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El aroma de la cerveza recién tirada, la singularidad de las mesas corridas y, aunque en menor medida, también el sonido folclórico alemán impregnaron Miranda de Ebro este fin de semana con motivo de la celebración importada del Oktoberfest. El evento, que tuvo lugar ... en la castiza Plaza de España entre el viernes y el sábado, atrajo a centenares de mirandeses y mirandillas deseosos de probar las cervezas de importación que prometían los convocantes.
Ataviados con sus mejores galas, diversos hosteleros de la Parte Vieja -La Rayuela, el Tómbola, la Taberna Celta, el Número 7, La Tertulia y La Picota- organizaron un fin de semana diferente que, sin duda fue secundado. Y es que, pese a que los orígenes de esta tradición radican en la Alemania más muniquesa, no cabe duda de que la pasión por la fiesta y por la cerveza, en términos generales, es compartida por buena parte de la sociedad española y, en consecuencia, también por la mirandesa.
«Nosotros somos cerveceros, así que ni siquiera nos hemos planteado la posibilidad de no venir», reconocía, alegre, Carlos, uno de los mirandeses asistentes a este evento al que, además de su cuadrilla, asistieron otras tantas con ganas de catar cervezas servidas en jarras de medio litro, pero también de degustar productos típicos de la gastronomía alemana. Incontables raciones de salchichas alemanas, de codillo con patatas, alitas e incluso de strudel hicieron las delicias de quienes abogaron por el factor gastronómico de la cita. «Nos hemos sentado en las mesas corridas y hemos pedido unas cuantas raciones de salchichas y de codillo porque queríamos disfrutar bien de la experiencia», puntualizaba después.
Lo cierto es que la Oktoberfest mirandesa, al menos en lo que a sus sesiones vespertinas respecta, destacó por su ambiente festivo y auténtico. Hubo incluso variados concursos de estilo bávaro donde participaron, sobre todo, los más forofos de la cerveza. No en vano, beber una jarra en el menor tiempo posible requiere -coloquialmente hablando- de un buen saque, como el de quienes participaron y lograron el cometido en una media de cuatro o cinco segundos.
En definitiva, pese a los orígenes germanos de la tradicional fiesta alemana, Miranda de Ebro respondió a la fiebre de la Oktoberfest, convirtiendo esta festividad en una experiencia con ánimo de ser reiterada. La pasión por la cerveza, la comida y el encanto de la cita demostraron que la ciudad está lista para continuar celebrando la fiesta de la cerveza en años venideros.
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