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Ha sido un trabajo minucioso y delicado, que ha llevado varios meses de dedicación y empeño. Más de 130 años después, el reloj de ex colegiata de Roa ha vuelto a marcar las horas y los cuartos. Su entramado de más de 600 kilos ... luce totalmente renovado y espléndido en el interior del templo. Ha sido obra de Daniel Sanz Platero, un vallisoletano estudioso de los relojes que está completando una tesis sobre el aspecto histórico de la importancia de esos aparatos en la historia común. Los secretos de esa maquinaria regulaban el horario y que guarda historias de la vida cotidiana.
El reloj fue fabricado en 1888 en Francia y se adquirió al relojero vallisoletano José Martínez de Velasco, para ubicarse en la parte superior de la torre parroquial. Su forma es similar, aunque de tamaño menor, a varios relojes mecánicos colocados en edificios de renombre, como el de la Catedral de Burgos, que mueve el famoso «Papamoscas».
De su lugar original en la torre, el reloj restaurado se ha trasladado al interior de la iglesia, donde se expondrá a partir de ahora. «Creemos que ha sido un gran trabajo y que también servirá como un reclamo turístico más, dentro de la oferta que tenemos en Roa», detalla del alcalde de municipio, David Colinas, en la puesta de largo de la pieza celebrada este sábado en la villa.
Hace casi un lustro, a través de un contacto con un raudense, Daniel Sanz Platero se interesó por esa pieza «de mucha envergadura que hay en muy pocos sitios de Castilla y León». Ya en 2019 se hizo un contacto fructífero con el Ayuntamiento y en junio de 2020 el reloj se desmontó. Una estructura de hierro forjado con algunas piezas de más 40 kilos de peso.
«Cuando subimos a ver el reloj, estaba lleno de palomas, y llevaba sin funcionar desde los años 70. Es un reloj que necesita unos cuidados muy complejos», precisó el restaurador, un experto que ha estudiado en su tesis medio millar de relojes y hasta 1.300 campanas. «La verdad es que el reloj podría haber acabado como muchos otros, hecho chatarra, pero afortunadamente con el apoyo del Ayuntamiento hemos conseguido ponerle en valor».
La estructura, detalla Sanz Platero, tiene tres partes, «las horas, los cuartos y, en el medio, los tiempos. Su sonido se escucha con los anuncios de cada hora en punto, y cada cuarto de hora se oye una campanada.
Para el experto, el trabajo ha ido más allá de la restauración de un reloj, ya que más allá del valor patrimonial, las piezas recogen historias de todo tipo y una parte de la vida cotidiana. Ahora, se podrá contemplar y disfrutar dentro del conjunto de la excolegiata del siglo XVI. «Colocar en el interior para el uso es adaptarse a los tiempos. Ahora, en las torres se suele poner uno electrónico».
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