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Una multitudinaria expedición de alumnos, profesores y vecinos mirandeses vinculados al Conservatorio Municipal de Música Dionisio Díez se desplazó en la tarde de este sábado, 27 de enero, hasta el Centro Cultural Miguel Delibes de Valladolid para disfrutar del octavo programa de abono de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León ... (OSCyL).
Bajo la batuta del director titular de la OSCyL, el suizo Thierry Fisher, la orquesta interpretó un repertorio misceláneo que, si bien lograba conmover y sorprender a su público, no resultaba del todo sorpresivo teniendo en cuenta que el suizo suele abogar por el contraste entre obras inéditas y otras piezas más reconocidas y reconocibles. En cualquier caso, la delegación de melómanos tendría la ocasión de disfrutar del repertorio desde una posición privilegiada, pues el reparto de las entradas para los mirandeses copó las primeras filas del auditorio.
Un programa ruso y revolucionario, protagonizado en su primera parte por dos compositores poco frecuentes —Antoli Liádov y Dmitri Kabalevski—, así como por el violonchelista británico de raíces rusas Steven Isserlis, inundaría de música la Sala Sinfónica Jesús López Cobos del Centro Cultural del literato vallisoletano. Acomodados en sus butacas, tras un viaje en autobús de más de dos horas, los mirandeses aguardaban expectantes el inicio de un concierto para el que Fischer había programado tres breves poemas sinfónicos de Anatoli Liadov (1855-1914), que con acierto fueron interpretados como un solo cuerpo. La unión de 'Baba-Yaga', 'El lago encantado' y 'Kikimora' consiguió evocar de manera programática la escena bucólica más fantasiosa con la que, sin duda, el publico quedaba prendado.
Reacondicionada la orquesta a la instrumentación oportuna, el chelista británico fue el encargado de interpretar la obra de quien terminó por dejar la composición para formar parte del aparato burocrático soviético; no sin antes contribuir al repertorio del chelo con dos conciertos. El Concierto para violonchelo y orquesta n.º 2 de Kabalevski arrancaba con unos pizzicatos cuyo vibrato evocaba el timbre español de sus guitarras clásicas. Mas fue la aspereza la que determinó el estilo interpretativo de este Concierto con el que Isserlis evidenció su indiscutible virtuosismo como colofón de una primera parte armonizada con los contracantos de las trompas.
El contrapunto del concierto radicaba en una segunda parte firmada por la pluma de un clásico como Beethoven. Su Segunda sinfonía en Re Mayor se erigió en una de las «favoritas» del público mirandés que, tras hora y media de concierto, regresaba a un autobús que prácticamente hubo de colgar el completo en el octavo programa de abono de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León (OSCyL). La música sinfónica del más alto nivel volvía a estar al alcance de Miranda gracias a la labor del Conservatorio, cuyas actividades, de acuerdo con el centro, «no tienen otro propósito, sino mejorar el bienestar cultural mirandés».
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