Empezó pasado por agua pero acabó ardiendo: el festival de Ebrovisión volvió a encender a la ciudad de Miranda en una edición cuya cabeza de cartel, la banda murciana Arde Bogotá, logró congregar a una de las multitudes más numerosas que se recuerdan. En torno a cinco mil ebrovisivos disfrutaron del día grande del festival mirandés este sábado, 7 de septiembre, resarciéndose así de las inclemencias meteorológicas que desafiaron a la organización en la jornada del pasado jueves.
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Y es que por segundo año consecutivo, Ebrovisión ubicaba sus escenarios principales en las áreas exteriores del Polideportivo de la ciudad. Un espacio que, si bien fue gratamente recibido por el público festivalero desde su implantación, «porque acerca el festival a la ciudad» y «porque los conciertos lucen mucho más», según apuntaban algunos de los asistentes, deja a los hados la posibilidad de que la meteorología agüe la fiesta.
En esta ocasión, los «huevos a las Clarisas» a los que apelaba Ramiro Molinero, el presidente de la Asociación de Amigos de Rafael Izquierdo promotora del festival, durante el acto de presentación de la pasada edición del festival no surtieron su total efecto. De nuevo, Ebrovisión hubo de hacer frente a los elementos.
Apenas una semana después de celebrarse la velada de inauguración amenizada por la banda indie Toldos Verdes, Ebrovisión arrancaba oficialmente en la jornada del jueves, 5 de septiembre. La meteorología predecía una jornada lluviosa y los pronósticos se cumplieron.
Pese a que cientos de ebrovisivos lucharon por sobreponerse a la lluvia en la jornada inaugural del festival, finalmente el concierto de Veintiuno hubo de cancelarse dejando una de las imágenes más insólitas del festival. A pesar de que tenían «unas ganas inmensas de salir a tocar en el Ebrovisión», el concierto tuvo que suspenderse porque «los equipos estaban empapados y era peligroso tocar en esas condiciones», según explicaba el grupo a través de un post en redes sociales.
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No obstante, como la banda toledana de funk y R&B se resistía a abandonar la ciudad del Ebro sin tocar, el saxo y el vocalista de la formación, acompañado también por una guitarra, «bajaron al barro» —en el sentido literal y metafórico— para regalar a sus fans un par de canciones en un entorno íntimo y especial, camuflados entre el público. «Lo mínimo que se merecía toda la gente que se estaba calando era eso y ha sido precioso», declaraban después.
La música regresó el viernes en los distintos escenarios habilitados a lo largo y ancho del callejero mirandés. Desde que Andrea Buenavista inaugurara la jornada en el escenario Anfiteatro Natural - UBU con un concierto gratuito celebrado al mediodía, hasta que Delaporte cerró la jornada con su fusión italoespañola, artistas de la talla de Cala Vento, Miles Kane o Iván Ferreiro regresaron a su casa para deleitar con su indie a un público ansioso por darlo todo.
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En la jornada del sábado la música y el entretenimiento estaban garantizados. El día grande merecía una extensa programación en la que las actividades paralelas al desarrollo del evento musical propiamente dicho también tuvieron su protagonismo. No en vano, hacía pocos meses que el festival mirandés había sido reconocido en los Premios Fest por la organización de acciones distintas y simultáneas al desarrollo del festival: la muestra gastronómica, los conciertos gratuitos en los distintos puntos de la ciudad, las exposiciones, los talleres e incluso el Ebropeque darían buena cuenta de ello.
Ebrovisión dio vida al casco histórico mirandés para, ya a media tarde, trasladar todo su ambiente al recinto principal donde Camellos, Maia Makovsi o Mikel Erentxun ofrecieron sendos conciertos arropados por un público cada vez más numeroso. Pasadas las 23:40 horas, Arde Bogotá irrumpió en escena prendiendo la llama de un Ebrovisión donde el calor del público ya era una evidencia. Tema a tema los ebrovisivos se mostraban cada vez más entregados y no sintieron ningún temor cuando la banda «soltó a los perros» para cerrar por todo lo alto uno de los conciertos más multitudinarios de las últimas ediciones.
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El domingo todavía hubo quien quiso disfrutar por los dos conciertos gratuitos que la organización del festival dispuso en el escenario de la calle de La Estación. Letissier y Medalla constituían la cadencia perfecta de un festival que ya fija su mirada en el veinticinco aniversario, aunque para eso habrá que esperar un año. Comienza la cuenta atrás.
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