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María Victoria Sardón lleva trece años alimentando a los gatos comunitarios C.M.

Las vecinas que mantienen a salvo las colonias felinas de Miranda de Ebro

La nueva Ley de Bienestar Animal delega en la Administración Local la gestión de los gatos comunitarios, pero hasta el momento sus cuidados han recaído en el voluntariado ciudadano

Celia Miguel

Miranda de Ebro

Lunes, 29 de enero 2024, 07:27

El ser humano convive con los gatos —o viceversa— desde hace milenios; se cree que, por lo menos, desde que los egipcios antiguos domesticaron a este felino, aunque lo cierto es que existen estudios que retrotraen la convivencia mucho tiempo atrás. Sea como fuere, hubo un momento en el que la evolución más darwiniana quiso que gatos y humanos forjaran un singular vínculo que, más allá de apegos espontáneos, atrajo a los felinos al hábitat del Homo sapiens sapiens por excelencia: a la ciudad.

Los gatos, como otros animales, han habitado las urbes desde que estas existen, y si bien durante siglos fueron sumamente valorados por mantener a raya las plagas de ratas y otras alimañas, con el transcurrir de los tiempos solo parecen ser apreciados en el más puro entorno doméstico, como compañeros de quienes los custodian como mascotas. Sin embargo, la realidad es que el gato ya forma parte del paisaje urbanita a lo largo y ancho del globo y, por supuesto, también en Miranda de Ebro.

El Ayuntamiento deberá asumir la gestión de las colonias

Cerca de novecientos mininos pueblan las calles mirandesas, distribuidos en decenas de colonias callejeras cuya gestión, de acuerdo con la nueva Ley de Bienestar Animal, habrá de asumir la Administración Local. Y así lo anunciaba el pasado viernes, 19 de enero, la concejalía de Medio Ambiente liderada por María Cueva del Pie.

Tras haber mantenido varias reuniones con la empresa adjudicataria del contrato del Centro Municipal de Bienestar Animal (CEMBA), el Consistorio ampliará su acuerdo para la gestión de las colonias felinas; «una causa sobrevenida porque en el momento del contrato la Ley no hacía responsable al Ayuntamiento del cuidado de estos animales», según puntualizan desde la Administración.

Y no se equivocan, pues lo cierto es que, hasta la promulgación de la citada Ley, «los gatos estaban dejados de la mano de Dios» y, hasta la fecha, han tenido que ser las manos altruistas de diversas mujeres —en su mayoría— las encargadas de velar por el bienestar de los centenares de gatos que pueblan las calles mirandesas, pese a que a la postre tampoco recae en ellas la responsabilidad legal de su cuidado. De cualquier modo, mujeres como María Victoria Sardón, Antonia Quesada o Rosa María Gobantes son, o han sido, las gestoras oficiosas de las múltiples colonias que aún hoy constituyen una realidad del paisaje mirandés.

Existen en torno a novecientos gatos comunitarios en Miranda C.M.
Imagen principal - Existen en torno a novecientos gatos comunitarios en Miranda
Imagen secundaria 1 - Existen en torno a novecientos gatos comunitarios en Miranda
Imagen secundaria 2 - Existen en torno a novecientos gatos comunitarios en Miranda

Una atención vocacional

María Victoria Sardón es de Miranda de Ebro, tiene 71 años y lleva trece cuidando de varias colonias de gatos, aunque su labor se ha focalizado especialmente en la zona de un edificio en construcción que hace más de una década fue abandonado a la suerte de la naturaleza y sus animales. Precisamente en la fauna felina deparó esta mirandesa que, conmovida por su situación, decidió volcar sus esfuerzos, «en cuerpo y alma», para ayudar a los mininos.

«Yo me he dedicado a los gatitos porque me encantan y porque he visto que estaban desamparados», confesaba Sardón. Y algo similar les sucedió tanto a Antonia Quesada como a Rosa María Gobantes que, si bien dedicó una década al cuidado de otras comunidades de gatos callejeros, ahora contribuye con la causa desde fuera del terreno por circunstancias personales.

Quesada continúa operando a pie de campo, «mañana y noche», porque lo cierto es que «los gatos necesitan ayuda», no solo por el reto que supone la supervivencia en sí misma, sino también por los obstáculos humanos a los que, dicen, también han de enfrentarse, tanto felinos como alimentadoras. Y es que la ausencia de un programa de gestión ética de colonias felinas habría constituido el caldo de cultivo perfecto para que los conflictos vecinales afloraran como una constante.

Antonia y Rosa María también han sido alimentadoras de gatos C.M.
Imagen principal - Antonia y Rosa María también han sido alimentadoras de gatos

«Yo al principio venía con miedo porque me han llegado a amenazar diciéndome que me iban a meter la cabeza en un tubo, que me iban a encontrar como a los gatos, que me iban a prender fuego..., me han amenazado de todas las formas», lamentaba Quesada. Y esta es la tónica a la que se enfrentan las alimentadoras, razón por la cual reclaman una acreditación que el Ayuntamiento se ha comprometido a ofrecer en forma de «brazalete identificativo», otorgado únicamente a «una lista de personas alimentadoras autorizadas».

Quien no disponga de ese brazalete que autoriza dar de comer a los gatos podrá ser multado ya que a la postre lo que se pretende, según la norma, es «el control poblacional de todos los gatos comunitarios, con el fin de reducir progresivamente su población manteniendo su protección como animales de compañía».

Las alimentadoras reclaman recursos

Por el momento, la protección de los gatos comunitarios depende en esencia de la implicación ciudadana. No siempre es sencilla de llevar a la práctica, no solo por una cuestión de recursos, sino por las circunstancias particulares de cada colonia.

Numerosas son las colonias felinas que se han establecido en ubicaciones privadas. Por eso, las alimentadoras reclaman protocolos de actuación que les permitan actuar fuera de la clandestinidad o de la ocultación. No todas cuentan con la suerte de Sardón, quien por operar en un terreno de la Junta de Castilla y León pudo a acceder a una llave garante del buen hacer en el lugar.

La alimentadora cuenta orgullosa cómo, tras mensajearse satisfactoriamente con la alcaldesa Aitana Hernando mediante el canal de Whats App dispuesto a la atención ciudadana, se le permitió el cuidado de los gatos afincados en el Hangar. Ya los cuidaba previamente, pero desde entonces lo haría avalada por la autoridad y con la garantía de poder disponer las múltiples casetas que su marido fabrica para el resguardo de los gatos.

Las alimentadoras inciden en que el caso de la zona del edificio en construcción abandonado y en otras colonias de unas casas en construcción cerca de la Oficina de la Seguridad Social, debidamente atendida y señalizada, han de ser paradigmáticos. Sin embargo, a día de hoy todavía son excepcionales; la mayoría de colonias se encuentran en situaciones precarias a las que las alimentadoras tratan de sobreponerse aportando sus propios recursos, materiales y económicos.

A este respecto, también solicitan más ayuda por parte de la Administración Local que, sin más dilación, ha emprendido una ronda de visitas a las distintas colonias. Reconocen que la predisposición es buena, pero todavía habrán de aguardar, sobre todo los animales, a su completo bienestar. Porque, como cantaba Rocío Dúrcal, «la vida es así».

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