Generalizada y con daños «muy graves» Los viticultores de Ribera del Duero se despertaban este miércoles con una nueva helada que ha afectado a multitud de zonas de viñedos de la Denominación de Origen. Los termómetros han caído a valores negativos, registrándose temperaturas muy bajas ... durante la noche, incluso en las primeras horas de la mañana. En Aranda de Duero se han desplomado hasta los 1,8 grados bajo cero.
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«Ha afectado a un gran número de viñedos, mucho, me están llegando fotos de multitud de parcelas afectadas de otros viticultores. No ha sido algo puntual, las consecuencias son importantes y graves», detalla un viticultor ribereño mientras visita una parcela afectada.
Testimonio en el que coinciden también un gran número de productores de la zona de calidad, quienes alertan de que habrá que esperar para analizar en profundidad los daños, pero pronostican que serán «considerables». «Como siga así, este año no vendimiamos», lamenta otro viticultor ribereño. Esta nueva helada llega en un momento en el que el viñedo ya tenía afecciones importantes marcadas por la sequía arrastrada del año 2022 y las heladas de invierno y de primavera, especialmente las sufridas en la primera semana de abril.
Antes de esta la última helada, en el campo, en una gran cantidad de cepas, los productores ya observaban numerosas yemas de las que no han brotado racimos, están secas o heladas. En ellas, confiesan que hay poco o nada que hacer. Problema que se verá agudizado ahora con esta nueva incidencia. En pleno mes de mayo, en una fase inicial del ciclo vegetativo, auguran una merma importante en la cosecha, en un momento en el que todavía quedan por delante varios meses hasta llegar a la vendimia.
«La brotación es mala e irregular, se ha perdido mucha uva. Hay una agrupación de la sequía del año pasado, con helada de invierno y helada de primavera, con las cepas debilitadas y una brotación muy débil y colores muy amarillos y rojizos. El aspecto de la viña es diferente al de un año normal», explica Juan Calvo, propietario de viñedos en Gumiel de Izán y La Aguilera, en la provincia de Burgos.
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En esta línea, lamenta que «la uva que no está es difícil que venga y estamos a principios del ciclo, hay daños bastante generalizados en la Ribera del Duero». Calvo detalla que las parcelas presentan un aspecto desigual: «ves una cepa que está más afectada, otra que está mejor, la de al lado está peor y es una irregularidad total».
En esta misma línea se posiciona Francisco Barona con viñedos ubicados en la comarca de Roa, confirmando que se detectan «bastantes» yemas que no han brotado en las plantas. «Muchos hablan de las heladas de la Semana Santa, yo creo que estas yemas que están sin brotar vienen de antes, de la sequía del año pasado.
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Después de sufrir el estrés hídrico, este año la planta se regula y hay algunas que no han brotado», defiende Barona. Tesis que argumenta con la diferencia de aspecto que muestran algunas cepas. «Las viñas que se riegan y no han sufrido estrés, han brotado perfectas. En el resto, se ven las plantas que han sufrido y este año están debilitadas».
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Susana Gutiérrez
Por su parte, el responsable de viticultura de Finca Torremilanos en Aranda de Duero, Miguel Ángel Peñalba coincide en que la brotación está siendo «muy irregular, muy lenta, agravada por la sequía». De esta manera, defiende que hay parcelas con daños importantes y así rezan en multitud de partes al seguro con daños por heladas, desde el 15 al 90%. «En muchas plantas se ha helado el yemero entero, la planta brota por otro lado, pero ya sin uva. Hay de todo, viñedo joven y viejo muy afectado», precisa.
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A falta de valorar los daños de la última helada, en general, los viticultores de Ribera del Duero ven con incertidumbre el futuro cuando quedan más de tres meses para la vendimia. «Creo que la cosecha 2023 va a tener una producción corta, hay un 10% menos que el año pasado, en este momento, y todavía queda mucho por delante», opina Francisco Barona.
Algo en lo que coincide con Juan Calvo quien recalca que «lo que ves es lo que hay, las yemas que no han brotado ya no van a salir, lo único que puede hacer es perderse más uva con corrimientos posteriores, con tormentas de granizo, con sequías…». No en vano a finales de 2021 una tormenta de granizo echó a perder gran parte de la cosecha en la Ribera del Duero.
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En lo que se refiere al futuro, Francisco Barona incide en que «no es suficiente lo que ha llovido para que la planta cubra sus necesidades de agua hasta la vendimia, hace falta que llueva, por lo menos cien litros de aquí a septiembre». Los momentos adecuados de precipitaciones para el viñedo los sitúa ahora y, especialmente, en el mes de agosto cuando la uva está madurando y «la lluvia es magia».
Y es que la sequía tiene mayor calado en la fase final del ciclo. En cualquier caso considera que, si no hay precipitaciones, la situación empeorará para el año 2024. «Los estreses se van sumando y el año que viene tendríamos más problemas de brotación», augura.
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