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Semanas después del temporal la zona cero sigue muy deteriorada B.C.

Policías de Miranda tras su paso por Valencia: «El miedo al olvido es real y esto va para largo»

Los ocho Policías Locales que aprovecharon sus días libres para colaborar en las labores de limpieza de la zona cero reivindican la importancia del voluntariado para reparar el desastre

Celia Miguel

Burgos

Lunes, 18 de noviembre 2024, 10:33

Las devastadoras secuelas de la DANA que hace veinte días asoló Valencia todavía constituyen la cruda realidad a la que cada día se enfrentan miles de damnificados desde toda perspectiva. La Comunidad Valenciana tardará tiempo en recuperarse del desastre que el pasado 29 de octubre desordenó el curso de su vida, aunque quizá la restauración de la normalidad pueda agilizarse gracias a la labor de los cientos de voluntarios que cada día se implican en la ardua labor de desenlodar cualquier halo de esperanza.

La marea de solidaridad llegó a Valencia. Decenas de miles de personas procedentes de diversos puntos de España, e incluso del mundo, se desplazaron inmediatamente hasta la zona cero, pero transcurridas casi tres semanas desde la catástrofe, no son pocos quienes que temen que el fervor solidario vaya decayendo paulatinamente conforme la atención mediática se desvíe con el ampo del invierno. Bien lo saben los ocho Policías Locales de Miranda de Ebro que, recurriendo a su periodo de libranza, también han volcado sus esfuerzos en recomponer Valencia.

Cooperación para restaurar la zona cero

Los agentes de Miranda atendieron a la llamada de auxilio valenciana porque no podían permanecer «de brazos cruzados» ante tamaño desastre. Coordinados vía redes sociales con la Asociación de Voluntarios de Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, los ocho locales en seguida se organizaron para trasladarse a la zona cero y «ayudar en lo que pudiésemos».

Se desplazaron en dos pequeñas expediciones. La primera de ellas partió el sábado, 9 de noviembre, por la noche, después de que algunos de los agentes voluntarios concluyeran su turno de trabajo; y la segunda, hizo lo oportuno el lunes 11 en un operativo para el cual la furgoneta cedida por el concesionario Toyota - Autobafer fue crucial, pues a la mano de obra que transportaba habían de agregarse multitud de donativos que también contribuyen a paliar la devastación del lugar.

Y es que, tal y como describen los agentes voluntarios, «la imagen allí es dantesca». Aún quince días después de lo ocurrido «no hay palabras» para explicar un panorama que tildan de «apocalíptico». No en vano, el desastroso desbordamiento de los barrancos de la zona impregnó de lodo y fango todas las calles de la periferia valenciana donde, de acuerdo con los policías, la devastación protagoniza de manera ininterrumpida un perímetro de 30 kilómetros a la redonda.

Hay áreas que por su ubicación geográfica se han visto especialmente afectadas. Tal es el caso de Paiporta, que constituyó el callejón sin salida de todo lo que la fuerza del agua arrastró a su paso. «Tiene 27.000 habitantes y ya han encontrado 27.000 vehículos», señalan con estupor los agentes. Esto habría provocado que, semanas después de la tragedia, la retirada de automóviles se erija en una constante que dificulta la limpieza de otros desechos y residuos. De hecho, tal y como puntualizan los voluntarios, «hay un fuerte olor a putrefacción».

Así pues, tocaba «tirar de trabajo de cubo». Durante las primeras jornadas, la primera expedición se dedicó a limpiar una fábrica de muebles y un parking de caravanas. Posteriormente, los agentes también emprendieron las labores de limpieza en la sede del Servicio Valenciano de Empleo y Formación en Catarroja. «El primer día estuvimos solos, pero acabamos siendo unos sesenta o setenta», exponen.

Lamentan no haber podido rescatar nada servible —«todo estaba para tirar», dicen— pero también se enorgullecen de la intensa labor solidaria que ha propiciado la colaboración entre individuos, agentes sociales y cuerpos de seguridad en torno a la máxima del compañerismo. La presencia de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, dicen, transmite tranquilidad a unos vecinos que, asimismo, hacen frente a los constantes saqueos que han sacudido la zona tras el temporal.

Un desafío solidario a largo plazo

Los agentes sintieron el agradecimiento de la ciudadanía, a su juicio, «todavía en shock». Y es que más allá del lodo y el fango, la tristeza sobrevuela la zona cero. El horizonte parece desolador puesto que, aunque «hay recursos para paliar los daños», todavía parecen «insuficientes» para recuperar la normalidad previa al desastre.

Es por eso por lo que cualquier ayuda se postula vital. Así, las redes de solidaridad continuan forjándose al tiempo que la población civil coopera con las agrupaciones en una interminable cadena de favores que ha permitido que los de Miranda puedan alojarse bien «en un pabellón habilitado por un club de judo de la zona» o bien en apartamentos cedidos por mujeres como Paloma, que no dudó en dar cobijo a tres de los voluntarios mirandeses en El Palmar.

No cabe duda de que la sociedad española en su conjunto se ha volcado con la población damnificada. De hecho, la segunda expedición mirandesa pudo trasladar hasta el terreno donativos procedentes de la mirandesa Galletas Coral, de la Asociación de vecinos de El Crucero, de la empresa de suministros industriales Comercial MD y también del Bar Ecus. Sin embargo, los policías inciden en que el miedo a que la solidaridad se desvanezca es otra realidad a la que cada día hace frente una población desolada.

«La gente tiene miedo de que, con las Navidades a la vuelta de la esquina, todo el mundo se olvide y se vuelva a su casa, porque esto va para largo», matizan. Los donativos, concretan, son convenientes, pero la mano de obra resulta crucial. Por este motivo, algunos de los agentes implicados ya planean su regreso a la zona cero.

La irrupción de una segunda DANA paralizó abruptamente su colaboración, pero el margen de maniobra será distendido considerando el nivel de devastación que aún se observa en el lugar. El fango no parece atemorizarles, sino que constituye el revulsivo perfecto para que los agentes preparen de nuevo sus EPI y prosigan con una labor donde los voluntarios resultan imprescindibles. Afortunadamente, en tiempos difíciles, cuando los recursos institucionales parecen sobrepasados y la incertidumbre se apodera de todo, emerge con fuerza un faro de esperanza: el voluntariado.

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