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La decisión de las monjas clarisas de Belorado de seguir a un falso obispo –excomulgado por el arzobispo de Burgos, Mario Iceta, cuando era prelado de Bilbao— lleva acarreada la pena más importante que la Iglesia hace recaer sobre los católicos, la excomunión.
El ... arzobispo Iceta ya ha advertido a la vicaria de la comunidad, sor Paz, que la renuncia a los postulados de la Iglesia Católica y su adscripción a una doctrina separada es un «acto grave» y por ello le ha informado de «la pena canónica en la que incurren».
La Enciclopedia Católica apunta que la excomunión, «siendo una pena, supone la culpabilidad; y siendo la pena más grave que la Iglesia puede infligir, naturalmente supone una ofensa muy grave. Es también una pena medicinal en lugar de vengativa, pues está destinada no tanto a castigar al culpable, sino a corregirlo y a traerlo de nuevo a la senda de la rectitud».
Atendiendo a esta dirección, tanto Iceta como el vicario judicial de la diócesis de Burgos, Donato Miguel Gómez aseguraban en la rueda de prensa que esperan que «se pueda reconducir» el caso y que las religiosas den marcha atrás en su decisión de seguir a Pablo de Rojas, que se erigió unilateralmente en obispo hace unos años en Bilbao.
Por eso, el Penitenciario Mayor de la Santa Sede, cardenal Mauro Piacenza, explicó en una ocasión que el objetivo de la excomunión es llevar «a los culpables al arrepentimiento y a la conversión». El Código de Derecho Canónico, en su canon 1339, párrafo 2 determina la imposición de esta pena «a una persona que provoca con su conducta, escándalo o grave perturbación del orden», como señala.
Al dejar abierta la puerta a la redención, la pena no se aplicaría. La única excepción es la conducta que determina el canon 915, la que «obstinadamente persista en un manifiesto pecado grave».
Todo este caso, unido a una trama inmobiliaria por la venta del convento de las clarisas en Orduña (Vizcaya), se encuentra en investigación. Fue el pasado 24 de abril cuando monseñor Iceta ordenó la apertura de una investigación previa; cuenta con la aprobación también de los prelados de Vitoria, Juan Carlos Elizalde, y Bilbao, Joseba Segura.
Las clarisas separadas de la Iglesia apuntan a una «persecución» por parte de los obispos y por parte de la santa Sede. Se refieren a la citada venta de Orduña y a la del convento vizcaíno de Derio.
Según se dio a conocer por parte del arzobispo Iceta, el vicario judicial Gómez Arce, y los vicarios de la Vida Consagrada de Vitoria, Miguel Gómez Tavira y de Burgos, Amadeo Alonso, hubo algún caso más referido a las Salesas de Madrid hace unos años; pero se recondujo la situación y regresaron a la vida consagrada en la Iglesia Católica.
Pero el caso más sonado en España es la Iglesia de El Palmar de Troya, en Utrera, Sevilla. El papa Clemente se autoproclamó como tal y ordenó erigir el templo de la Orden de los Carmelitas de la Santa Faz. La iglesia palmariana es una escisión herética de la católica y se ha convertido en una secta.
Su fundador, Clemente, aseguró tener visiones de la Virgen y que bendecía el agua de un pozo que sanaba enfermedades. Se hacen de oro vendiendo agua y haciendo adeptos que pagaban el 10% de su sueldo a la iglesia de El Palmar.
Fuera de España destaca el más famoso caso de 1988 cuando se produjo la excomunión del arzobispo francés Marcel Lefebvre, que ordenó a cuatro obispos sin permiso papal. Y mucho antes, en el siglo XVI, la excomunión de Martín Lutero, Enrique VIII e Isabel I llevó a la escisión y la creación de varias iglesias protestantes.
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