caro, «hay que esperar unos años para que el sistema radicular haga un micelio en condiciones y empiece a dar trufas».
Los primeros años tras sembrar plantas truferas son de mucha inversión y trabajo hasta que se comienza a obtener algo de rentabilidad, «creo que esto echa a mucha gente atrás», reflexiona. Por ejemplo, hasta ahora Juan no ha vendido la producción que ha obtenido aunque espera hacerlo a partir de ahora. Lo
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Cuando decidió lanzarse al cultivo trufero Juan era electricista, anteriormente vivió muchos años en Madrid y, después, regresó a Aranda. Ahora mismo tiene una sociedad civil con su hermano y trabajan en el campo. Reconoce que siempre ha estado en contacto con el campo, «algo a lo que se dedicaba mi padre», y que su pueblo siempre la ha gustado. Empezó en la truficultura como algo a lo que dedicar el tiempo libre que le permitía estar en la naturaleza.
Juan tiene como compañía y ayuda en esta labor a dos perros que son con los que encuentra las trufas en sus fincas. El de raza jack russell terrier «no acaba de resultar tan ágil en el campo pero también las coge y se reparten el trabajo». El más apto es su compañero de raza border collie con pastor navarro, «es un perro listísimo, para mí el mejor para esto».
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Los dos perros llegaron a su vida cuando eran cachorros y los empezó a enseñar día a día, teniéndolos muy cerca. «Es mejor que tú les enseñes para que se haga un buen equipo desde que son cachorros. Son muchas horas lo que hay que dedicar a este aprendizaje», apunta. Reconoce Juan que no es fácil porque, además, él no tenía nociones de adiestramiento de perros. Comenzó poniendo la trufa en su comida, jugando con el producto, haciendo que la busque y premiándole.
Juan se asombra de la capacidad que tienen para encontrar las trufas aunque estén muy profundas. Eso sí, hay que tener mucho cuidado para que cuando las encuentre no las rompa al escarbar. «Al principio sí las rompían, escarban con una energía impresionante. Les tienes que enseñar a que paren en cuanto les des la orden para acabar tú de remover la tierra. Ahora ya ni se lo tengo que decir, cuando encuentra la trufa escarba un poco y se tumba y se queda ahí hasta que llego. Eso sí, hasta que no cojo la trufa no se mueve», relata Zayas.
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En febrero hará cinco años que Juan forma equipo con estos perros que le ayudan y acompañan en una labor a la que se lanzó hace nueve años con la ilusión de trabajar la tierra a la que pertenece, la de Brazacorta.
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