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Se miraba al cielo más de lo habitual. En una fecha en la que, con más motivo, el cielo determina el sino de los acontecimientos Santos, la borrasca Nelson no parecía tener piedad con prácticamente ninguno de los actos programados en razón de esta ... temprana Semana Santa, aquende y allende el Ebro.
Precisamente en Miranda de Ebro, la mañana del Viernes Santo amanecía lluviosa. Algunos cofrades cruzaban a tempo presto la calle Real, que conecta el casco histórico mirandés con su ensanche. Y es que es al otro lado del Ebro donde, desde el interior de la iglesia de Santa María, emergen buena parte de los acontecimientos de la Semana Santa, incluida la procesión del Santo Entierro que tradicionalmente se celebra en la ciudad.
Caía la tarde y el escepticismo se apoderaba de algunos devotos. No obstante, había quien seguía confiando en un cambio meteorológico que, finalmente, se producía a media tarde. El pronóstico de lluvia desaparecía de las isobaras y el cielo daba la tregua necesaria como para que el Santo Entierro procesionara por las calles de Miranda.
Tal vez por los hados o tal vez por el compromiso de unas cuantas personas, los pasos salieron para acercar la cultura religiosa al pueblo llano y conmemorar, así, la pasión, muerte y resurrección de Jesús, de acuerdo con la tradición católica. Tras una lluviosa procesión del Vía Crucis matutina, por la tarde el Santo Entierro emprendía su camino en un recorrido acortado por el temor a la lluvia.
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Citados a las 20:30 en la iglesia de Santa María, cofrades y voluntarios se reunieron para garantizar la celebración de la Semana Santa en Miranda. Así, un total de siete tallas, datadas mayoritariamente del siglo XVII, pudieron procesionar por las calles Real Aquende y Allende hasta la rotonda de 'La M', en un circuito de ida y vuelta que allí encontraba su cambio de sentido.
La procesión mirandesa volvió a narrar las últimas horas de vida del hijo de Dios, según la doctrina católica, de la mano de las tallas que representan a Jesús en el huerto, Nuestra Señora de los Dolores, al Cristo atado a la columna, Jesús con la cruz a cuestas, el Cristo Crucificado, La Soledad y el Santo Sepulcro, único paso que desfila en andas. Los tambores y las trompetas de los cofrades marcaban el ritmo de un desfile que, si bien fue más breve que en ediciones anteriores, logró a congregar a centenares de personas a lo largo y ancho del recorrido.
Así las cosas, el Santo Entierro volvió a sobreponerse a los elementos y resurgió, un año más, en Miranda de Ebro. Todo un éxito teniendo en cuenta que, a falta de hermandades estables en la ciudad, lo cierto es que las procesiones sobreviven gracias al compromiso de algunos voluntarios que, «a última hora», garantizan la salida de los pasos.
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