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Regresó el bombo a las aguas del Ebro. Tras tres días de euforia desatada, San Juanín se presentaba más pausado, aunque fue igualmente secundado por la ciudadanía de Miranda de Ebro.
Y es que el último día de las fiestas de Interés Turístico Nacional de la ciudad burgalesa también merecía su atención, si bien fueron muchos menos los sanjuaneros que en la jornada de este martes, 21 de mayo, regresaron al monte de San Juan tras la extasiada romería del lunes.
Un año más las calles de Miranda volvieron a quedar desérticas cuando, puntuales a la cita, miles de sanjuaneros adscritos o no a alguna de las setenta y dos cuadrillas oficialmente registradas en la Cofradía, emprendieron este lunes su particular ascenso hasta «el monte más popular». Coincidiendo con el lunes de Pentecostés, allí aguardaba «la mejor fiesta del mundo», como no pocos puntualizaban frente a los medios, y no cabe duda de que el buen ambiente contribuía a corroborar la hiperbólica premisa.
Nadie quiso fallar a la cita, fieles a la tradición: blusas, pañuelos y la clásica indumentaria sanjuanera dieron color a una fiesta que también el lunes estuvo pasada por agua. No obstante, San Juan del Monte parecía obrar un nuevo milagro, desafiando los pronósticos y reduciendo las precipitaciones a la mínima expresión, eso sí, tras una buena chaparrada. No en vano, se dice que San Juan del Monte es un «meón» porque raro es el año en el que la lluvia no hace acto de presencia.
Por su parte, las decenas de charangas que en el monte se citaron también dotaron a la fiesta del ambiente sanjuanero que a todos encandila. «Lo que más me gusta del día en el monte es poder disfrutar de las charangas yendo de una peña a otra en un entorno inmejorable», explicaba Sara, miembro de la cuadrilla La Pava. Lo mismo opinaba Mario quien, asimismo, aludía a la confraternidad propia de la fiesta: «en San Juan hay muy buen rollo, la gente se olvida de todos sus problemas y parece que nos volvemos mucho más generosos; siempre hay un plato de comida para quien lo necesita», concluía.
Y así fue hasta que a las 8 de la noche el cohete anunciador dio el pistoletazo de salida a la bajada de los romeros. A gran parte de ellos se les hizo de noche, pero el espíritu nunca decayó, pues la fiesta estaba asegurada en la plaza de España donde aguardaba la última gran verbena.
San Juanín amanecía con mas claros que nubes y con un regusto aún festivo. En una jornada más tranquila y pausada, amigos y familias volvieron a reunirse para pasar un día de monte y convivencia en el que los niños tuvieron especial protagonismo. Los hinchables, el concurso de dibujo y pintura, así como otros juegos variados fueron figura del programa sanjuanero.
Enseguida el olor de las paellas empezó a abrir el apetito de los presentes para, con la temprana caída del sol a consecuencia de una nueva jornada de chubascos, regresar a Miranda. El cielo lloraba el final de la fiesta al tiempo que una significativa comitiva fúnebre acompañaba al bombo en su entierro. Así las cosas, un año más el bombo sanjuanero aguardará su resurrección desde las aguas del Ebro.
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