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Una alegría después de nueve años, pequeña, pero alegría al fin y al cabo. Los trabajadores de Rottneros Miranda percibirán a los largo de las próximas semanas parte del dinero que les adeuda la empresa desde que echara el cierre en Miranda en 2009. Así ... se lo confirmó días atrás la administración concursal a la representación de los trabajadores, que han recibido la noticia con satisfacción contenida. O más bien, con «resignación», tal y como señala Paco González, expresidente del comité de empresa de la factoría. Y es que, según afirma, «muchos habían perdido ya la esperanza» de recibir las indemnizaciones que quedaron pendientes cuando la firma sueca presentó el concurso de acreedores-
Sin embargo, la adquisición, por parte de la compañía JSV Logistics, de una de las parcelas en las que quedó seccionado el complejo fabril, ha metido dinero en la hucha. En concreto, la administración concursal ha ingresado por esta venta alrededor de un millón de euros. Eso sí, el dinero no irá a parar de manera íntegra a los trabajadores, toda vez que «más de la mitad» irá a parar al Fogasa, que en su día adelantó parte del dinero que dejó de pagar la empresa.
Además, subraya González, con este dinero no se cubre, ni de lejos, el total de la deuda contraída con los trabajadores, una deuda que supera los cinco millones de euros y que, visto lo visto, se tardará en cobrar. Es más, existen dudas razonables para pensar que no se llegará a cobrar del todo nunca. No en vano, recuerda el expresidente del comité, «al Fogasa todavía se le debe parte del dinero adelantado».
Eso sí, a lo largo de los próximos meses podría desbloquearse algún pago más, ya que la administración concursal tiene sobre la mesa alguna oferta más, según afirma González.El problema, destaca, es que los plazos se antojan eternos. «Se lleva más de un año hablando de la oferta de JSV», pero los trámites vinculados a las licencias y el análisis del proyecto se han demorado mucho tiempo, subraya el expresidente.
Sea como fuere, el hecho de que los trabajadores hayan tenido que esperar casi nueve años para cobrar parte de lo que se les adeuda ya es sintomático de la situación que dejó el cierre de una planta que supuso un auténtico emblema para la ciudad del Ebro.
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