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Miranda de Ebro volvió a disfrutar de la música clásica del más alto nivel en una nueva expedición al Centro Cultural Miguel Delibes de Valladolid que, en esta ocasión, colgaba el cartel de completo. La ocasión lo merecía, no en vano, la Orquesta Sinfónica ... de Castilla y León (OSCyL) cedía su lugar a la Orquesta Nacional de España (ONE) para, con acierto total, interpretar la «la colosal Octava sinfonía de Anton Bruckner».
Así lo anticipaba la propia OSCyL en el marco de su programa de «invitaciones a celebradas orquestas amigas». Con la «alegría» de devolver la invitación en el Auditorio Nacional de Música de Madrid a lo largo de la próxima temporada, la Nacional de España se trasladaba a la capital pucelana para interpretar como única obra del programa la colosal Octava de Bruckner, a menudo descrita como «cumbre de la sinfonía romántica».
Impulsada por el Conservatorio Municipal de Música Dionisio Díez, una multitudinaria expedición de alumnos, profesores y vecinos vinculados al centro destinaron la tarde del pasado sábado, 6 de abril, al disfrute de la música clásica, con mayúsculas. La cita prometía erigirse en una «experiencia única» y lo cierto es que no defraudó a su público, al menos al mirandés que, hacia las 16:00 horas, partía rumbo a la capital vallisoletana.
Allí aguardaban ochenta minutos de música «realmente misteriosa», tal y como otrora precisó el propio autor de la composición protagonista de la jornada. Y cumplidas las 19:00 horas, bajo la batuta del director titular David Afkham, la ONE se preparaba para interpretar la Octava Sinfonía en Do menor del compositor vienés.
«Una composición espectacular por su sonoridad y orquestación, especialmente rica en la sección de vientos», detallaba el profesorado del Conservatorio como encargado de la coordinación de este tipo de excursiones. No era para menos. Con ocho trompas y cuatro tubas wagnerianas sobresaliendo en la enorme orquestación, la ONE brilló con su interpretación de la Octava; la compactación de la cuerda y la ligereza del viento madera aportaron el contrapunto al fulgor de unos metales que evidenciaron toda su solvencia.
La gran ovación acontecida al término del cuarto movimiento de la pieza precedió un distendido ambiente post-concierto en el que las decenas de personas desplazadas compartieron sus impresiones, sin duda positivas, para caída la noche, retornar de nuevo a Miranda de Ebro.
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