Miranda de Ebro mira ya con ilusión una nueva jornada futbolera que el próximo sábado, 8 de marzo, enfrentará al Club Deportivo Mirandés con el Real Oviedo, por el momento, sexto clasificado en una ajustada tabla. Y es que la fe en el equipo local, que se mantiene en los puestos de playoff desde hace varias jornadas, traspasa ya el propio Estadio Municipal de Anduva para comenzar a impregnarse en la cotidianeidad de la ciudad.
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Y fue precisamente la ilusión de poder acariciar la promoción de ascenso a Primera División de España, un sueño hasta hace poco casi impensable para un equipo modesto como el de la ciudad del Ebro, lo que motivó al Grupo Carrocero Arcoíris a diseñar una carroza rojilla para despedir el Carnaval.
El tradicional Entierro de la Sardina, en esta ocasión, quiso homenajear la trayectoria del CD Mirandés con una enorme escultura representativa de este pescado adscrito al club local. Elaborada a partir de incontables papelillos rojinegros, los artistas carroceros presentaron una Sardina vestida con la camiseta del club y la txapela, y coronada con una gran bandera del equipo. Y escoltada por cuatro parcas portadoras de las bufandas rojillas, la sardina procesionó desde el parque Antonio hasta el casco histórico mirandés, siempre acompañada por los centenares de vecinos que secundaron el acto.
Citadas a las 20:00 horas en el parque Antonio Machado, medio millar de personas acommpañaron al cortejo fúnebre en su recorrido por las calles de Miranda: desde el parque, hasta el Río Ebro, pasando por las calles de La Estación, Real Allende, Real Aquende, la Plaza de España —donde se repartió el tradicional bollo preñado, en esta ocasión, a beneficio de Valkiria—, el Puente Carlos III, la calle Bilbao y Santa Lucía.
Pese a lo lúgubre del nombre con el que se bautizó el acto, lo cierto es que en el Entierro de la Sardina imperó el ambiente festivo, en buena parte, gracias a la música de charanga que, en voz de Los New Gufis y Los Chipirones, acompañó a la comitiva en todo su trayecto. Si bien es cierto que, una vez concluido el desfile, la sardina rojilla debía arder. Quizá entre sus rescoldos resurja con fuerza un deseo común: el sueño de poder vivir junto al CD Mirandés la Primera División.
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