Cuando a media mañana de este lunes pasado, 24 de junio, el arzobispo de Burgos, Mario Iceta, convocaba a los medios de comunicación en la sede diocesana para asegurar que se acaban los plazos para entregar el convento, las ex monjas y sus asesores espirituales, Pablo de Rojas y Francisco José Ceacero, se reunían en el monasterio de Belorado.
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Sobre las 13.30 horas llegaba el equipo jurídico de Santander, formado por bufete de Sarabia y Asociados, GTRS y el notario Florentino Aláez, contratado por las amotinadas.
A esa hora, justo después de la celebración de una falsa misa para conmemorar a San Juan Bautista, entraba por la puerta principal del monasterio una delegación de cuatro personas, hombre, encorbatados y con documentación. Que Iceta hubiera concentrado toda la prensa en Burgos hacía pensar que nadie se iba a enterar de esa cita.
Los asesores jurídicos de las ya exmonjas de Belorado pasaron buena parte de la tarde reunidos con las religiosas excomulgadas y con De Rojas y Ceacero. Los letrados de Santander llegaron a Belorado acompañados por un notario para que levantara acta de lo tratado en la reunión en el convento de La Bretonera.
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Aunque no ha trascendido información alguna de la cita que han tenido, todo hace pensar que es como consecuencia de la excomunión, ya expresa, de diez de las ex monjas de La Bretonera y el anuncio de que las verdaderas clarisas tienen intención de entrar en el convento para cuidar de las cinco monjas mayores (alguna de ellas casi centenaria) que están al margen de las diez excomulgadas.
Pasadas las 17.00 horas, el notario de Santander que acompañaba a la comitiva que acudía a La Bretonera en Belorado, abandonaba en un coche el convento. Allí quedaban las monjas cismáticas y sus guías espirituales, Pablo de Rojas y José Ceacero.
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Esta reunión de ayer en Belorado puede servir de muy poco si desde el Arzobispado de Burgos rechazan crear otra similar, como propusieron las ex monjas que busque, como ellas quieren «una solución extrajudicial». De fondo está la negativa de las mujeres amotinadas en La Bretonera de no rebajarse a pedir ayuda a monseñor Iceta porque creen que eso es someterse a él.
Si no tienen otro medio de financiación para pagar lo que deben, la situación se les complica. Por eso Iceta, como comisario pontificio, y la secretaria de la Federación de Clarisas, sor Carmen Ruiz, tienen que inyectar liquidez a unas cuentas que están temblando.
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En precario no sólo están las cuentas, está la situación de las religiosas que no tienen constancia de lo que está pasando. La actual comunidad está formadas por las ocho que no han abrazado la fe de De Rojas (cinco en el convento, más sor Amparo y otras dos que están fuera).
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