Las monjas que siguen al excomulgado Pablo de Rojas se despachaban en la tarde del jueves con una publicación en Instagram a mitad de camino entre la angustia y el ataque al arzobispo de Burgos, Mario Iceta, a los medios de comunicación e incluso a los bancos. Aseguran que el bloqueo de las cuentas del convento impide «el acceso al fruto de nuestro trabajo diario».
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Apuntan que es «imposible» para ellas «comprar desde los productos básicos para mantenernos, como el alimento y los materiales de cuidado de las hermanas mayores, hasta la materia prima para la elaboración de nuestros productos de chocolate, alimento para los animales de nuestra granja doméstica, pago de nóminas y demás pagos para mantener a flote el monasterio».
Desde que Iceta se convirtiera en comisario pontificio, las cuentas de las religiosas de La Bretonera han quedado bloqueadas, una actitud que las monjas califican de carente de prudencia, una virtud que «no parece haber regido el obrar de las entidades bancarias». Acusan a las entidades de «haberse guiado más por la confusión mediática que por la lógica y la legalidad vigente».
Acusan a Iceta de elegir «con mucho cuidado» que cuentas elegir: y que «aquellas desde las que se tienen que realizar los pagos periódicos para zanjar las obras del monasterio de Orduña, no parecen ser de su interés».
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Sin embargo, el Arzobispado de Burgos y la Federación de Clarisas de Arantzazu se han ofrecido a dar el dinero que necesiten las religiosas para el mantenimiento del convento. De la misma manera se aseguró, por parte del propio Arzobispado, que pueden seguir haciendo los pagos de nóminas y de otra índole.
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Desde esta perspectiva, entienden las religiosas que rebajarse a pedir el dinero que necesitan para el mantenimiento del convento «supondría, de facto, el reconocimiento de la legitimidad de la usurpación».
También apuntan las religiosas que sus empleados «se están viendo impelidos a ir al obispado de Burgos, a reclamar lo que por derecho les pertenece». Se mantienen fieles a la hipótesis de que su «declaración pública y expresa de abandono de la Iglesia conciliar», las coloca fuera de la aplicación del código de Derecho Canónico.
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Con respecto a su ataque a los medios de comunicación aseguran que la realidad que cuentan cada día no coincide con lo que les gustaría ver, leer y que su vida religiosa «no parece de interés para los medios de comunicación».
Creen que existe un «revuelo mediático que parece haber creado un 'todo vale'» contra ellas. Afirnan que se las han lanzado «petardos y botes de humo al monasterio de madrugada, gritos, e incluso intrusiones en el perímetro de la clausura, también de madrugada, cámaras ocultas».
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A eso se une el «acoso periodístico a todo aquel que entra o sale del monasterio, lo que nos hace plantear como necesaria la contratación de servicios de seguridad privada, para garantizar en lo posible nuestra integridad física y la conservación del patrimonio». No en vano, hace pocos días llamaban a la Guardia Civil para disuadir a la prensa que hacía guardia a las puertas del convento.
Las religiosas de Belorado han aprendido, o los supuestos sacerdote y obispo, José Ceacero y Pablo de Rojas, les han enseñado a pedir 'ciberlimosma'. En un reels de Instagram ha publicado el número de cuenta de la abadesa, con su nombre y apellido civil, Laura Gil de Viedma.
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Piden la «colaboración económica, en especieo mediante la difusión» de ese mensaje. Se trata, dicen ellas de una cuenta «no usurpada».
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