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Carlos y Carmelo Alonso Maté son dos hermanos burgaleses que han entendido que preservar el pasado y conocerlo es necesario para comprender la historia de la humanidad y para saber hacia dónde queremos ir. Así, llevan entre 45 y 50 años con un proyecto llamado ' ... El hombre y los ingenios'.
Se trata de un proyecto autosuficiente y orientado a una posible recuperación rural. Explican que, al igual que hay un banco de semillas en el mundo, quieren poder crear un banco de ingenios, «un arca de Noé donde va entrando cada ingenio creado por el hombre, para que sea posible dejar esos vestigios a las futuras generaciones», explican Carlos y Carmelo.
Así, desde hace unos 45 años coleccionan piezas de tiempos inmemoriales y que explican el avance de la historia a través de los inventos de los seres humanos. Han compuesto así una colección con la que han ideado tres museos y varias exposiciones más pequeñas y que podrían ser itinerantes.
Los tres museos que han ideado son el museo Agrícola-El hombre y la recolección, el museo de la Lana-La evolución de las fibras y el museo del Vino-La uva y su prensado. Las exposiciones conformadas son sobre los oficios y costumbres; sobre la primera etapa de la vida con los verbos nacer, crecer, jugar y aprender; la evolución a través de las fibras; la evolución del taladro; la leche, el queso y la mantequilla; los ingenios hidráulicos; la evolución alrededor del fuego; la conservación de los alimentos.
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Actualmente solo un museo se puede visitar, se trata del museo Agrícola, instalado en Modúbar de la Emparedada. Carlos y Carmelo confían en que alguna administración quiera asumir la gestión, se puedan hacer realidad el resto de exposiciones y se generen puestos de trabajo. «Si queremos repoblar los pueblos, la cultura también genera empleo. Consideramos que este proyecto generaría unos 30 puestos de trabajo. Con todos los museos y exposiciones funcionando se necesitarían guías, seguridad, historiadores y restauradores», explica Carlos.
Ellos se han movido mucho para conseguir todas las piezas, las han restaurado y las conservan empaquetadas esperando su momento. Tienen también elaborado el diseño del resto de museos, pero no hay un lugar donde instalarlos.
Las exposiciones sí han tenido recorrido. De hecho, se trata de un proyecto autosuficiente, que no ha contado con ayudas públicas, «porque tampoco las hemos pedido», apuntan.
«Somos autosuficientes porque hemos ido haciendo exposiciones de pago por los pueblos. Intentando que estas fueran lo más atractivas posible. En Sasamón hemos estado un año entero con la exposición del taladro. Esta exposición se hizo también en el Museo de la Evolución Humana (MEH). De ahí nos pidieron llevarla a México», explica Carlos. Finalmente, la exposición no llegó a disfrutarse en México porque «no estamos preparados para tanto», reconoce Carlos. «Podíamos haber contactado con una empresa que se encargara, pero no nos interesa, lo que queremos es que la administración se encargue de preservar esto porque es un ejemplo de que el proyecto es viable», apunta.
«Si no conservamos lo que hemos coleccionado y restaurado perderíamos nuestra memoria. Habría que hacer excavaciones dentro de un siglo para buscar lo que ahora estamos preservando nosotros. Los restos de una excavación siempre nos obligan a imaginar cómo era esa realidad. Aquí tenemos las piezas al completo», explica Carlos.
Lo que reclaman estos dos hermanos es que la labor que han realizado, «que hemos demostrado que es autosuficiente», no se pierda. «Si esto lo gestionase la administración, sería más rentable», aseguran. Carlos y Carmelo cederían la gestión a la administración, «con todo el trabajo de búsqueda de piezas, restauración, viajes, pero las piezas habría que valorarlas», señala Carlos.
Este trabajo de años es conocido y también les han donado muchas piezas. De ahí han sacado la idea de «un banco de piezas. Cuando alguien nos donase una pieza, entraría a formar parte del banco. Obtendría un porcentaje del beneficio que sacáramos con los museos y exposiciones».
Carlos y Carmelo buscan unir todos los eslabones de la cadena de la evolución humana a través de los ingenios que ha hecho el hombre por los caminos de la historia. La cadena comienza, además, en Atapuerca y sigue con el resto de ingenios que preservan estos dos hermanos desde que tienen entre 20 y 25 años.
«Actualmente buscamos vestigios en excavaciones. Todo eso está muy bien, pero hay que tener en cuenta que la conservación actual es muy importante. Los cambios en la historia ahora suceden más rápido que en el pasado. Hace 100 años muchas de estas piezas no existían y puede que dentro de otros 100 algunas ya no existan. En la época de los romanos, por ejemplo, podían pasar 2.000 años sin cambios», explican.
En el museo Agrícola hay máquinas y artilugios antiguos, la pieza más antigua se remota a 1650. Pero también las hay de todo el mundo. Piezas de lugares lejanos, pero con el mismo mecanismo. Carlos y Carmelo explican que esto demuestra que el pensamiento humano, para saciar necesidades, sigue los mismos procesos en comunidades humanas separadas. «Hemos querido buscar, indagar. Nos preguntábamos cómo habíamos pasado de la nada al todo. Es un proceso de evolución global», añaden.
El arte no está exento en este proyecto. En el museo Agrícola de Modúbar cuentan con una colección de fotografías de entre 55 y 60 fotos donde se puede apreciar cómo era la vida en un pueblo antiguamente. El 50 por ciento de estas fotografías están tomadas por Carmelo, el otro 50 por ciento las encontraron en mercados de antigüedades. A estas fotografías se suman poemas escritos por Carmelo sobre la vida en el campo. Una muestra del amor y el respeto por unos antepasados que nos han traído hasta aquí. Una oda a la memoria.
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