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Lo que otrora se pensó que sería una infraestructura clave para el mapa ferroviario español es hoy silencio, escombros y maleza. Y es que, la historia del túnel de La Engaña es la historia de un desafío de la ingeniería española que acabó sumido ... en el más absoluto abandono a pesar de llevarse por delante vidas, esfuerzos, anhelos e inversiones millonarias.
Dicha historia hunde sus raíces a principios del pasado siglo, cuando comenzó a barruntarse la necesidad de crear una conexión ferroviaria directa entre la bahía de Santander y la costa mediterránea a través de la Meseta. Y a buena fe que el proyecto comenzó con buen pie. De hecho, en 1930 se completaba el tramo más largo de la línea, que conectaba la estación de Cidad-Dosante, en la Merindad de Valdeporres, con Calatayud, donde la línea entroncaba con la que ya se dirigía hasta Valencia. No obstante, la culminación del ambicioso proyecto dependía de la conexión entre Valdeporres y Santander. Y, para ello, era necesario salvar la Cordillera Cantábrica, lo que suponía un reto técnico de enorme trascendencia.
Así, la ilusión acabó chocando frontalmente contra la realidad. Y es que, a pesar de que la idea estuvo sobrevolando durante décadas, no fue hasta 1941, una vez finalizada la Guerra Civil, cuando el Gobierno dio el paso definitivo, adjudicando los trabajos de un proyecto llamado a ser referente en España, toda vez que contemplaba la construcción del túnel ferroviario más largo de los desarrollados hasta la fecha en territorio peninsular. 6.976 metros que horadaban la Cordillera Cantábrica para unir Valdeporres con Yera, en la Vega del Pas.
El desafío era, sin duda, de proporciones hercúleas, máxime teniendo en cuenta la tecnología y las herramientas con las que se disponía entonces. Básicamente, picos, palas, dinamita, carros de bueyes para retirar los escombros y la fuerza manual de los propios trabajadores.
Ante tal escenario, y con un país sumido en una grave crisis tras la guerra, el calendario de las obras, que arrancaron formalmente en 1942, estuvo muy lejos de hacerse realidad. Y eso a pesar de que las obras contaron con la mano de obra de alrededor de 600 presos republicanos durante los primeros años. Las jornadas maratonianas, los accidentes -al menos 17 obreros perdieron la vida-, el frío y la humedad crearon un escenario que ralentizó los trabajos durante casi dos décadas, en las que crecieron sendos poblados de trabajadores a la sombra de ambas bocas del túnel.
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No obstante, tras la revisión del proyecto, una nueva adjudicación del mismo y la entrada en funcionamiento de herramientas y maquinaria más moderna, los trabajos fueron avanzando hasta que, al fin, el 26 de abril de 1959, las cuadrillas cántabras y burgalesas se encontraron a mitad del túnel. Aquel momento fue, sin duda, histórico, pues suponía el paso definitivo para la consecución de una obra tan desafiante como millonaria.
Sin embargo, la historia tenía aún reservado un giro de los acontecimientos. Uno de los que duelen. Y es que, ese mismo año, el Gobierno cancelaba la ejecución de los tramos aún pendientes de la línea férrea, entre Yera y Santander. La línea ya no era prioritaria y el túnel de La Engaña nacía ya muerto. Aún así, las obras continuaron hasta su conclusión definitiva en 1961. Para entonces, ya se sabía que ningún tren iba a pasar por allí. Al final, ninguno lo hizo.
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De hecho, el propio túnel se convirtió en una suerte de monumento al olvido que más de 60 años después sigue esperando a ver la luz. Lejos de ello, la evidente falta de mantenimiento, sumada a los problemas propiciados por un hormigón de baja calidad, ha provocado filtraciones, desperfectos e incluso derrumbes parciales, que obligaron años atrás a tapiar la boca del túnel para evitar desgracias.
Y así continúa, atrapado en el tiempo, abandonado a su suerte y comido por la maleza al igual que todos los edificios que se levantaron a ambos lados del límite provincial mientras se busca una puesta en valor que le permita tener la vida que nunca tuvo. Una diferente a la inicialmente prevista, pero una vida al fin y al cabo.
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