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L.Sierra/ICAL
Sábado, 27 de enero 2018, 19:48
Con frío, como manda la tradición, los jefes volvieron a liberar la villa de Santo Domingo de Silos del yugo musulmán. La decimonovena edición de la Fiesta de los Jefes reunió de nuevo a vecinos y visitantes en torno a una tradición que recrea la ... hazaña de un grupo de vecinos que promovieron la retirada árabe al simular que las llamas habían arrasado la población burgalesa. Una gesta que, siglos después, se recuerda en una vistosa Fiesta de Interés Turístico Regional.
Los vecinos de la localidad burgalesa de Santo Domingo de Silos se ataviaron con sus capas y sus borregos para comenzar el periplo de los jefes. De este modo, pasadas las doce de la mañana se inició el pasacalles, casa por casa, en busca de los ‘Jefes 2018’ en una cencerrada que sacó de sus casas a los protagonistas de esta edición: el Capitán representado por Pedro Martínez; el Cuchillón, y el Abanderado, Aydan Ahmedov, además del Tamborilero, Vidal Martínez.
Uno de los momentos más bellos de la fiesta se produjo con la entrada de la comitiva en el Monasterio de Santo Domingo de Silos con el pregonero de esta edición a la cabeza de la misma: el exjugador de fútbol sala Julio García Mera. Lorenzó Maté abrió las puertas del Patio de San Javier para que los jefes pudieran ondear la bandera haciendo partícipe a la comunidad religiosa de la tradición. Una estampa insólita que se produce cada año ante la atenta mirada de los monjes benedictinos que contemplan la estampa desde las ventanas de sus habitaciones.
Por la tarde, del ondeo de bandera dio paso a la conocida como ‘Carrera de crestas’. Una competición que recuerda demasiado a las gestas y competiciones del Medievo, en la que los jefes y una veintena de jinetes demostraron su destreza a lomos de un caballo para conseguir un valioso trofeo. Nada más y nada menos que las crestas de un gallo que prende de una cuerda a gran altura.
En la actualidad, el gallo está muerto, pero hace siglos la fiesta se realizaba con un ave viva a la que mataban en el acto los intrépidos jinetes de la época. Hoy, la tradición, además de crestas, permite a los participantes llevarse longanizas, chorizos y salchichones.
La Fiesta de los Jefes es una de las tradiciones que los vecinos de Santo Domingo de Silos han recuperado en el tiempo, después de que dejase de celebrarse durante 35 años. La leyenda cuenta que un ejército musulmán sitió la villa burgalesa y, ante la desigualdad de las fuerzas encontradas, un vecino del pueblo planeó simular un incendio y con él la destrucción de todos los bienes que hubiera en el pueblo. De esta manera el enemigo daría por inútil cualquier intento de asalto.
Lejos de rendirse ante el enemigo árabe, colocaron ramas de brezo por todas las esquinas del pueblo a las que prendieron fuego, cargaron a los niños y mujeres con cencerros y les soltaron por el pueblo. De este modo, la premeditación cristina dio paso a la confusión mediante cencerros, de tal manera que la población pareció estar llena de defensores.
Para reforzar el plan, liberaron el ganado y los tambores no dejaron de sonar en toda la noche. El ejército invasor, ante el dramático espectáculo, no se atrevieron a entrar y se alejaron de la localidad. Desde entonces, el recuerdo está presente entre todos los vecinos y año tras año el ‘Capitán’, el ‘Cuchillón’, el ‘Abanderado’, y el ‘Tamborilero’ salen a la calle para que las nuevas generaciones sean partícipes de esta hazaña.
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