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Mariano Díez (izq) en una de las pocas fotografías que se guardan de él. BC
MAriano Díez Tobar, el inventor burgalés olvidado

MAriano Díez Tobar, el inventor burgalés olvidado

Coincidiendo con el 150 aniversario de su nacimiento, Tardajos se ha empeñado en recuperar la memoria de uno de los primeros en desarrollar el cinematógrafo

Domingo, 20 de mayo 2018, 12:36

Hay personajes que por avatares de la historia no ocupan el espacio que debieran en la memoria colectiva. Ese puede ser perfectamente el caso de Mariano Díez Tobar, un padre paúl de Tardajos cuyo nombre bien podría figurar en la lista de grandes inventores de finales del siglo XIX y principios del XX, pero que ha permanecido durante décadas sumido en el más absoluto ostracismo. Sólo en los últimos años ha comenzado a trascender su figura a raíz de diversas investigaciones y de un proceso de recuperación de su memoria que, coincidiendo con la celebración del 150 aniversario de su nacimiento, se confía en impulsar.

Se tiene constancoia de que Mariano Díez ya había desarrollado una máquina capaz de proyectar imágenes en movimiento en 1892

Pero, ¿quién fue Mariano Díez Tobar? Esa es una pregunta con múltiples respuestas. Quizá, una de las más acertadas sea que fue un hombre adelantado a su época, capaz de compaginar su vocación científica con su condición de sacerdote y profesor y, mientras tanto, encontrar tiempo para sacarse de la manga varios inventos, incluida una máquina capaz de reproducir imágenes en movimiento. Sí, un cinematógrafo, similar al que años después patentaron los hermanos Lumière y cuyo diseño podría estar relacionado con el invento del padre Mariano Díez.

Pero vayamos por partes. Mariano Díez nació en Tardajos en 1868 y desde su más tierna infancia dio muestras de una inteligencia y capacidad de análisis poco habitual. Vistas esas aptitudes, el joven tardajeño entró a estudiar en la orden de los paúles, haciendo sus votos en 1886. En ese momento arranca una carrera polifacética, marcada por la innovación en todos los ámbitos en los que se movió, y dejando una profunda huella en los colegios de Murguía (Álava) y Villafranca del Bierzo (León), así como por el seminario de Oviedo.

En todos esos lugares se recuerda, con mayor o menor acierto, el paso de un hombre que cambió -o al menos lo intentó- muchos postulados. Con una formación autodidacta -se formó para ser sacerdote-, sus amplios conocimientos matemáticos y físicos y su innegable curiosidad le permitieron diseñar y fabricar numerosos ingenios. Sin duda, el de la máquina cinematográfica es el más comentado, al menos hoy en día. Y es que, se tiene constancia de que Mariano Diéz ya había desarrollado la técnica de la imagen en movimiento para 1892. También se tiene constancia de un encuentro en Bilbao entre el padre paúl y A. Flamereau, representante de los Lumière, que más tarde patentarían su cinematógrafo.

Los inventos de Mariano Díez Tobar

  • Cinematógrafo: El padre paúl desarrolló una máquina capaz de proyectar fotografías y crear sensación de movimiento, similar a la que años después patentaron los hermanos Lumière.

  • Logautógrafo: Una máquina diseñada para recoger la voz humana y convertirla en escritura.

  • Iconoscopio. Un aparato capaz de transmitir las imágenes de un lugar a otro.

  • Un reloj accionado con la voz: Mariano Díez estaba convencido del poder de la voz y diseñó y desarrolló un reloj capaz de accionarse y mantenerse en funcionamiento con la voz.

  • Una nueva lengua: Coincidiendo con la creación del esperanto, el padre paúl desarrolló también una nueva lengua, planteada para el uso científico.

