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El próximo 13 de enero se cumplirán 78 años desde que el campo de concentración de Miranda de Ebro cerró sus puertas para siempre. Inaugurado en 1937 por el régimen franquista, tras diez años de actividad se consolidó como el campo de concentración más longevo en suelo español. 65.000 personas de hasta 58 nacionalidades fueron recluidas en Miranda en indignas condiciones de vida que ahora parecen ccosa del pasado.
Sin embargo, cada año el Ayuntamiento de Miranda hace especial hincapié en recordar el relato «atroz» que atestiguó la ribera del Ebro a su paso por Miranda porque, en efecto, «todo pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla». Así lo expresaba la concejala de Memoria Histórica, Begoña Gómez, parafraseando al filósofo George Santayana durante el acto homenaje que en la mañana de este sábado, 11 de enero, ha tenido lugar en el centro de interpretación del campo mirandés.
Lo hacía bien acompañada, pues al equipo de gobierno local prácticamente al completo había de sumarse la presencia de Esther Peña, política burgalesa y portavoz nacional del PSOE que, minutos antes del inicio del homenaje, destacaba ante los medios la importancia de preservar la memoria histórica. En un año en el que el Gobierno español se ha inmerso en la conmemoración del cincuenta aniversario de la muerte de Franco, Peña también reflexionaba sobre la importancia de la Memoria para que uno de los capítulos más negros de la historia reciente de España «no se vuelva a repetir».
Subrayaba también el peso simbólico del acto en un año marcado por la conmemoración de la muerte del dictador. «Cincuenta años de libertad», celebraba. Y es que, no en vano, su muerte allanó el inicio de un camino hacia la democracia. A este respecto, la portavoz incidía en el valor de «un país moderno, abierto y activo que ha dejado atrás los duros años de dictadura», y de este modo, evidenciaba la conexión entre el homenaje mirandés y los valores democráticos que definen a la España actual.
Citadas a las 11:00 horas de este sábado, varias decenas de personas han asistido al acto en homenaje a las víctimas del campo de concentración de Miranda de Ebro. El evento se celebraba en el Centro Cívico Raimundo Porres, un espacio aledaño a los últimos restos arqueológicos del campo que actualmente alberga el centro de interpretación dedicado a la memoria de este lugar. Y era precisamente en su interior donde la concejala de Memoria Histórica procedía a la lectura de un manifiesto que recorrió la historia del campo de concentración más longevo de la España franquista.
«Las torturas y los malos tratos estuvieron a la orden del día en el campos de concentración donde los internos soportaban unas condiciones de vida deplorables, marcadas por la carestía, la enfermedad, el hacinamiento y la corrupción», advertía. Es por eso por lo que, incidía, «desde el Ayuntamiento trabajamos y seguiremos haciéndolo por la dignidad de esta ciudad que soportó un estigma tan doloroso».
El acto culminaba con el encendido de velas en honor a las víctimas, un gesto cargado de simbolismo que era acompañado por un prolongado aplauso colectivo. Además, la alcaldesa Aitana Hernando ha realizado una ofrenda floral en el centro de interpretación, en memoria de todas las víctimas de este centro de reclusión del franquismo.
Ubicado en una finca de 42.000 metros cuadrados, el Campo de Concentración de Miranda de Ebro fue creado por el Bando Sublevado tras la ruptura del Cinturón de Hierro y la caída de Bilbao. Comenzó a construirse el 5 de julio de 1937 bajo las directrices de Paul Wincer, miembro de la Gestapo y director temporal del campo mirandés. Y es que diversas investigaciones le atribuyen el diseño de una red de campos de trabajo creados en España al modelo alemán.
Si bien no fue concebido como un campo de exterminio, existen pruebas irrefutables de que allí murieron centenares de presos, bien a causa del insalubre modo de vida o bien ejecutados de forma arbitraria. De hecho, hay constancia documental de la muerte de ciento cuarenta y tres prisioneros españoles y catorce internacionales, aunque las cifras reales se estiman muy superiores.
Quizá no imaginó Wincer que, años después, serían los propios nazis quienes ingresarían en el campo, tras la caída del Tercer Reich, Y es que después de una primera etapa en la que la población reclusa estaba constituida por republicanos y miembros de las Brigadas Internacionales, y una segunda etapa en la que los aliados que huían del avance alemán acapararon buena parte de los barracones, fueron los alemanes quienes ingresaron en el campo, aunque no sin disfrutar de las prerrogativas derivadas de las simpatías ideológicas.
Finalmente, el 13 de enero de 1947, en plena dictadura, el campo de concentración de Miranda se cerró, abocado a caer en el olvido. Tras la construcción de un complejo fabril en 1953, prácticamente desaparecieron las instalaciones del campo, pero un depósito de agua, un lavadero, la base de una torre de vigilancia y una caseta de guardias acreditan lo evidente.
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