La gripe aviar, de momento, no ha llegado a Burgos, aunque la Junta de Castilla y León mantiene una vigilancia exhaustiva en la provincia tras detectar en los últimos meses varios focos de infección, incluidos tres localizados en otras tantas explotaciones ganaderas de las ... provincias de Segovia y Valladolid y uno de menor envergadura radicado en la capital pucelana, que en principio se ha cerrado con la localización de hasta 93 aves muertas.
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En este sentido, los servicios de la Consejería de Agricultura y Ganadería de la Junta de Castilla y León mantienen una vigilancia pasiva constante sobre el territorio para actuar si fuera necesario, tanto en el medio natural como en las propias explotaciones ganaderas de la provincia, donde se llevan a cabo análisis periódicos para garantizar la salud de los animales y trazabilidad de la producción.
La forma de actuar a este respecto es sencilla. En cuanto se detecta el fallecimiento de un animal, se analiza la causa de la muerte, y si efectivamente se trata de influenza aviar, se pone en marcha el protocolo. Un protocolo que, en el caso de las explotaciones ganaderas, supone, básicamente, el sacrificio inmediato de todos y cada uno de los animales de las mismas. Por ejemplo, los focos detectados en dos explotaciones de Íscar obligaron a sacrificar 133.750 y 33.477 gallinas de puesta respectivamente.
A partir de ahí, los servicios de control veterinario de la Junta destruyen los cadáveres y los huevos que hayan podido poner previamente. Posteriormente, se desinfectan todas las instalaciones, material y vehículos que pudieran estar contaminados y se controlan los movimientos de las aves de corral y sus productos, estiércoles y todo aquel material relacionado con el manejo de las aves que pudiese estar contaminado. También se crea una zona para establecer las áreas infectadas y libres de enfermedad, así como el control de los movimientos de vehículos, al establecer dos perímetros de vigilancia de 3 y 10 kilómetros y, obviamente, se busca la fuente de contagio y las vías de transmisión de la enfermedad.
Diferente protocolo se sigue en caso de localizar aves muertas en un entorno natural no controlado. En este caso, son los agentes medioambientales de la Junta los encargados de intentar determinar en un primer momento la causa del fallecimiento. Si dichas causas no son evidentes (atropello, disparos, envenenamiento, etc), la responsabilidad la asumen los servicios veterinarios, que se personarán en el lugar para retirar el cadáver y, llegado el caso, determinar si se trata de un contagio de gripe aviar o no.
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A partir de ahí, la vigilancia en el entorno se incrementa con el objetivo de determinar si se trata de un caso aislado o de un foco que pudiera propagarse, dada la gran capacidad de contagio del virus.
A este respecto, la Junta de Castilla y León tiene debidamente determinadas ya las zonas de especial riesgo, que coinciden a grandes rasgos con entornos húmedos, como charcas, lagunas o embalses y sus proximidades. Así, el entorno del gran pantano del Ebro está considerada zona de especial riesgo, mientras que otras zonas de Las Merindades y de La Demanda son consideradas también de cierto riesgo.
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