Poco o nada se sabe de la trascendencia de ese encuentro ni de las condiciones en las que se cedió o vendió la idea a los Lùmiere. En este sentido, Javier Castán, director de la Cátedra de Historia y Estética de la Cinematografía de la Universidad de Valladolid, incide en la falta de información de la posible operación «clandestina». Aún así, asegura, es necesario comenzar a tener en cuenta la aportación del padre paúl. «Hasta ahora, en la carrera por las patentes del cinematógrafo se tenían en cuenta tres piezas, que eran los Lumière en Francia, Edison en Estados Unidos y los hermanos Skladanowski en Alemania. A partir de ahora, seguramente habrá que tener en cuenta cuatro», explica.

Eso sí, a su juicio, no importa tanto quién fue el primero, sino reconocer la aportación de todos ellos. Y es que, «en ese momento hay un avance técnico que permite que a muchas personas se les ocurran distintos modos de proyectar fotografías fijas que den la ilusión de movimiento». Sea como fuere, añade, la clave está en desentrañar «cuántas proyecciones privadas hubo antes de las exhibiciones públicas».

Muchos inventos

Sin duda, su aportación a la invención del cinematógrafo fue uno de los grandes hitos del padre Mariano, pero no el único. Al elenco de inventos se le suman otros diseñados y/o fabricados durante sus años de estudio, como el logautógrafo, una máquina conceptualizada para recoger la voz y convertirla en escritura por la que parece ser que se interesó Olivetti, o el iconoscopio, un aparato capaz de transmitir la imagen a distancia. Vamos, una suerte de televisión arcaica.

Según recuerda la tardajeña María Luisa Tobar Angulo, catedrática de Lengua y Literatura Española en la Università di Messina, también se le considera inventor de un reloj que se accionaba mediante el uso de la voz, un aparato para conservar mejor el vino o, incluso, «una nueva lengua». Se trataba de «una lengua para los sabios, esquemática, con su gramática y vocabulario» que desarrolló el padre paúl y que se refleja en un ejemplar catalogado en la Biblioteca Nacional «con el nombre de un alumno», explica Tobar.

Javier Castán, María Luisa Tobar Angulo, Josefina Garrido y Santiago Barquín intentaron desentrañar parte del legado del padre paúl en una conferencia el pasado viernes. GIT

Ese hecho da muestra, a su juicio, del carácter «humilde» de Mariano Díez. «Quería que la ciencia fuera hacia delante, pero sin estar en primer plano», subraya.

Pero más allá de su capacidad inventiva, Mariano Díez Tobar «rompió moldes» también en el ámbito didáctico. Así, su interés por difundir la ciencia le llevó a organizar veladas científico-literarias a las que invitaba a los profesores y a la gente del pueblo, poner en marcha una revista del colegio, crear un museo de ciencias naturales en Villafranca -aún abierto con 3.800 piezas en «un estado increíble»- y poner a disposición de cualquiera su biblioteca particular, formada por más de 500 volúmenes. Una biblioteca que, por cierto, le granjeó no pocos problemas.

Disputas

Y es que, sus lecturas provocaron más de un enfrentamiento con los responsables de la orden de los paúles, que llegaron a investigar su supuesta herejía. Unas acusaciones que el padre Díez Tobar desestimó una y otra vez, defendiendo el complicado equilibrio que ha marcado durante siglos la relación entre la ciencia y la religión.

Además, su manera de enseñar no gustaba a las estructuras más tradicionalistas y fueron muchos los que quisieron ensombrecer su figura. Prueba de ello es la dispersión y quema de sus documentos desarrollada tras su fallecimiento en 1926. «Da la impresión que era tenido y dejado aparte por lo avanzado» de sus planteamientos en un momento convulso, señala Santiago Barquín, profesor, historiador y misionero paúl, quien alude a «rencillas religioso-políticas» y «envidiejas» para explicar la falta de información sobre la figura de Mariano Díez.

Una falta de información que la comunidad historiadora y Tardajos pretenden revertir. De hecho, los actos de celebración del 150 aniversario del nacimiento del padre paúl pretenden servir de estímulo para abrir el melón y comenzar una profunda investigación sobre el legado de Mariano Díez y su contribución. «Lo intenresante no es solo reinvidicar su figura, que también, sino abrir una investigación seria» sobre su legado, concluye Castán.

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